No deja de ser una anécdota curiosa, pero sirve como perfecto reclamo turístico para que el personal se deje caer por lo que son en realidad dos calles y un puñado de casas desparramadas. Picado por la curiosidad, lo confieso, yo mismo me acerqué.
Desde Esauira el camino es corto, así que me decidí a llegar dando un paseo. La caminata me sirvió para ver que la carretera está en obras. Al parecer, la idea es promocionar el lugar como escenario de un turismo de cierto nivel. Resulta curioso ver un campo de golf perfectamente acondicionado casi a pie de playa pocos metros más abajo de unas casas con techo de hojalata. El crecimiento económico y la globalización que vienen.
Nada más llegar constatamos lo que ya suponíamos: Diabat no ofrece casi nada. Tan sólo hay un bareto con el nombre de Jimi Hendrix que ha puesto en marcha el tipo listo del pueblo. No es un gran establecimiento, pero no hay otro, así que... El resto son dos callejuelas donde el personal se reúne para jugar a las cartas y pasar el rato. Por cierto, que el camino también puede hacerse por la playa, a pie, a caballo o en dromedario.
A mitad de camino se concentran quienes quieren alquilar los animales. Piden unos 300 dirhams por una hora de paseo. Mucha tela. Resulta más agradable una caminata y de paso asistimos a los muchos partidos de fútbol que se juegan en una playa de arena en condiciones y de una gran anchura. Ganas dan de ponerse a jugar. Pero seguimos caminando.
Y, ventajas de ir a pie, acabamos por descubrir un buen bar playero, poco antes ya de volver a Diabat. Es el Ocean Vagabound. Por un momento piensas que el tema surfero es clavadito allí donde se encuentre: viento y olas, claro, pero demasiado reggae para mi gusto. Así que me tomo unas cervezas, aunque tentado estuve de probar su buena oferta de zumos, y acabo por largarme para darle un descanso a mis oídos. Hubiera preferido un poco de Jimi Hendrix para cerrar el día.




















