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Cáceres, con nocturnidad y alevosía

El mejor centro urbano medieval y renacentista de España se revela como un fascinante mundo de sombras y piedras

Día 31/10/2012 - 12.37h

A la Ciudad Vieja de Cáceres no le hace falta demasiado, más bien nada, para que una retroceda en el tiempo de la manera más natural. Ha quedado grabado a fuego en mi memoria mi última estancia en la capital cacereña: fue entonces cuando aprendí que el mejor centro urbano medieval y renacentista que existe en España es para disfrutarlo de noche. Un paseo a la luz cálida de los faroles, sin tropezarme con nadie más (tan sólo algunos gatos callejeros), en mitad de un silencio abrumador... Qué experiencia.

La sensación que antes rescato, hurgando en mi memoria, es la satisfacción de comprobar que no hay tiendas con letreros luminosos que se carguen la armonía del lugar. El escaso mobiliario urbano es decente: las papeleras no desentonan mucho y los bancos son poco arriesgados. Desde luego no se trata del típico complejo monumental infestado de establecimientos con camisetas de recuerdos, heladerías, puestos de bocadillos y restaurantes con menús para los turistas. Todo eso queda abajo, a partir de la Plaza Mayor, en lo que podríamos llamar 'ciudad instalada'. Aquí todo es paz y recogimiento en un entorno para quedarse sin habla.

Arrancamos el paseo en la citada Plaza Mayor, el corazón de todo. Desde el siglo XIII ha venido funcionando como plaza del mercado, de la feria, de los torneos, como coso taurino... Los portales que lo adornan se levantaron en el siglo XVI, momento en el que se allanó para poder albergar distintas actividades sociales. Desde el mismo centro se puede observar el lienzo de la muralla y el famoso Arco de la Estrella (rematado por una hornacina con una talla de la Virgen homónima) que da acceso al recinto amurallado. Subimos la imponente escalinata de granito y entramos en un mundo mágico. Antes, un vistazo a la Torre de Bujaco, de origen almohade, germen de la Orden de Santiago y origen de los Fratres (mitad soldados mitad monjes).

La Santa Iglesia Concatedral de Santa María es una maravilla. Iniciada en el siglo XII y terminada en el XVI mezcla elementos románicos, góticos y renacentistas. El retablo del altar mayor ya justifica por sí mismo la visita a Cáceres. Elaborado en borne de Flandes, cedro y pino de Arenes, en mi vida he visto una composición en madera que la supere en majestuosidad. El órgano está en plena forma y suena de categoría. Encajada en la misma estructura del edificio, en su esquina, se levanta una estatua en honor a San Pedro de Alcántara. Durante la noche vi una sombra pasar y detenerse a besar sus pies y mascullar una oración. Pensé que era una estampa sacada de otros tiempos.

A pocos metros se encuentra el Palacio de los Golfines de abajo. Sobre la ventana plateresca aparece el escudo de armas de los Reyes Católicos. Los famosos monarcas se alojaron aquí en tiempos de la Reconquista. Tras perderme por las calles de la Judería Vieja (donde se ubicaron los hebreos tras la llegada de los cristianos) desemboco no sé cómo en la plaza de San Jorge. Allí está el Convento de los Jesuitas, con sus dos torres gemelas. Actualmente está desacralizada y bajo el patio del claustro se encuentra un sorprendente aljibe que es accesible al público. Quizás mi edificio favorito sea la Torre de las Cigüeñas. Gótica, realizada en mampostería y sillería de granito, posiblemente sea la más bonita de cuantas tiene Cáceres. Los Reyes Católicos ordenaron en 1476 que las anteriores torres fueran desmochadas para evitar desafíos de señores feudales que quisieran resguardarse en ellas.

COMIENDO POR DERECHO

Para rematar mi estancia en Cáceres, además de entregarme a las cabrillas y ternera con patatas, me di un lujazo. El restaurante Atrio, una experiencia culinaria más allá de lo normal. Sus extensos menús de degustación suponen una delicia sensorial. Su bodega puede ser además una de las más completas de España. La estrella de la corona es un Chateau d'Yquem de 1806 valorado en la minucia de 150.000 euros. "No creo que se consuma, pero aporta gran prestigio al local. No hay otra igual en el mundo", me confirma el camarero. Y está en Cáceres, señores.

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