Planes para disfrutar de la naturaleza y respirar aire puro

Dispuestos a estimular la producción de endorfinas y serotonina en nuestro cuerpo (moléculas que generan bienestar y felicidad), este itinerario comienza en el bosque mediterráneo, entre encinas, acebuches y alcornoques, envueltos en el perfume de jara y romero mientras la inmensidad de la sierra de Andújar (Jaén) extiende tonos verdes y silencio a nuestro alrededor.

Es donde habita el lince ibérico, uno de los felinos más amenazados del mundo, pero que, en su creciente recuperación gracias a las tareas de conservación desarrolladas durante más de tres décadas, está dando magníficas oportunidades de observarlo en su hogar, en pleno bosque mediterráneo.

Uno de los mejores enclaves es la solitaria finca de El Altozano, que a la vez es un alojamiento rural con mucho encanto. Es donde recalan clientes amantes del bosque mediterráneo ilusionados con encontrarse en las 80 hectáreas de la finca con el habitante más exclusivo de la sierra, el lince ibérico; el depredador más representativo del bosque mediterráneo y la estrella natural más codiciada del ecoturismo ibérico.

La sierra de Andújar, en plena Sierra Morena, ha sido el baluarte para su conservación. Se ha convertido en el mejor lugar del mundo donde practicar ecoturismo para observarlo en libertad sin alterar su comportamiento y sin abandonar la finca. Es gracias al acompañamiento de una empresa especializada en turismo de naturaleza que dispone escondites o 'hides' para su observación.

También es posible realizar safaris en todoterreno para conocer otras especies de flora y fauna y llegar a los miradores serranos en el momento del día más adecuado para descubrir el paso del 'gato' (como popularmente se denomina al lince en la zona), tan cerca que hasta los latidos del corazón parecen detenerse. Son lugares panorámicos, donde además se deja sentir el influjo hipnotizante del verde del bosque mediterráneo cubriendo la suavidad del alomado paisaje serrano, largamente modelado por agua y viento, porque Sierra Morena es de las más antiguas cordilleras peninsulares.

Además de divisar al lince en propiedades privadas, cuyas fincas están abiertas a la observación y fotografía de la naturaleza para sus clientes, al recorrer la sierra hay que permanecer atentos para avistar al rey del monte mediterráneo. Ya sea en las diversas sendas públicas, miradores con panoramas de vértigo sobre el bosque adehesado de encinas, quejigos y alcornoques, y las áreas recreativas y orillas del embalse del río Jándula que abarcan las 74.774 hectáreas del parque natural.

Las sendas públicas serranas no decepcionan. Desde la del embalse Jándula-Lancha, los Toros, el Encinarejo, Los Escoriales, hasta el sendero de El Rumblar, que lleva a orillas del embalse homónimo o las que conducen al santuario de la Virgen de la Cabeza desde Andújar. Se suman las que, desde Marmolejo, se asoman a un amplio panorama del valle del Guadalquivir. Todas son buenas oportunidades para disfrutar el monte mediterráneo, caminar entre dehesas de encinas y alcornoques y a la vez observar su abundante vida salvaje.

Beneficiarse de la naturaleza recorriendo los senderos y pistas abiertas al público del parque natural es vivenciar el paisaje entre ciervos, gamos, jabalíes e incluso juguetonas nutrias en el río. Conviene no perder atención al denso matorral de lentiscos y jaras y los grandes bolos graníticos donde un lince podría permanecer camuflado aunque muy próximo.

Otro camino para dejar que la felicidad nos invada es la inmersión en paisajes culturales. Nacidos de la larga y armónica interacción humana con el territorio, como los Valles Pasiegos, que reconfortan nada más poner el pie en sus caminos. Son vías que siguen los ritmos tradicionales y los contagian con el lento rumiar de las vacas dispersas por los prados, mientras observan el paso del caminante, o durante la conversación con algún vecino pasiego, siempre atento a quien se interesa por su cultura pastoril o se detiene a admirar la arquitectura ancestral de las cabañas de piedra. Salvaguardan aperos y animales así como la cultura y etnografía, pero, sobre todo, son alianza estrecha de su forma de vida ligada al paisaje.

Los verdes valles de los ríos Miera, Pas y Pisueña en Cantabria cubiertos de pastizales ladera arriba son el escenario que recorren sus sendas, sorprendentes en cualquier momento del año como el hayal de Aloños, el nacimiento del río Pisueña o el bonito valle de Rucabao, a los pies del monte Castro Valnera, la cumbre señera de estas montañas.

También son sendas para encontrar el bienestar descubriendo a qué saben estas montañas mediante atractivas experiencias agroalimentarias como la Lleldiría. Una antigua cabaña convertida en un obrador quesero con un acogedor espacio de reunión y exterior con magníficas vistas pasiegas donde degustar los quesos hechos con leche del ganado que vemos pastando al paso y cuyos propietarios (Carmina, Lolo, Siso) son homenajeados al denominar los diferentes tipos de quesos que elaboran. Una cata de quesos que, a buen seguro, dejará un excelente sabor de boca así como recuerdos en la memoria prendidos del verde de los pastizales.

Contemplar la posidonia oceánica, una planta acuática que sólo habita en el Mediterráneo y que es capaz de oxigenar sus aguas al capturar más CO2 que un bosque, en su mejor enclave mediterráneo nos lleva hasta las aguas que separan las islas de Ibiza y Formentera.

Acompañados por la fundación Blue Life, que desarrolla un proyecto para su restauración recogiendo semillas y jóvenes plantas arrastradas por las mareas para hacerlas crecer en vivero y después trasplantarlas en el medio natural, viviremos una experiencia de turismo regenerativo.

Basta con nuestro interés en admirar esa inmensidad verde de la pradera submarina que sustenta una rica vida natural. O bien contribuyendo directamente a las actividades turísticas ligadas a su conservación que la fundación organiza. Al hacerlo sentiremos el bienestar de haber ayudado al organismo más longevo y grande del mundo, con más de 100.000 años de vida y ocho kilómetros de longitud, que se encuentra en los fondos marinos.

En la comarca prepirenaica de La Garrotxa (Gerona), en las inmediaciones de la modernista ciudad de Olot, a través de un paisaje fértil de viejos volcanes, un bosque maduro conduce a vivir una experiencia de naturaleza mediante un paseo o baño de bosque.

Basta con respirar más lento, hasta adecuar el ritmo de cada paso al flujo del aire que entra en los pulmones, para empezar a sentir desde otra perspectiva. En apenas unos metros se entra a formar parte de la naturaleza mientras se avivan los sentidos.

Olores y sonidos aparecen e intensifican sensaciones como el susurro del viento tocando las hojas de los árboles que hace sentirse parte de un ser vivo único con el bosque. Se trata de una experiencia que puede hacerse sin acompañamiento, pero es más sencillo en compañía de los amigos de los bosques de la Asociación Selvans que recorren un bosque maduro gerundés, can Serra, a través del itinerario terapéutico Salvador Grau i Tort con una experiencia única que te nutre de naturaleza en todos los sentidos.