Los efectos de las dioxinas los pudimos ver hace siete años en el rostro del ex presidente ucraniano Viktor Yúschenko. Unas sustancias tóxicas que ahora han contaminado unas 4.700 granjas de Alemania y que están presentes en nuestro entorno más de lo que pensamos. Hace seis años el grupo ecologista Adena las encontró en pequeñas trazas en la sangre de la ex ministra de medio Ambiente Cristina Narbona. Estas dioxinas las genera la misma industria como residuos y si no hay un control eficaz pueden entrar en la cadena alimentaria. Lo mismo que ha ocurrido ahora en Alemania y de lo que tampoco escaparía España.Para evitarlas, antes que restringir, lo mejor es utilizar alternativas en esos procesos industriales.Esa falta de control y de alternativas permite también que existan envases que liberan otro tipo de sustancias perjudiciales. Por ejemplo, el aditivo plástico conocido como bisfenol A que se prohibirá en los biberones europeos a partir de junio. Algunos perfumes e incluso las camisetas serigrafiadas y maquillajes también entrarían en esta lista de riesgo por sustancias tóxicas.