El pueblo al que solo se puede acceder por una cueva natural de 250 metros

A 7 km de Ribadesella está Cuevas del Agua (Asturias), pueblo al que se accede por una de las contadas cavidades naturales del mundo cruzadas de extremo a extremo por una carretera asfaltada

Un pueblo cargado de leyendas y meigas, Capital del Turismo Rural 2023

La Cuevona es el único acceso a Cuevas del Agua turismo de asturias

Javier Jayme

Asturias es pródiga en bellezas y pasmos a granel por donde quiera que se la mire. Constituye una combinación galvanizante de naturaleza, cultura y gastronomía que compromete a los cinco sentidos, con paisajes de tarjeta postal tipificados por unos verdes plurales, lustrosos y ... omnipresentes, un acervo monumental que evidencia la historia del Principado y unas exquisiteces culinarias que son marca registrada en España y en el resto del mundo.

Con todo eso, aún podemos sumar una singularidad a sus encantos: el de sus aldeas remotas en el tiempo -ya que no en el espacio-, ajenas al cotidiano existir en los grandes y pequeños núcleos urbanos; sitios medio recónditos a los cuales se accede por caminos enrevesados y solitarios, hogar de xanas y trasgos, seres de la mitología astur que travesean en arroyos y manantiales, ocultos entre la espesura nemorosa a las miradas humanas.

A tan solo 7 km de la archiconocida villa de Ribadesella, enriscada a pie de monte en la vega del río Sella, Cuevas del Agua pertenece a este universo reservado, que bastantes entenderían de cuento de hadas. Una especie de retiro apartado del mundanal ruido en el que, en cierta manera, sus 323 habitantes (censo de 2022) conservan las señas de identidad de una vida rural atávica, junto a numerosos elementos etnográficos y muestras genuinas de la arquitectura tradicional asturiana. Aquí, además, con el añadido de una curiosidad realmente novedosa: que su único acceso contempla 250 m de recorrido a través de la Cuevona, una de las contadas cavidades naturales del mundo cruzada de extremo a extremo por una carretera asfaltada -decididamente angosta en este caso-, que va a morir entre las casas de Cuevas del Agua.

Excavada y modelada durante eones por la acción fluvial, la Cuevona encierra un peculiar mundo cavernario. El trayecto por ella es de tal modo pintoresco que, amén de permitir el paso de coches, está habilitado para efectuarlo a pie ida y vuelta, dejando los vehículos en el pequeño aparcamiento anexo a su entrada. Si bien cuenta con iluminación artificial, ésta es discontinua, por lo cual, a despecho de que el tráfico rodado sea mínimo, conviene tomar precauciones para evitar percances, ya sea vistiendo ropa de colores claros o portando una linterna para ser vistos.

Aunque breve, si así se quiere considerar, el paseo no deja de ser una aventura insólita a la descubierta de un muestrario en superficie de seres de los tres reinos de la naturaleza -animal, vegetal y mineral- propios de los mundos subterráneos. Estalactitas y estalagmitas se reparten por doquier. Algunas, como se podía esperar a estas alturas, bautizadas con nombres figurativos: las barbas de Santiago, la lengua del Diablo, etc. Y compartiendo recinto con las maravillas calcáreas se hallan los especímenes vivos que medran en la oscuridad terrena y en la del arroyuelo adyacente, ya se trate de ocupantes esporádicos o permanentes; desde hongos y musgos hasta la salamandra ciega, posiblemente el ejemplar más exótico del mencionado muestrario.

La Cuevona lLa Cuevona es una de las contadas cavidades naturales del mundo cruzada de extremo a extremo por una carretera asfaltada -decididamente angosta en este caso-, que va a morir entre las casas de Cuevas del Agua. Sobre estas líneas, a la izquierda, una panera, antigua edificación rural sobre pilares para almacenar el cereal. TURISMO DE ASTURIAS

Eso sí: refractarios a la presencia humana, que va en aumento, los murciélagos, hasta hace poco inquilinos habituales de la Cuevona, van emigrando con resignación, en busca de alojamientos menos convulsos. De cualquier modo y desde el punto de vista didáctico, los maestros de colegio que frecuentan estos pagos enfrentan un estimulante desafío: el de descubrir a sus alumnos los secretos de la naturaleza in situ.

Hórreos en el caserío

Y por fin, al otro lado de la galería, Cuevas del Agua, con su apacible caserío, su ermita bajo la advocación del apóstol Santiago y algo que, siendo el cultivo del maíz uno de sus primordiales recursos económicos, no puede faltar en sus predios: los hórreos, características construcciones regionales de madera que ofician de graneros elevados del suelo sobre pilares para eliminar la entrada de la humedad y de animales de toda clase, en especial de los roedores. Precisamente el mayor número de tales distintivas estructuras en todo el municipio se halla desperdigado por este primoroso rincón aislado, aunque se rumorea que solo seis permanecen en buen estado.

La ruta de los Molinos

Como actividad adicional, sobre todo para senderistas impenitentes, cabe acometer la umbría y acuosa ruta de los Molinos, un itinerario lineal entre Cuevas del Agua y Tresmonte. Son unos 8-9 km de ida y vuelta por terreno llano a través de plantaciones de maíz, un largo puente metálico colgante sobre el Sella, una finca de cría de cerdos asturianos, otros puentes menores de madera con barandillas, arroyos con torrenteras a esgaya y, mayormente, verdes marañas boscosas con árboles derribados por las tormentas, algunos de los cuales forman incluso exiguas techumbres sobre el camino. Y, claro está, descubriendo los molinos, antiguas construcciones comunitarias de mampostería indispensables en las tareas agrícolas, hoy en desuso y semiderruidos.

De un modo u otro, la jornada empieza y acaba en Cuevas del Agua. Acunada por el sordo murmullo de la corriente fluvial, trasegada por los olores del orballo suspirante y de su lozana floresta, esta localidad aún retiene parte de la atmósfera de las aldeas de antaño, donde el sosiego y la ausencia de prisas eran moneda compartida en el diario quehacer de las gentes. Y por todo ello, mañana, ya de vuelta en nuestros hogares, nos será particularmente grato hacerle hueco en el baúl de nuestros recuerdos.

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