Navarra
San Salvador de Leyre: el misterioso monasterio y la leyenda del abad que viajó en el tiempo
Sus muros guardan una de las criptas románicas más enigmáticas de nuestro país
La cárcel real cacereña del siglo XVII que se convirtió en museo
FRAN CONTRERAS
Ubicado al nordeste de Navarra, en los silenciosos parajes montañosos de la sierra de Errando, rodeado y protegido por farallones de roca, junto al embalse de Yesa, el viajero encontrará uno de los conjuntos monásticos más importantes de nuestro país. Fue clave ... en la historia del antiguo reino navarro, centro neurálgico de la religiosidad, espiritualidad y cultural, cuyos muros guardan numerosos secretos tallados en piedra así como leyendas: el emblemático monasterio de San Salvador de Leyre.
Todo lo que rodea a Leyre está envuelto en la bruma del misterio y leyenda. Erigido sobre unas cuevas de eremitas, aparece referenciado por primera vez en el siglo IX por san Eulogio de Córdoba. Empezó a adquirir relevancia a partir del siglo XI al recibir las reliquias de las santas Nunilo y Alodia. De la mano de los reyes Sancho III el Mayor -quien lo designó como 'centro y corazón del reino'- y García Sánchez III el de Nájera, quienes impulsaron la construcción del templo, lo consagraron, convirtiéndose en la primera corte de los monarcas navarros.
Neumáticos, cristales, alambres o bidones: así se construyó la Catedral de Justo
FRAN CONTRERASOcupa 5.000 metros cuadrados y fue construida por un solo hombre, sin estudios, sin maquinaria y con materiales desechables
Durante el siglo XII alcanzó esplendor siendo escenario de la vida política y religiosa, panteón real y cultural. A partir del siglo XIII empezó su decadencia, olvidado por la corona, perdiendo su independencia, quedando bajo dominio del obispado de Pamplona y con la intervención del Cister. Un monasterio que casi desapareció tras la desamortización pero que renació gracias a la orden benedictina a mediados del siglo XX.
La Porta Speciosa, el maestro Esteban y el Juicio Final
Hoy el viajero accede a la iglesia por la llamada 'Porta Speciosa' en la que trabajó el maestro Estaban, el mismo que realizó la Puerta de Platerías en la Catedral de Compostela. Desde las escaleras que preceden al pórtico, dividido por un parteluz, aparece todo un teatro pétreo de figuras.
En las columnas, tres a cada lado, capiteles con leones, aves picándose las patas, figuras humanas sentadas en cuclillas como en Jaca, y un 'green-man' (hombre del bosque), un rostro formado por tallos y hojas de acanto. En la parte alta, en las cuatro arquivoltas y el friso, hay una representación del martirio de las santas Nunilo y Alodía, así como la de Santiago, san Miguel, san Pedro, la Visitación y Anunciación. Pero, además, escenas religiosas y enigmáticas como la de Jonás y la ballena, un hombre atacado por un sapo y una bicha, otro hombre con un gran pez, un monstruo alado con patas y garras de cangrejo, un demonio atrapando un alma o una 'danza de la muerte'. Una portada repleta de símbolos y claves en la que los canteros plasmaron mensajes evangelizadores, pero también textos que hoy no llegamos a descifrar.
La Arqueta Real, el Capitel de Alá y la Virgen de Leyre
Ya en el interior se distinguen fácilmente las dos fases de construcción que tuvo el templo. La primera, románica, en su cabecera formada por tres altos ábsides y columnas, que tienen su prolongación subterránea en la cripta, y terminan en una sola clave creando todo un esquema pétreo. Y la segunda, gótica, en la gran nave central cubierta con una bóveda que cubre los catorce metros de ancho que tiene la iglesia.
Sobre las columnas observaremos peculiares capiteles con una Y con volutas en los extremos, el que es hoy símbolo del monasterio. Y entre todos ellos, siempre con la Y, una diferente: el 'Capitel de Alá', formado por tres pequeños rostros y debajo la inscripción; «no hay más dios que allah»».
En el lado izquierdo, en un arcosolio gótico de madera, se custodia el arca real llamada 'Arqueta de las Doce Tablillas', descubierta por casualidad en el siglo XIX durante recuperaciones y restauración del monasterio que contiene en su interior los huesos y doce tablillas con nombres de reyes y reinas navarros como Sancho Garcés, Ximeno Enríquez, Iñigo Arsita, García Iñiguez, Fortuno VIII, Sancho Abarca, Ramiro XIII, Andrés Príncipe y Martín Phoebo Príncipe.
En el lado derecho, se ubica la Capilla de Nunila y Alodia, que también fue llamada Capilla del Abad Virila, utilizada como Sala Capitular. En su portada aparece tallado un crismón y aquí se custodió la arqueta arábiga con las reliquias de las santas martirizadas en Huesca y las del abad Virila, hoy en la capilla interior del monasterio de clausura, que se exponen en su festividad.
Tras el altar mayor y el coro, casi escondida, en el ábside central, sobre un pilar octogonal, se alza la neorománica Virgen de Leyre, realizada por el escultor valenciano José López Furió en los años setenta, que sustituyó a la original Virgen Negra que aquí se veneraba y hoy está desaparecida.
La Cripta, un mágico bosque de columnas
Saldremos de la iglesia y terminaremos nuestro recorrido por el conjunto monástico adentrándonos en un lugar que asombra y fascina. La cripta es una de las más importantes y enigmáticas de las cuatro que hay en destacados templos de Navarra, así como de las más espectaculares en España. Para qué fue construida y qué función tuvo es un misterio.
Según algunos expertos, se realizó para poder salvar el desnivel del terreno y construir la iglesia que sustituyó al templo mozárabe. Según otros, son los restos del primer santuario, utilizado como capilla de reliquias o para liturgias especiales. Se accede por una puerta abocinada -de tres arquivoltas y arcos de medio punto-, que da paso a la estancia rectangular de tres ábsides y cuatro naves, cubierta con bóvedas de horno, arcos fajones y formeros, y una decena de columnas con grandes y robustos capiteles, a baja y diferentes alturas, así como grosores, toscos, sin decoración, unos tallados y otros sin labrar. Columnas que parecen hundirse en el suelo y que ascienden hasta la parte superior, la iglesia. Un bosque pétreo repleto de simbología en la que los canteros plasmaron la imperfección del ser humano que alcanza la armonía y la perfección. Una cripta en la que además se encuentra un pasadizo abovedado que comunica con el monasterio e iglesia, en el que se erige la escultura de un personaje legendario, el abad Virila.
El Abad Virila, la leyenda del crononauta, del viajero en el tiempo
Y es como cuenta la leyenda, allá por el siglo IX, Virila, abad del monasterio, decidió salir por el pasadizo de la cripta para dar un paseo por los bosques como siempre hacía. Durante su caminata por las montañas decidió pararse a descansar junto a un árbol y meditando sobre la eternidad y la felicidad suprema, 'per saecula saeculorum', se quedó dormido.
El canto de un ruiseñor le despertó y, tras incorporarse, comenzó a recorrer lo andado. Pero había algo extraño, la naturaleza y el sendero no eran los mismos. Una sensación que aumentó al llegar al monasterio, el edificio parecía otro.
Llamó a la puerta y quedó atónito al ser recibido por un monje vestido de blanco quien afirmaba no conocerle. Ante la insólita situación, el monje avisó a sus compañeros para ver quién era ese clérigo que afirmaba ser abad del cenobio. Fue el superior quien, tras revisar la documentación del archivo y fijarse en el anillo abacial, todos quedaron atónitos al descubrir que era el abad Virila, quien hacía trescientos años había desaparecido dando un paseo por los bosques de las montañas.
Cantos gregorianos para un lugar mágico
Hoy los veinte monjes que viven en el monasterio, el primer monumento nacional de Navarra, siguen, como el abad Virila, saliendo una vez por semana de su clausura para recorrer las montañas y recoger hierbas y plantas con los que elaboran licores, cremas y otros productos. Ellos son los encargados de enseñar los rincones del monasterio, la iglesia y cripta, y de seguir orando todos los días por nuestras almas y por las de aquellos que no rezan.
Sus cantos gregorianos, como descubrirá amigo lector, son mágicos, sobre todo el último del día, cuando apagan todas las luces de la iglesia, se giran y mirando a la milagrosa Virgen de Leyre entonan la oración Salve María. Es en ese momento cuando sentirán la fuerza y magia del monasterio y si está atento, lo mismo contempla al crono-nauta abad Virila.
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