Destinos

ABCViajar

Destinos / THAI BOXING DEL BUENO EN EL MAR DE ANDAMÁN

A trompazo limpio por Phi Phi

Día 08/10/2012 - 12.21h

Compartir

Es uno más de los puntos de mayores excesos, desenfreno y diversión repartidos por el mundo. Si los españoles elegimos Punta Cana o la Riviera Maya posiblemente por afinidad lingüística, escandinavos, americanos y australianos tienen como punto de destino Tailandia y todos sus lugares sagrados y no tan sagrados.

En destinos como Phi Phi se produce con una naturalidad tremenda el proceso de confección de grupos de occidentales. Los viajeros que coinciden se convierten en compañeros a las primeras de cambio. Los planes se tornan comunes y se hace equipo. Por varios motivos: para abaratar costes en transporte y alojamiento, para tener conversación mientras se come y sobre todo para multiplicar las opciones de fiesta. En Phi Phi existe toda una cultura de esta amistad coyuntural.

En ese contexto nos encontrábamos nosotros, dos sevillanos en busca de emociones. La primera misión era eso, montar un equipo. Ya contábamos con Kristy, una chica americana que nos acompañaba en un periplo anterior por la antigua Siam. Congeniamos con un zagal irlandés de año sabático que acababa de empezar la aventura de recorrerse el mundo con una mochila. Y un sueco que buscaba placeres exóticos.

El resto fue llegando solo. Conocer gente en lugares así es fácil, basta con arrimarte a una barra y encuentras conversación. Así llegamos a Clay, canadiense gracioso que nos inició en el mundo de la noche isleña. Dos días bastan en un sitio como éste para habituarte a las rutinas de la isla, a sus chaparrones inesperados, a su humedad y a sus brochetas con guindillas, de las que hay que cuidarse mucho por si no quieres tirarte el resto del viaje a base de manzanas. Los estómagos estarán agradecidos por este sabio consejo que recibí, cómo no, en la barra de una taberna local.

Alcanzamos el cénit de nuestra primera noche bautismal en un garito que ofertaba exhibiciones de combate típico tailandés. Como cierre de la velada estaba la posibilidad de participar activamente en el espectáculo, enfrentándote tú mismo a algún fornido luchador. Pues el mozo irlandés, con alguna copita de más se vino arriba y subió al ring dispuesto a hacerse con el cinturón de campeón simbólico, puesto que el auténtico premio no pasaba de unos buckets gratis de alguna bebida alcohólica de garrafón. Cualquier tipo refinado que viera por un catalejo lo que allí se estaba cociendo hablaría de la degradación de la raza humana. A mí simplemente me parecía una escena divertida.

La situación se complicó al ver el perfil del rival de nuestro compañero. Una pequeña mole de algún país escandinavo hipermusculada. De momento empezamos a temernos lo peor. Al tercer asalto y tras un empate técnico en los dos primeros, carreras, golpes al aire y patadas voladoras, un arreón de orgullo británico consiguió acorralar y echar del cuadrilátero a su contrincante, con tan mala fortuna que se le salió el hombro. Previsible, por otra parte.

Allí estábamos nosotros, en plan Miyagi de Karate Kid o Paulie el cuñado de Rocky Balboa, sintiéndonos parte importante del show, aunque el que encajase los golpes fuese otro. Gracias a Dios el incidente hizo que todos nos ahorrásemos unos trompazos y dejar el subidón de adrenalina para otra ocasión. Todos acabamos no contentos, sino eufóricos. Como es lógico, lo celebramos como merecíamos.

Me pregunto si Phi Phi siempre fue así...

  • Compartir

publicidad
Consulta toda la programación de TV programacion de TV La Guía TV

Comentarios:
Camino de Santiago

Encuentra los mejores restaurantes

Por tipo de cocina

Lo bello
lo útil