Lo primero que sorprende a la llegada es la cantidad de ciervos sagrados que buscan cualquier tipo de comida que le brinden los turistas. Les cortan los cuernos porque tienen la fea costumbre de pedir alimento embistiendo su cabeza contra los posibles candidatos a darle algo que llevarse a la boca. Si se tiene prudencia, resulta bastante entretenido jugar un poco con estos cérvidos.
El templo alberga estatuas centenarias de enorme valor. Incluso alguna del siglo VIII. A su vera se erige una gran pagoda, algo más moderna porque el edificio original se quemó varias veces. Aún así, es del siglo XV. No está mal.
La marea humana de visitantes marca el sentido de la visita. Se pasea junto a decenas de ciervos hasta llegar al vecino templo Todai-ji. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Nada más entrar me topo con la Gran Puerta del Sur, Nandaimon. Una extraordinaria estructura de madera que habla a las claras de los siglos que la han visto abrirse y cerrarse. La sorpresa aguarda al pasar bajo su pórtico. Dos enormes colosos de madera la protegen en su interior. Simplemente espectacular. No tengo palabras. Parece el acceso a un mundo gigantesco sólo posible en los sueños.
En el interior del templo se encuentra un Buda gigante de bronce de 16 metros. Nada más y nada menos que el mayor que existe en este material. El pabellón fue construido a posteriori sólo con la misión de protegerlo.
A la salida, justo la puerta a la izquierda, se levanta una deidad curiosa. Se pone la mano en su pie y la otra mano donde se tenga una dolencia. Y según cuentan, sana de verdad. El tratamiento no parece complicado, no puedo asegurar que sea efectivo.
La siguiente parada es el Gran Santuario Kasuga. Pertenece a la religión sintoísta. El templo original se levantó en el siglo VIII. Se han seguido los principios sintoístas de renovación, cada 20 años se destruyó para volverlo a construir. Así se hizo unas 50 veces. Vaya trabajo. El que se visita hoy día es del siglo XIX. Alrededor del santuario los caminos están flanqueados por unos 3.000 faroles de piedra. A principio de febrero los encienden. Sin duda tiene que ser sobrecogedor.
Mientras como un cuenco de fideos con setas mi mente sólo visualiza ese Buda gigante. Me ha sorprendido tanto...




















