Qué ver en Bretaña: la región francesa con más encanto por descubrir
La zona ofrece una oferta turística muy variada para todo tipo de públicos con el objetivo de conquistar a todo turista sin que nadie se le resista
La otra Toscana que también enamora

¿A quién no le gusta un buen crep? Ya sea dulce o salado. Se trata del plato más emblemático de Bretaña al que se le puede hincar el diente mientras se disfruta de un tranquilo paseo por Rennes, Nantes o Brest ... . Para paladares más exigentes, están las ostras de Ile Blanche, procedentes del mar de la isla efímera Callo. A su vez, en el corazón del Finistère, cerca de Pouldreuzic, el turista no puede perderse la sidrería más antigua de Bretaña, Kerné.
Muchos quizás ya se estén imaginando degustando todo ello de manera plácida, sintiéndose como un auténtico bretón en una primera escapada que podría no ser la única. Bretaña lo tiene muy claro: quiere que te sienas como en casa y tienes que dejar que te habite.
Bretaña es un buen destino turístico para recorrer en autocaravana o en coche. Y muy poco masificado. Sólo así, empapándose de la cultura de la zona, conociendo sus playas, acantilados y senderos volverás a casa como un bretón.
Y es que la región ofrece tanto turismo gastronómico como de bienestar, aventurero o cultural. Los viajeros a los que les guste la naturaleza, no pueden perderse los Montes de Arrée y las marismas de Yeun-Ele.
Al final de la península de Quiberon, en Portivy, se vislumbra la costa más salvaje, donde los acantilados dramáticos y las playas escondidas ofrecen paisajes que parecen sacados de un sueño. Cada rincón de este pequeño puerto tiene un encanto especial. Es un lugar para desconectar, disfrutar de una buena comida y, sobre todo, para dejarse llevar por el ritmo pausado de la vida junto al mar.
Por la costa de Goélo, las grandes mareas protagonizan un espectáculo bretón con fama mundial. Un paseo por el GR®34 desde los acantilados de Plouha, los más altos de Bretaña, es un espectáculo sin igual. A los pies, el puerto de Gwin Zégal, uno de los pocos que quedan en Francia con pilotes de madera.
En Saint-Malo, las grandes mareas crean un fenómeno natural único, con una diferencia entre las ellas de hasta 13 metros. Así, la playa del Sillon y lugares como el Fort National se transforman con la marea alta arrastrando la arena y cubriendo las islas cercanas. Cuando baja, la costa de Saint-Malo se convierte en un paisaje casi lunar, con rocas cubiertas de algas. Caminando hasta el Grand Bé, accesible solo durante la bajamar, aparecen los tesoros que deja el mar al retirarse, una fauna y una flora marina excepcional.
Mientras, en Quimper, la catedral gótica de Saint-Corentin guarda un secreto accesible solo para los más intrépidos: la cima de sus torres. Al ascender por sus escaleras empinadas, se pueden visualizar tejados de pizarra, calles serpenteantes y paisajes que guardan historias de siglos pasados. En medio de esta panorámica, se alza la estatua del rey Gradlon.



En pleno corazón de Brest, se encuentra la calle Saint-Malo, un pequeño tesoro oculto en el barrio de Recouvrance. Se trata de la única que permaneció en pie tras los devastadores bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Guarda, así, las huellas de un pasado olvidado mientras luce moderna y urbana. Hoy, es un espacio vibrante donde el arte y los eventos callejeros reviven su esencia, atrayendo a aquellos que buscan autenticidad. Un lugar imprescindible para descubrir, a solo unos pasos de los Ateliers des Capucins y del teleférico.
Arte y cultura
A todo ello, no puede faltar la experiencia cultural. Bretaña estrena este año propuestas para todos los gustos. Una de ellas es el regreso del pintor francés Paul Gauguin a Pouldu con la apertura del Centro de Interpretación Gauguin, que hará renacer aquella época y su herencia artística. También, después de más de un siglo en el olvido, el túnel del funicular Morlaix acoge obras de arte callejero.
Imprescindible es también este verano la IV exposición de Pinault en el convento de los jacobinos de Rennes. 'Les yeux dans les yeux' ('Los ojos sobre los ojos')contará con unas 80 obras (pinturas, esculturas, dibujos...) sobre el tema de la figura humana, el rostro y, más concretamente, la mirada.
Pistas:
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1
Cómo llegar a Bretaña: se puede llegar en coche. El vehículo es la mejor opción para conocer la región. También hay vuelos a a Nantes desde Madrid y Barcelona. También desde la ciudad condal hay vuelos a Brest. Después, lo ideal sería alquilarse un coche.
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Dónde alojarse: casa solariega en la Bahía de Morlaix (www.chateauxdufrout.fr); hotel Manoir du Sphinx en Perros-Guirec (www.lemanoirdusphinx.bzh); Casa rural faro de Île Noire en Moralix; hotel MGallery en Vannes (www.ledomaineduliziec.com/fr); B&B en Dinan (www.closducedre.com);
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3
Dónde comer: en Saint-Nazaire, Ker Juliette (www.kerjuliette.fr). Sólo tiene creps y 'galettes'; en Guérande, la Baule-Presqu'île de Guérande organiza degustaciones de ostras, encuentros con los productores... (www.labaule-guerande.com); en Plouguerneau, Maison Legris, restaurante y productor de ostras (www.huitres-legris.com).
Y, por supuesto, no puede faltar una visita a la fábrica textil Linfini en Pleyber-Christ (bahía de Morlaix). Se trata de la primera entidad de lino en Bretaña desde 1891. Con un planteamiento ecológico y artesanal, este proyecto valoriza el lino como materia prima sostenible y local, reconectando la región con una cultura ancestral. De su mano, el visitante recorrerá la historia del lino en Bretaña desde el siglo XV.
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