Zahara de los Atunes, lo ancho del Estrecho
Este pequeño pueblo blanco de Cádiz presume de unas inmensas playas de arenas níveas y de la almadraba en la que mueren los mejores atunes del mundo
Alberto García Reyes
Según el viento de Levante, que escribe con furor sobre la arena de la playa, Zahara es la quietud a la que vienen a morir los atunes en mitad de la batalla que libran el mar y el océano, el Mediterráneo y ... el Atlántico , con el cabo Espartel de testigo y la ventolera silbando melopeas de la morería y estribillos de cantiñas jondas. Este lugar de extrema blancura que se alza ufano frente a la almadraba, entre la breña y la roca, dando dentelladas a la costa y pintando de sol sus arenas, ha sido durante años el edén recóndito de Andalucía. En su linde con Tarifa se ocultaron los alemanes del exilio nazi, zambucando en la montaña grandes casas de descanso desde las que se divisa la ira de los mares y la mano tendida de África. Y en su frontera con Barbate desemboca el arroyo Cachón, origen de la palabra cachondeo, nacida de aquellos tiempos en que los marineros, hartos de agua salada, lograban llegar a la dulce para irse de juerga. Zahara es por eso un lugar de sosiego y paz o de jolgorio. Es el templo de los atunes y de las noches. Un cielo de morrillos a la plancha y de chiringuitos de madrugada en la orilla.
Zahara, adonde se llega por una humilde carretera que atraviesa un parque natural en el que pastan junto a las olas toros de lidia y vacas de retinto, sigue siendo un pequeño pueblo pintado de cal que siempre ha respetado la fisonomía de la costa. No hay moles de hormigón ni complejos hoteleros de estancia mecánica. Todo está hecho a la medida del Estrecho. Y, como diría cualquier pícaro gaditano, constituye la zona más universal de España . En el horizonte del agua limita con Marruecos. Al Oeste quedan los Estados Unidos, que tienen en Rota la base militar más grande de Europa. Al Este ondea la bandera inglesa de Gibraltar. Y al Sur, la playa de Los Alemanes . A un lado están las barras de mojitos y bailes con pareos en las puestas de sol. Al otro, los montaditos de atún en manteca y las medias docenas de sardinas asadas. Allí conviven la mojama, el atún de ijar y la sarda con las caipiriñas y los gin-tonics de diseño.
Zahara es una inmensa playa que sólo es derrotada por el Levante cuando se huracana, una hora divina para refugiarse en los callejones, ver las peripecias de los surferos desde las cristaleras de un plato de sashimi del mejor atún, que no es el que se llevan los japoneses, palabrita del Niño Jesús, y contemplar el ronqueo, uno de los oficios custodiados por la tradición marinera. Un ronqueador es un experto desmenuzador atunero , capaz de aprovechar hasta el corazón para filetearlo. Pero en este pequeño pueblo que subasta sus encantos en la lonja de Barbate y vuela al viento en Tarifa lo que hay que ronquear es su inexplicable capacidad para aglutinar tantos mundos distintos en un cahíz tan pequeño. Zahara, para que nos entendamos, es lo ancho del Estrecho .
Zahara de los Atunes, lo ancho del Estrecho
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