Pero bueno, perseverar podía suponer acceder al Parque Nacional del Río Gambia de una forma más rápida, sin tener que pasar noche allí, y además eso nos ahorraría costes. Lo primero fue buscar barco. Había que preguntar. ¿A quién? Fácil: a la única persona que vimos en el pueblo. Bastante colaborativo, dijo que conocía a un tipo, o más bien al único que podía llevarnos. Pero aquí nada es fácil, ni rápido, y lo que hizo fue traerme a un niño de unos seis años para que me llevara hasta él.
Seguimos al crío a través de la ladera del río, mientras todos los (muy escasos) habitantes nos miraban con extrañeza. Pocos forasteros deben pasar por aquí, y menos todavía gente extranjera y blanca. Por fin, preguntando, llegamos hasta nuestro hombre. Sentado entre unas chabolas, nos explicó que efectivamente nos podía llevar, y que incluso nos podía meter en el parque, y allí hacer el abono a los guardas. Se le veía muy puesto. Los chimpancés parecían cerca, pero algo no cuadraba: el precio. No es que fuera caro, la verdad, pero no disponíamos de esa cantidad, y aunque con euros podríamos haberlo solucionado, las tres horas de duración de la travesía nos iban a complicar la salida de este pueblo. Así que descartamos la excursión por la que habíamos venido hasta aquí, cuanto lo teníamos todo tan a mano. Pero había que salir de aquí, y tenía toda la pinta de que no iba a ser fácil.
Volvimos al punto inicial, donde estaba nuestro primer contacto, por llamarlo de alguna manera, y le pedimos ayuda para el éxodo. Nos comentó que no había taxis ni coches en Kuntaur. No nos sorprendió. Pero nos dijo también que era amigo del conductor de la ambulancia de la zona, y aunque no era fácil localizarlo, teníamos muchas posibilidades de conseguir su ayuda. Milagrosamente, en ese instante pasó por allí. Su propuesta nos llegó pronto y a precio de oro, claro. Qué remedio, no había otra alternativa que aceptar. Pero siempre hay que sacar algo a cambio, así que le pedimos que por ese precio nos llevara a ver los círculos de piedra de Wassu y nos ayudara a negociar transporte para salir de Wassu hasta Farafenni.
En ambulancia pero sin sirena nos plantamos en el Stonehenge africano. Este conjunto de túmulos funerarios es del primer milenio de nuestra era y forma círculos con grandes piedras entre las que se aprecia bastante armonía. Su construcción sigue siendo un misterio hoy día, aunque es una señal de que hubo junto al río Gambia una gran civilización, tan importante como demuestra su legado. La Unesco declaró este conjunto Patrimonio de la Humanidad en el año 2006. A pesar de su importancia no había nadie para visitarlo, ni siquiera el taquillero. Paso franco, pues.
En Wassu, nuestro conductor de ambulancia hizo honor a su promesa y pudimos coger un gelli-gelli a muy buen precio en el que nosotros íbamos como únicos pasajeros. Así llegamos a Farafenni, pueblo fronterizo con Senegal, a una hora decente. Lo más importante fue salir de Wussa, ya que los transportes gambianos no parten hasta que estén completos y en ese pueblo había poca gente con ganas de movimiento. Aunque alguna confusión tuvo que haber, porque en el recorrido se montaba y bajaba de allí todo el mundo que encontrábamos en el camino. Pero bueno, lo importante es que salimos bien parados de nuestra cabezonería y, aunque no vimos monos, sí pudimos conocer un Patrimonio Mundial.



















