"Me siento con una mezcla de alegría y de tristeza". Sigler llegó en una ambulancia y debió ser bajado en una camilla antes de ser colocado en una silla de ruedas, pues no puede caminar. Su liberación y el traslado de otros seis disidentes fueron anunciados por la Iglesia. Según activistas de derechos humanos, el disidente, de 46 años, era deportista y practicaba boxeo, pero en sus años en la cárcel padeció de neuropatía, entre otras patologías, que deterioraron su salud y lo dejaron parapléjico. Sigler dijo que siente "tristeza porque no puedo compartir este momento con mi madre, que murió hace cinco meses, y porque quedan más de la mitad de los compañeros... en prisión". Llegó a su casa acompañado de su esposa Noelia y un equipo médico, y escoltado por una patrulla policial.