El excepcional santuario de los tartesios que está en el pueblo de 'El alcalde de Zalamea'

Visita al yacimiento arqueológico de Cancho Roano, en Zalamea de la Serena (Badajoz), que nos traslada a los siglos VII-IV a. C. y a una civilización misteriosa que siempre ha cautivado nuestra imaginación

Los primeros rostros de Tarteso: crónica de un secreto por fin revelado

Capillas del Santuario de Cancho Roano F.C.

Fran Contreras

El Santuario Tartésico de Cancho Roano está en una vaguada a orillas del arroyo Cigancha, a tres kilómetros de la localidad de Zalamea de la Serena (Badajoz), villa inmortalizada por el dramaturgo Pedro Calderón de la Barca en su obra 'El Alcalde ... de Zalamea'. Esta localidad fue fundada -según Tito Livio- por los romanos, que la llamaban Ilupia, tiempo del que ha quedado huella en el Distylo Sepulcral, un monumento funerario de casi 24 metros de altura. Siglos más tarde fue encomienda de la Orden de Calatrava, en la que su gran maestre Juan de Zúñiga reunió una corte de eruditos, entre los que se encontraba Antonio de Nebrija, quien aquí publicó la primera gramática del castellano.

Como descubriremos en el Centro de Interpretación, donde se exponen fotografías de época y maquetas, el yacimiento fue hallado a finales de los años 70 del pasado siglo XX por el labrador Jeromo Bueno mientras realizaba una alberca para el riego en su finca. Su arado dejó al descubierto numerosos muros de piedra y adobe, así como grandes cantidades de ceniza y objetos. El hallazgo, hizo que el maestro de la localidad, Juan Antonio Hidalgo, avisara al arqueólogo Joan Maluquer de Motes, quien comenzó sus trabajos en el lugar, que se prolongaron durante dos décadas, desenterrando un singular edificio, el primero de la cultura de los tartesios fuera de Andalucía; un palacio-santuario tartésico, que estuvo habitado entre los siglos VII a. C. y IV a. C., formado por tres recintos de tres épocas distintas superpuestos, en el que se hallaron joyas de oro y plata, objetos de hueso y marfil, vasijas y arreos de bronce, vidrios, herramientas de hierro, y que tuvo un final abrupto: sus moradores, no sabemos aún por qué, decidieron quemarlo y sellarlo con tierra.

Tras conocer su historia, atravesaremos la dehesa para acceder al santuario, que ocupa quinientos metros cuadrados, está protegido desde el año 2001 por una cubierta y es Monumento Nacional desde 1986. Llegaremos a una rampa que salva un gran foso, de cuatro metros de profundidad, que rodea y protege todo el santuario, excavado en la roca, así como un dique junto al arroyo, que es la obra de ingeniería fluvial más antigua de nuestro país. Aquí, encontraremos uno de los secretos y misterios aún por desvelar del lugar: la llamada Estela del Guerrero. La figura de un guerrero, con espada y una especie de escudo -formado por varios círculos concéntricos- grabada en un monolito de piedra tumbado en el suelo.

Sala principal del yacimiento de Cacho Roano F. C.

Más tarde, cruzaremos por dos construcciones poligonales, los restos de dos torreones que albergaban una puerta de madera, para entrar en un gran recinto abierto, de cien metros cuadrados de extensión. Un patio con forma de U, rodeado por una banqueta de pizarra, en cuyo centro hay un pozo al que se baja por una escalera -y en el que se hallaron numerosos objetos-, todo cercado y protegido por altos muros de adobe, rojos en el exterior y blancos en su interior, todo ello rodeado por once capillas de ofrendas.

Pistas

  • Dónde. Ctra. Quintana / Zalamea, Km. 3. Zalamea de la Serena (Badajoz).

  • Abierto todos los días, salvo los domingos por la tarde. Festivos, cerrado. Visitas guiadas a grupos con cita telefónica previa. 690 66 60 89.

  • A 60 km Cancho Roano está Casas del Turuñuelo, en el término municipal de Guareña, un yacimiento arqueológico tartésico del siglo V a. C. Allí se descubrieron recientemente cinco rostros tartésicos esculpidos en piedra, un hallazgo que reescribe la historia de una de las primeras civilizaciones occidentales.

A la izquierda de la entrada y patio, podremos subir por unas escaleras a la parte superior, desde comprobaremos las diferentes épocas de construcción superpuestas, y, en el centro, la sala de los altares, que hace de eje de todo el palacio santuario. Un altar formado con adobes y con forma de piel de toro, y otro con forma de círculo del que parte un triángulo, y con un hueco, en el que se depositaba un vaso de cerámica para realizar las ofrendas.

Viajar hasta el Santuario de Cancho Roano, es realizar un viaje a nuestro pasado más remoto en busca de las huellas de una civilización, la tartésica, que sigue despertando la curiosidad e imaginación, repleta de incógnitas por desvelar. Un destino clave para saber más sobre una civilización que evoca a una Edad de Oro, a la mítica Atlántida, a Gárgoris y Hábidis. Una cultura y civilización de riquezas agrícolas y minerales, de avanzados conocimientos y tecnología, de misteriosa religiosidad.

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