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«La aurora boreal más impresionante de mi vida»: el testimonio del gran experto en el Ártico

El explorador polar Ramón Larramedi recuerda para ABC Viajar su fascinación de por las auroras boreales en el glaciar de Qaleraliq, en Groenlandia

Una aurora boreal en el cielo de Nuuk, la capital de Groenlandia VADIM NEFEDOV

Ramón Larramendi

He visto cientos de auroras boreales en mi vida y nunca me he cansado de contemplarlas, pero si me preguntan que cuáles han sido las más impresionantes, mi recuerdo me lleva a finales de los noventa en el sur de Groenlandia . Realizábamos en aquel momento la exploración en kayak de los fiordos del sur de la isla con vista a organizar viajes en la región y, mapa en mano y sin prisa, recorríamos todos los rincones que aparecían a nuestro paso: islas, desfiladeros, frentes glaciares intrincados, cascadas, pasos bloqueados por témpanos… Todo era interesante para mí pero, por encima de todo, mi objetivo era llegar al glaciar de Qaleraliq , nombre inuit que alude a la abundancia de fletanes en esa zona. Estudiando el mapa, veía claramente que a la izquierda de su frente glaciar existía un acceso para ascender gradualmente al Inlandis , el inmenso casquete polar de Groenlandia; probablemente era el único paso fácilmente practicable hacia el hielo interior en todo el sur de la isla y no pensaba en otra cosa que en explorarlo.

Ramón Larramendi

La llegada hasta el Inlandis se hace tras recorrer un largo fiordo con paredes de roca desnuda que contrasta con los icebergs diseminados, un entorno magnífico. Tras el día entero remando y cuando ya empezaba a caer la tarde, por fin avistamos el gigantesco frente glaciar al fondo del fiordo –por cierto, reducido drásticamente hoy en día debido al calentamiento global–; dos horas más tarde, ya de noche, distinguíamos en la penumbra los verticales y amenazantes seracs del glaciar en su caída al mar. Si la noche no nos dejaba ver, sí nos dejaba oír, pues no es silencio lo que rodea a un frente glaciar sino infinidad de ruidos provenientes del hielo cuando está en la última fase de su recorrido hacia el mar: crujidos, explosiones, resquebrajamientos que retumban durante segundos interminables, un espectáculo natural impresionante, más aún cuando estás subido en un kayak, al que no cabía pedir nada más… Y entonces apareció la aurora , apenas unos haces blanquecinos al principio que fueron tomando intensidad rápidamente, con intervalos de quietud y rápidos movimientos en forma de arco, para imponerse en forma de verde luminoso que inundó todo el cielo. Quizás sólo fue una aurora más, pero supongo que por coincidir con mi primera exploración del hielo de Qaleraliq, lo recuerdo como un momento de contemplación imborrable.

Las auroras se producen por efecto del viento solar , iones emitidos por el Sol a una velocidad altísima que se concentran al ser atraídos hacia los polos de la Tierra, emitiendo luz al chocar con las partículas de nuestra atmósfera. Esta prosaica manera de describir el fenómeno es también la más fácil para mí, porque lo que se siente al verlas no se describe bien con palabras. Cada año, regreso al glaciar Qaleraliq, que se ha convertido en parte de mi vida pues años después instalé un campamento . Los que tienen la suerte de ver auroras, cuando tratan de describirlas, siempre usan la misma palabra: mágicas.

* Ramón Larramendi es explorador polar, fundador de la agencia Tierras Polares y creador del Proyecto Trineo de Viento para la investigación polar.

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