Punta Umbría, una marca muy familiar
Un veraneo amable y sosegado, que ni el impacto del ladrillo ha podido desvirtuar, hacen de este lugar la joya de la corona de la corte estival onubense
J. FÉLIX MACHUCA
La marca histórica de esta playa descubierta para el ocio por los ingleses que gestionaban las minas de Río Tinto fue siempre su acento familiar. Las primeras fotografías que se tienen de su ocupación urbanística responden a las llamadas casas de los ingleses, típica arquitectura ... colonial de las islas basada en viviendas sobre pilares para evitar crecidas del mar y facilitar ventilación en países cálidos. Una gran balconada circundaba la vivienda, de las que aún hoy quedan. Ya entonces Punta Umbría parecía reclamar para si el carácter amable, sosegado y familiar de su veraneo. Algo que, más de un siglo después, ha sabido potenciar hasta convertirlo en su mejor publicidad.
Ni el gran impacto urbanístico del boom del ladrillo ha podido merendarse ese carácter. Se merendó otras cosas. Quizás algunos parajes de irrecuperable belleza natural que ya solo existen en los óleos de los paisajistas que la pintaron y en las fotografías de los aficionados. Pero, pese a impacto tan meteórico, Punta Umbría sigue siendo la joya de la corona de la corte estival onubense. Playas kilométricas desde el espigón a la reserva natural de los Enebrales; puerto deportivo perfectamente arropado en su ría; frontera de Portugal a una distancia razonable; templos gastronómicos donde se venera el pescado atlántico y la gamba blanca autóctona. Y una noche que desde siempre fue larga, imparable y deliciosa. Ver amanecer desde la ría, tras un buen madrugón y amigos, es un impagable placer que no conviene contar. Ya habrá alguien interesado en cobrar tasa ecológica por tan cinematográfica visión.
Alguna vez he hablado con profesionales que se deben a su imagen (modelos, artistas, toreros) y todos coinciden en la serena existencia de Punta Umbría, donde los paparazzis apenas la tocan y los famosos acuden a la playa para fundirse con el resto de los paisanos. Si alguien lo duda, se lo pueden preguntar a la modelo Laura Sánchez y a la actual pareja de Alex Corretja, Martina Klein. Ambas coincidieron en Punta Umbría y la normalidad y sosiego de su estancia la pudo corroborar todo el que compartió comedor con ellas en el restaurante Casa Gaspar, donde se puede dormir y comer.
A diferencia de las playas atlánticas, que se abren del Coto de Doñana para oriente, el viento que predomina aquí no es una metralla de fuego y arena que te martiriza bajo la sombrilla y en casa te abomba la cabeza. Allí sopla un poniente que los lugareños denominan el «Foreño», grato para rebajar los grados de un verano cálido y húmedo. El Foreño rola para los barcos. Y rula para los marineros en tierra, para los paisanos amigos de las tertulias interminables en el Club Náutico, donde se juegan partidas de dominó que duran más que una final de fútbol con penaltis. Todo invita a vivir un tiempo estival ajeno a las exigencias de veranos impuestos por la ley de las tribus jóvenes extranjeras. Si su puerto deportivo es recogido y ejemplar para las embarcaciones que allí descansan, su verano es sereno y sosegado, tan familiar como cuando los ingleses de Río Tinto la descubrieron para gozar de su paz y sembrar jazmines cerca de los pilares de sus casas.
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