La familia que hace tatuajes a cristianos en Egipto y Jerusalén desde hace 700 años
Los Razzouk empezaron a tatuar a fieles coptos en Egipto hace siete siglos; luego peregrinaron a Tierra Santa, y desde hace quinientos años son la referencia mundial de los tatuajes religiosos
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Iniciar sesiónWassim Razzouk termina el último tatuaje del día cerca de las siete, en el nuevo local que acaba de abrir en una callejuela del Barrio Cristiano, a medio camino entre la Puerta de Jaffa y el Santo Sepulcro, en la Ciudad Vieja de Jerusalén. ... En la tienda, donde vende camisetas, colgantes o llaveros, conserva también documentos que ilustran la larga relación de su familia con el tatuaje religioso. Son 27 generaciones dedicadas a poner tinta sobre la piel, desde el año 1300, primero en Egipto y luego en Jerusalén.
Wassim, de cuarenta y nueve años, tiene los brazos tatuados, incluida una pequeña cruz que recuerda su origen. Dice que es ambidextro y se tatúa a sí mismo, y luego explica su extraordinaria historia: «Mi familia hace tatuajes desde hace 700 años. Somos la familia 'tatuadora' más longeva del mundo. Todo empezó en Egipto, donde hay una extensa tradición de marcar el cuerpo. Nosotros somos coptos y la cruz copta tradicional siempre ha sido un tatuaje muy típico (Wassim, desde luego, la lleva en su muñeca). Casi todos los cristianos coptos en Egipto tienen esta cruz. Es una forma de identificarse a sí mismos, de reconocerse como cristianos. En el pasado fue un salvoconducto para entrar en las iglesias. Era una forma de protección, y de alguna manera así sigue siendo hoy en día».
Hace quinientos años, los Razzouk se trasladaron a Tierra Santa como peregrinos. «Y entonces -continúa Wassim- descubrieron que también había una tradición de tatuar a los cristianos. Aquellos peregrinos que venían desde Europa dedicaban meses o años, en barco y a pie, al viaje de sus vidas. Por eso querían llevarse con ellos algo que acreditara que habían hecho la peregrinación, algo que pudieran enseñar, que les diera un estatus al volver a su país. Por ejemplo, una cruz de Jerusalén, como esas imágenes que ves ahí -señala una de las vitrinas de la tienda-, que son de 1669, o incluso antes».
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Wassim tiene un aire de motero a punto de ponerse el casco, con chaqueta de cuero y camiseta negra. Le encantan las Harley-Davidson. A nadie le hubiera extrañado que, en este punto de la historia de su familia, se hubiera interrumpido la tradición de los Razzouk. Sin embargo, comenzó a tatuar en 2007 después de que su padre le persuadiera para continuar con el negocio. Y aceptó el reto con todos las consecuencias, investigando las técnicas de sus antepasados y poniéndolas al día. Por ejemplo, todavía utiliza sellos de madera antiguos como plantillas para los tatuajes. Los saca de las vitrinas y los muestra con un gesto de reverencia.
Como los tiempos han cambiado, ahora Wassim Razzouk compra sus tintas en China o en Estados Unidos, por internet. Pero sus abuelos -explica- la fabricaban en casa. «Tenían lámparas de aceite que ardían todo el tiempo , y encima un plato de cerámica que guardaba el humo. Luego hacían una mezcla con aceite de oliva, hierro y otras cosas secretas, hasta conseguir la mezcla adecuada«.
Dice que la mayoría de sus clientes son peregrinos cristianos (también turistas). «Es como un certificado de su peregrinación», afirma. «La mayoría son primerizos, y en un porcentaje alto son personas mayores. Recientemente hice el segundo tatuaje a una mujer de 91 años; el primero fue en 2018. También hay quien se tatúa cada año que viene a Jerusalén».
Wassim y sus dos hijos, de 19 y 21 años, se fotografían delante de su establecimiento. Tienen estudiada la pose. Es una foto que repiten decenas de veces al año, con muchos clientes, con turistas informados que acuden a este pequeño establecimiento, con periodistas que pasan por aquí y conocen la siete veces centenaria historia de esta familia. La generación número 28 de los Razzouk parece lista para tomar el relevo.
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