Una 'copia' de Venecia (muy cercana y sin masificar) que sí quiere más turistas

Durante siglos fue llamada la Pequeña Venecia, lo que desagrada a sus habitantes, porque así ven subestimado el valor de su ciudad. Su centro histórico se ubica en el extremo sur de la laguna, sobre un conjunto de islotes divididos por canales y conectados por puentes. A diferencia de Venecia, la mayor parte del área es transitable por automóviles y transporte público. Tradicionalmente ha vivido de su agricultura y pesca. Ahora muchos de sus residentes trabajan en Venecia, sobre todo en el sector hotelero. Chioggia cuenta con 48.000 habitantes, es decir, 2.000 menos que Venecia, corazón en su día de la Serenísima República de Venecia, que existió como Estado independiente desde el siglo IX hasta 1797, logrando ser en su apogeo una gran potencia marítima. Chioggia mantiene su población, en contraste con Venecia, que pierde habitantes de forma imparable, hasta el punto de bajar por primera vez en agosto del umbral de 50.000, una cifra psicológica (hace 50 años había 108.000 habitantes).

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Ángel Gómez Fuentes

La tarifa será de 3 a 10 euros, según la afluencia de visitantes, y solamente la pagarán los turistas que no pernocten en la ciudad. El sistema, que entrará en vigor el 16 de enero 2023, comenzará a experimentarse desde el primero de agosto

Mientras Venezia se asfixia con el creciente número de turistas (30 millones al año, una media de 82.191 diarios) y trata de disuadir a los turistas que solo pasan unas horas en la ciudad de los canales, imponiéndoles el pago de una entrada de 3 a 10 euros a partir del 16 de enero, en Chioggia el turismo es bienvenido y se espera que aumente en el futuro. Todo lo que sea 'robar' turistas a su rival Venecia, alegra a Chioggia, donde se sienten orgullosos de acoger a visitantes, según explican algunos lugareños al NYT: «Estamos muy orgullosos de que venga mucha gente. Escuchas a la gente hablar inglés en las calles, no estábamos acostumbrados a eso», manifestó Alessia Boscolo Nata, maestra en la escuela secundaria local. «Éramos los hijos de la laguna de un dios menor y ahora ya no lo somos», bromeó Teresa Bellemo. «Hace solo cinco años, todo estaba tan deteriorado y aburrido que no había nada que hacer para los jóvenes. Ahora está lleno de vida, es un gran lugar para pasar un buen rato», dijo la señora Bellemo, de 39 años.

En los últimos cinco años es visible en Chioggia el crecimiento del número de turistas, con la llegada de cruceros. En la ciudad no se advierte oposición, como ocurre en Venecia y Marghera, ya que obtiene un beneficio económico, revitalizando el centro histórico, y porque, además, los cruceros son los más pequeños. No se permiten si llevan más de 1.000 pasajeros. De todas formas, es un asunto delicado. El grupo ecologista que organizó las protestas contra los cruceros en Venecia, el Comité No Big Ships, quiere que los cruceros salgan por completo de la laguna veneciana para proteger su frágil ecosistema y, por lo tanto, se opone al desvío de los barcos a Marghera y Chioggia. El grupo ecologista ha organizado recientemente nuevas protestas en Marghera, que es parte de Venecia, pero no en Chioggia, porque está fuera de su jurisdicción.

El turismo no es nuevo en Chioggia. Pero sí ha cambiado el tipo de turista en los últimos años. Antes se interesaba sobre todo por la playa, porque a dos pasos, basta pasar un puente, está el barrio de Sottomarina con buenas playas. Ahora se aprecia también como una ciudad de arte. Muchas son sus iglesias. Están por doquier. Las hay notables, como la basílica de San Giacomo, la iglesia de la Santísima Trinidad, la de Filippini y el Duomo de Santa Maria Assunta que acoge una obra de Tiépolo. Pero uno de los lugares más queridos por sus habitantes es el santuario de San Domenico, una joya barroca del siglo XVIII, famoso por albergar, entre otras obras importantes, el 'Éxtasis de Santo Tomás» de Tintoretto, y sobre todo por un misterioso crucifijo de madera: el rostro de Cristo, según el punto desde el que se mire, cambia de expresión. Se trata de un gran crucifijo del siglo XIII, con más de 4 metros de altura. Cabe destacar también el Palacio Renier, el Museo Diocesano y la antigua torre de Sant'Andrea con reloj, que fue atalaya y también faro, un monumento con museo cargado de historia.

No se puede visitar Chioggia sin acercarse al que es, por su flota de unos 280 barcos de pesca, el primer mercado de pescado del Alto Adriático, donde se subastan las cajas de vieiras, centollos, doradas, lubinas, sepias y lenguados. Ligada al pescado, que reina en Chioggia, está la gastronomía. Durante el mes de julio se celebra su muy famosa 'sagra' (una especie de feria o fiesta) del pescado, que atrae a miles de turistas de toda Italia desde hace 80 años.

En definitiva, una visita a Chioggia, con siglos de historia, arte y cultura gastronómica, es obligada o, como dice el NYT, imperdible.