Banksy, borrado... y cotizado

El grafiti en Inglaterra es ilegal, y le cuesta a los barrios, empresas de transporte y comercios londinenses más de cien millones de libras (más de 115 millones de euros) cada año, según estima la asamblea municipal del Área Metropolitana de Londres. Pero, aún así, algunas barrios del Este de la capital parecen más bien un enorme espacio expositivo del llamado «street art» o arte callejero. En Shoreditch, uno de los barrios más alternativos y «cool», los tours guiados por los grafitis más destacados forman parte de la oferta turística.
Cada año atraen a cientos de visitantes, que ven el Londres oriental como una de las mecas mundiales de un fenómeno urbano dinámico y fascinante que camina una delgada cuerda entre el mercado del arte y el delito. En el epicentro de Shoreditch, los característicos vagones de metro en el tejado que alberga el espacio de co-trabajo de Village Underground sirven de proclama del corazón «grafitero» del barrio. Los cuatro paneles de la pared sirven de marco para el trabajo rotatorio de distintos artistas. Durante este tour, figuraban cuatro murales realizados por tres artistas: Ben Slow como autor de los ojos, Remy Raf de la pintura abstracta y Amanda Mary de los «stencils» (técnica en la que se pintan las figuras sobre un dibujo en el que se han recortado las silhuetas). En los vagones mismos, el estilo clásico de SHOK-1.
«El objetivo último de un artista callejero es la penetración cultural, y solo uno lo ha conseguido: Banksy», explica Richard Howard-Griffin a ABC, mientras nos guía por el barrio. «Es muy político, muy contemporáneo, y trabaja mezclando humor y anonimato, tiene una mezcla muy tóxica que encanta a los medios de comunicación», dice este joven artista, encargado de hacer una ruta de primera mano por el grafiti en Shoreditch con la empresa Street Art London (tours de dos horas los martes por doce libras y de cuatro horas los sábados y domingos por 15 libras).
Banksy, borrado... y cotizado
La obra de Banksy es, en realidad, una ausencia permanente en estas calles. En abril de 2007, empleados de la Autoridad de Transporte de la capital borraron su último gran mural en el barrio, que representaba a John Travolta y Samuel L. Jackson empuñando dos plátanos en lugar de pistolas en una conocida escena de «Pulp Fiction». Era visible desde la estación de Old Street, punto de partida del tour, y centro de gravedad del llamado «silicon valley» londinense o Tech City. Las autoridades consideraron que el grafiti «genera una atmósfera de abandono y decadencia social que, a su vez, alimenta el delito».
Aquel año, empleados municipales de Bristol –su supuesta ciudad natal– borraron por error una de sus obras, unos ladrones se llevaron otro mural en el Este de Londres, y las brigadas de limpieza eliminaron otras dos obras en la capital. Por eso, Banksy prefirió la tranquilidad de Mayfair, el barrio de los fondos de inversión del Oeste de Londres, para realizar a finales de 2011 uno de sus últimos trabajos conocidos en la capital: una mujer que se precipita al vacío empujando un carro de la compra.
Los ojos afinados podían ver, al menos hasta finales de 2012, los restos de una de sus obras sobre un comercio asiático en la esquina –siempre en obras– de Old Street y Tabernacle Street. Una casa de subastas de Covent Garden sacará a la venta este junio su mural sobre el trabajo infantil, que desapareció de una pared del barrio de Haringey para reaparecer en Miami poco después. Se espera que la venta alcance entre medio millón y un millón de euros.









