Nájera, el lugar que alberga la mayor concentración de grafitis presidiarios de España
La Rioja
En el Museo Najerillense se encuentra la puerta que inmortalizaron los presos durante el siglo pasado
Reino de Nájera: el pueblo de La Rioja que fue centro de la Reconquista recrea su historia
Fran Contreras
Nájera (La Rioja)
Nájera, la noble y leal villa riojana, que fue sede real y capital de reino, ubicada a las sombras de los montes Malpica y El Castillo, a orillas del río Najerilla, eje en el Camino de Santiago, atesora en sus calles ... diferentes lugares marcados por historia y leyenda que todo viajero debe conocer: los restos del castillo y alcázar; las cuevas rupestres medievales; el puente de Piedra, que edificó el maestro constructor san Juan de Ortega para el paso de peregrinos; la iglesia de la Santa Cruz, donde se guarda la reliquia del Lignum Crucis que da nombre al templo y las reliquias de San Prudencio, patrón de la ciudad; o el monasterio de Santa María la Real, panteón real y de infantes, con su majestuoso gótico claustro de los Caballeros, su coro repleto de alegorías paganas, donde se encuentra la cueva en la que se halló la legendaria Virgen de la Jarra o de la Terraza.
Pero existe otro enclave, desconocido por muchos, que atesora la mayor concentración de grafitis presidiarios de nuestro país: el Palacio del Abad, actualmente sede del Museo Histórico Arqueológico Najerillense.
Ubicado en la plaza del Castillo, junto al Monasterio de Santa María la Real, fue construido en el siglo XVIII como residencia para los religiosos. Se trata de un edificio singular, ya que estaba comunicado con el conjunto monástico por un pasadizo elevado sobre la calle de las Viudas, para que así el abad y clérigos no tuvieran que salir del mismo.
En el edificio, además, se instaló una nueva botica que llegó a ser de gran importancia y de la que el ilustre Jovellanos afirmó en sus diarios que estaba formada «por una bella colección de botería de loza y vidrio y tenía un buen surtido de drogas». Una botica que, tras la desamortización de Mendizábal, fue trasladada a una de las calles de la localidad najerina, para ser más tarde vendida y llevada a Cataluña, donde hoy se puede contemplar en el Museo Cusí de Farmacia, en Barcelona.
En 1838, el palacio abacial fue cedido al ayuntamiento, pasando a ser la cárcel del Partido Judicial, la prisión de los cuarenta y dos pueblos de la comarca de Nájera, hasta que en 1981 fue reformado y convertido en el actual arqueológico museo.
«Estuve aquí…Aquí estoy…preso, por nada»
Esta cárcel, de gran importancia, estuvo en uso desde 1838 hasta 1979. Aquí, algunos de sus presos llegaron a cumplir más de veinte años de condena, los últimos en la década de los años setenta del pasado siglo XX. Reos que dejaron plasmados en los muros, las ventanas y las grandes puertas de madera de olmo de los calabozos más de doscientos grabados que son la mayor concentración de grafitis presidiarios de nuestro país y una de las más importantes de Europa. Expresiones artísticas que van desde simples trazos a elaborados dibujos y frases con una excepcional caligrafía.
Así, cuando el viajero recorra los pasillos del museo, descubrirá con asombro animales -ciervos, lobos, cabras, burros, gallos y toros-, símbolos -como estrellas, cruces y rosetas-, o diferentes objetos y utensilios, entre los que sobresalen más de diez cucharas (no sabemos si como una forma de protesta por la comida) y todas con el palo del mango afilado, lo que indica que pudieron ser utilizadas como cuchillos.
Por encima de todos estos grafitis, destacan dos grupos. Por un lado, el de las representaciones de escenas cotidianas, como la ecuestre, un caballero montado a caballo; y la dedicada a la tauromaquia, donde un chico sobre unos zancos, haciendo alusión a los danzadores de Anguiano, lidia mientras otro mozo pone unas banderillas. Y por otro lado, el de los escritos: nombres de pueblos, nombres y apellidos, motes, iniciales, marcas notariales y frases, como las que escribió una mujer que dice «yo no entiendo a los españoles, unos me bajan las bragas y otros las combinaciones», o la de un hombre que rubricó «por tocarle las domingas a dos mozas en el paseo de Nájera estoy preso». Y, sobre todo, las frase y mensajes reivindicativos, siempre acompañados de un nombre que terminan diciendo: «aquí estoy…estuve aquí…preso por nada».
Grafías que, lejos de ser toscas y sencillas, muestran una refinada técnica y destreza en su elaboración, así como el alto nivel cultural de los presos en un tiempo en el que reinaba el analfabetismo y que solo se puede explicar, según los expertos, por las normas que impuso el ministro Montoya en aquellos tiempos, quien ordenó que la educación llegara a todos los pueblos por muy pequeños que fueran y la escolarización fuera obligatoria hasta los nueve años.
Un viaje en el tiempo
Visitar el Museo Najerillense es visitar el pasado. Sus salas guardan una importante y valiosa colección de objetos, todos ellos pertenecientes a excavaciones arqueológicas, en la que descubrimos la historia y leyenda de Nájera, desde la época prehistórica, pasando por la romana y musulmana hasta la medieval. Pero, además, atesora un legado antropológico único y fascinante en su conjunto de grafitis presidiarios que han logrado conservar y proteger.
El viajero quedará asombrado y fascinado no solo por el gran número y calidad de los grafitis, sino sobrecogido por lo que todavía hoy siguen transmitiendo esos mensajes que han quedado inmortalizados en muros, ventanas y puertas que realizaron los convictos, mujeres y hombres, encerrados en celdas con poca luz, espacio y condiciones higiénicas nada saludables, y que esperaban ser libres en algún momento. Grabados con los que rompían la monotonía, el silencio y la soledad que muestran las ideas y emociones, profundos anhelos, recuerdos y reivindicaciones de aquellos que ansiaban nuestro bien más preciado, la libertad.
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