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Destinos / LA ANTIGUA CAPITAL DE LOS 19 SANTUARIOS SINTOISTAS Y 65 TEMPLOS BUDISTAS

Kamakura a golpe de bicicleta eléctrica

Día 08/10/2012 - 12.22h

Lo más adecuado en Kamakura es alquilar una bicicleta. Justo a la salida de la estación de tren se apiñan varias tiendas. El género es de calidad: son eléctricas y ayudan al pedaleo. Correcto, el paseo va a ser divertido y descansado. Primera parada: el Templo de Hase-dera, un lugar de enorme belleza y de jardines finamente ornamentados.

En el edificio principal se levanta una estatua gigante de Kannon con once caras. Sorpresa agradable al entrar. Mejora con una pequeña gruta laberíntica con pequeños muñequitos (no les cabe otro término) que representan ofrendas. Todo muy auténtico. Desde un mirador se contempla el pueblo y el mar. El día estaba azul. En los veladores para picar algo se advierte de la posible presencia de águilas que se abalanzan por la comida. Gran susto en la recámara...

La siguiente parada a base de pedaleo es el Santuario del Gran Buda. La estatua del Iluminado es de bronce y alcanza trece metros y medio. Se remonta a 1.252. Lo curioso del santuario es que se permite el acceso al interior y contemplar las entrañas del edificio. Quizás por este motivo este sitio es el atractivo más visitado de la ciudad. Es hora de abandonar la bicicleta y recorrer la ciudad a pie. La calle Komachi-dori es la principal vía de Kamakura. Siempre está a reventar, hasta resulta difícil caminar con tanto gentío. Todo son tiendas. Pero yo no he venido a comprar, al final de la calle está el santuario de Hachiman-gu, consagrado al dios de la guerra. Es día de fiesta y la cola para entrar es infinita, con un grosor de 20 metros y casi 500 metros de longitud. Se hace impensable el entrar. Una vez más vuelvo a recordar la máxima: cuidado con los días festivos en Japón. La superpoblación juega malas pasadas.

Siempre queda la opción de intentar entrar por la puerta de atrás... a veces funciona. Me hice el sueco y entré por la salida. No tardaron en darme el alto, normal. Tras un tira y afloja convencimos entre todos los que íbamos al de la puerta que sólo queríamos hacer unas fotos y no íbamos a rezar. Afortunadamente cedió. Tan educados los japoneses.

No se pudo cantar victoria. Dentro había otra cola grandísima para acceder al templo. Más y más gente. Japoneses por cualquier lado. ¿Pero no están todos de vacaciones en España?. En fin, paciencia. Regresamos por la calle Wakamiya-oji, más ancha que Komachi-dori, donde se dibuja un camino en el medio que los usan los fieles para acceder al templo. Al revés de lo que hicimos. Los españoles, siempre dando la nota.

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