Madeira, la isla más verde del Atlántico
Este paraíso ofrece planes para todos: caminar entre su frondosa vegetación, disfrutar de vistas idílicas, bañarse en piscinas naturales y playas de arena negra...
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Su clima templado, prácticamente todo el año, convierten a Madeira en un destino turístico idóneo para cualquier momento. En verano las temperaturas no son muy elevadas, así que puede ser el lugar soñado de vacaciones. La isla portuguesa es el paraíso para los amantes ... de la naturaleza, ya que su biodiversidad es especialmente llamativa y comparada con algunas regiones de la Amazonia. Las flores exóticas, como el ave del paraíso (Strelitzia) y las orquídeas, crecen en muchos rincones, añadiendo una nota colorida al verde que impera en toda la isla.
El ecosistema natural más importante es un bosque húmedo con árboles de gran tamaño plagado de laureles, principalmente, y tilos; arbustos, musgos, helechos… El bosque Laurisilva, incluido en el Parque Natural de Madeira, ocupa unas 15.000 hectáreas y fue declarado Patrimonio Natural de la Humanidad por la Unesco en 1999. Parte de los numerosos senderos que ofrece la isla para practicar el trekking pasan, precisamente, por este enclave, pero en realidad hay caminos por cualquier rincón.
Paseando por las levadas
Las levadas son sistemas de canales construidos en el siglo XVI para transportar agua desde las montañas, que se han convertido en rutas de senderismo, y que permiten adentrarse en paisajes únicos, desde bosques frondosos, a acantilados con vistas al Atlántico, túneles (para los que es necesario ir con linterna) e impresionantes cascadas. Es una de las maneras más atractivas de conocer la isla, ya que hay rutas en todas las zonas (hasta 2.000 kilómetros) y para todo tipo de niveles. Entre las levadas más bellas destaca la de Caldeirão verde, que permite conocer la orografía del interior de la isla, pasando por el bosque de Laurisilva, con una frondosa vegetación y acabando en una bonita cascada.
Para los amantes de las alturas y los desafíos, una de las más espectaculares es la caminata Escalera al cielo del Pico Areeiro, el tercer punto más alto de la isla. La ruta parte desde los 1.818 metros, donde es posible acceder con coche. Desde allí, se va ascendiendo, pasando por miradores impresionantes, como Ninho da Manta, hasta llegar a los empinados escalones con vistas panorámicas, muchas veces por encima de las nubes.
Para los que prefieren disfrutar de las vistas del Atlántico, la vereda da Ponta de São Lourenço es un recorrido circular que discurre por acantilados entre piedras rojizas con el azul del océano.
Rutas en jeep y recorridos en velero
Otra manera de recorrer Madeira es realizar una ruta en jeep. Los 4x4 permiten descubrir rincones de difícil acceso de otra forma, entre la exuberante vegetación, para llegar a cascadas, acantilados y valles. Se trata de tours guiados con los que visitar zonas como las piscinas naturales de Porto Moniz, el bosque de Fanal o el mirador de Bica da Cana.
El océano Atlántico forma parte del ADN de Madeira y aunque es visible desde gran parte de la isla, también se puede navegar por él y tener así otra perspectiva. Con velero, yate, catamaran o incluso en una réplica de un barco del siglo XVI se pueden realizar excursiones desde Funchal, Calheta o Machico, para avistar delfines y ballenas, practicar snorkel o buceo, o simplemente disfrutar de la puesta del sol.
Si se buscan actividades propias de la isla, no hay que perderse los Carrinhos de Cesto (trineos de mimbre). Estos curiosos vehículos, que datan del siglo XIX, fueron utilizados como medio de transporte por la población de la parroquia de Monte, situada a 500 metros de altitud, para bajar rápidamente a Funchal. Fabricados a mano con mimbre y madera por artesanos, y empujados por dos conductores, se han convertido, en la actualidad, en atracción turística para los viajeros que buscan adrenalina, y de paso disfrutar de vistas panorámicas sobre la capital con el océano de fondo.
Los que prefieran algo menos aventurero también pueden disfrutar de los diversos teleféricos que facilitan la conexión a zonas difíciles, por su topografía montañosa y escarpada.
Playas de arena negra y dorada
Madeira no destaca por sus playas, ya que al ser de naturaleza volcánica, estas son, principalmente, de arena negra y rocas, salvo dos excepciones, Machico y Calheta, con arena artificial dorada que se ha traído del Sahara. Sin embargo, las aguas cristalinas del Atlántico bien merecen un chapuzón, y para ello la isla ofrece diversas playas y zonas de baño con vistas a escarpados acantilados y montañas verdes. Las piscinas naturales de Seixal, en la costa norte, se encuentran en un curioso enclave entre rocas gigantes de lava negra. En la costa sur, en Funchal, Doca do Cavacas, con acceso directo al mar, es también una opción apetecible.
Pero el archipiélago guarda un gran secreto, a 40 kilómetros al nordeste de Madeira, la isla de Porto Santo alberga la mejor playa, con arena fina dorada y aguas turquesas. Son nueve kilómetros entre Vila Baleira, la capital de la isla (que tiene en total 11 kilómetros de largo y 6 kilómetros de ancho), hasta Ponta de Calheta. A menos de 20 minutos en avión desde Funchal, o dos horas y media en barco, es un remanso de paz, en el que disfrutar de la tranquilidad, y del poder curativo de sus aguas y barros. A pesar de su pequeño tamaño la isla acoge varios spas.
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