Aragón-Huesca
San Juan de la Peña, el Castillo del Grial
Incrustado bajo una gran roca y excavado en la montaña, se encuentra el que fue centro medieval político, cultural y religioso del Reino de Aragón
El monasterio cisterciense más grande de Europa que brilla en un pueblo de Soria

Escondido, alejado de todo, en la Sierra de San Juan, en el Valle de Atares (Huesca), envuelto por un paraje brumoso y solitario que sobrecoge, un entorno natural sin igual como son las estribaciones montañosas pirenaicas. Territorio mágico sagrado para el ... ser humano desde tiempos remotos, eje de la ruta jacobea aragonesa, el viajero encontrará un monasterio fascinante que fue cuna del Reino de Aragón, donde historia y leyenda se dan la mano: el Real Monasterio de San Juan de la Peña.
Sus orígenes son legendarios. Cuenta la tradición y leyenda que fue el noble aragonés Juan de Atares, tras dejar su cómoda vida, el primero en ocupar estas cuevas y montes dedicándose a la vida contemplativa en el siglo VIII, en plena invasión musulmana. Aquí, junto a la gran cruz que levantó, pasaba las horas rezando. Un buen día llegó un hidalgo de ricas ropas quien le tentó a volver a la vida cortesana y abandonar su fe. El anacoreta se dio cuenta que aquel caballero era en realidad el diablo, cayendo en ese momento desmayado, siendo despertado más tarde por un ángel que le encomendó buscar una cueva y construir un altar e iglesia en honor a San Juan Bautista.
Así nació el eremitorio al que, tras la muerte de san Juan de Atares, llegaron san Voto y san Félix creando la primera comunidad anacoreta, siendo más tarde relevados por otros dos eremitas, Benedicto y Marthelo, quienes en el siglo IX iniciaron la edificación del templo y la vida monacal.
Se trata de una humilde iglesia rupestre que fue ampliada bajo el estilo románico en el siglo XI por el rey Sancho III el Mayor y que, en el siglo XII, pasó a ser encomienda de la Orden del Temple, la primera en nuestro país, bajo el reinado de Alfonso I el Batallador. Templarios que aquí custodiaron una de las grandes reliquias, el Santo Grial, hoy en la Catedral de Valencia. Monasterio y Grial donde se sustituyó y unificó la liturgia, de la hispano-visigoda a la romana, se firmaron los acuerdos de vasallaje con Roma que han llegado hasta nuestros días, y que fueron el origen, gracias a los relatos de peregrinos y trovadores, del nacimiento de lo que hoy conocemos como novelas la literatura caballeresca. Tal es el caso de 'Perceval o el cuento del Santo Grial' de Chretien de Troyes y Wolfram von Eschenbach.
La 'iglesia baja' y la 'iglesia alta'
Nada más acceder al viejo monasterio rupestre, el viajero se encontrará ya con historia y leyendas. Entrará por el atrio para alcanzar la primigenia iglesia mozárabe, construida en la roca y sobre las cuevas eremitorios en el siglo X. Hoy soterrada, como si fuera una cripta, el templo posee dos naves y tres ábsides cuyos muros conservan parte de la policromía original, pinturas relacionadas con el mismo maestro que realizó las del panteón real de San Isidoro en León.

Saldremos de la iglesia para recorrer la Sala de los Concilios, llamada así porque se creía que en la misma se realizaron reuniones eclesiásticas, aunque la realidad es que era el espacio que ocupaban los dormitorios de los monjes. Por una gran escalera ascenderemos a la parte alta. Primero a un recinto cuadrangular y abierto en cuyos muros están las 'Tumbas de los Nobles', nichos dispuestos en dos hileras a media altura, decorados con arcos de medio punto (ajedrezado jaqués) y cada uno de ellos con mágicos crismones.
Después, se entra en la antigua sacristía, donde se ha dispuesto el panteón real, las tumbas, entre otras, de Ramiro I, primer rey de Aragón, y de los monarcas como Sancho Ramírez y Pedro I. A continuación, por una pequeña escalera, se llega al corazón del monasterio o 'iglesia alta'.
Construida en el siglo XI sobre la 'iglesia baja', románica, con bóvedas de medio cañón, muros repletos de marcas de cantero, su cabecera está formada por tres ábsides que se funden y están cubiertos por la roca de la montaña. El espíritu viajero se encoge, en una atmósfera mágica, entre luces y sombras, sabiendo que aquí estuvo, protegidos por templarios, el Grial, el cáliz con el que Jesús de Nazaret celebró la Última Cena.
El Claustro del Maestro de San Juan de la Peña
El recorrido prosigue rumbo al claustro, edificado como prolongación del santuario. Se extiende en el exterior, asomándose como un mirador al valle y bajo la roca de la montaña.
Fue construido en el siglo XII, siendo uno de sus autores, del que poco se sabe, el llamado Maestro de San Juan de la Peña. Un claustro marcado por simbología y misterios, como avala la inscripción que aparece en el dintel de entrada: 'Porta per hac caeli fit per via cuique fideli si studee d fideli iungere iussa Dei' ('Esta puerta abre el cielo a todo fiel que se esfuerce en unir la fe al cumplimiento de los mandamientos de Dios').

También encontramos más de treinta capiteles tallados con motivos geométricos, vegetales y escenas religiosas, con figuras humanas de marcadas expresiones y ojos abultados, entre las que destacan: el Libro del Génesis, la Creación, Adán y Eva, la Tentación, la Expulsión del Paraíso, Abel como pastor y Caín como labrador, la infancia de Jesús -desde la Anunciación a María hasta la matanza de los inocentes-, la vida pública de Jesús, las bodas de Caná, la resurrección de Lázaro, su entrada a Jerusalén, o la Última Cena, entre otros.
Un viaje en busca del Grial
A partir del siglo XIII, cuando los monjes mostraron su apoyo al hereje Papa Luna de Peñíscola, el monasterio comenzó a perder su protagonismo. Una situación que se vio agravada con dos incendios, el primero se produjo en el siglo XV y el segundo en el siglo XVII. Este último no solo acabó con la gran biblioteca sino que provocó que se abandonara el cenobio rupestre y se edificara un nuevo monasterio, hoy conocido como 'el de arriba', en la llamada Pradera de San Ildefonso, a dos kilómetros del viejo.

Este nuevo monasterio es visita obligada para el viajero, ya no sólo porque aquí se adquieren las entradas para visitar el viejo Monasterio de San Juan de la Peña sino porque alberga el Centro de Interpretación, visita clave para descubrir la historia y secretos del lugar, para que, amigo lector, emprenda un viaje cual Perceval del siglo XXI, al Castillo del Grial.
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