Descubre en Arnedo las Cuevas de los Cien Pilares, la Capadocia española
Son el mayor, y más fascinante, conjunto de grutas rupestres de nuestro país
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FRAN CONTRERAS
Arnedo (La Rioja)
A lo largo y ancho de nuestra geografía, el viajero tiene la posibilidad de visitar numerosos conjuntos rupestres de cuevas que están marcados por la historia, la fe y la leyenda. Ubicados en cerros o abrigos montañosos, todos ellos fueron antiguos lugares sagrados, cristianizados ... eremitorios, refugios temporales durante contiendas y para prófugos. Son el testimonio vivo de la relación que ha tenido el ser humano con la naturaleza desde tiempos remotos. Pero de entre todos destaca uno, el de mayor tamaño, el más singular y enigmático que el viajero puede visitar en nuestro país. Se encuentra en La Rioja Baja, concretamente en la villa Arnedo, en el Cerro de San Miguel. Hablamos de las Cuevas de los Cien Pilares.
Sus orígenes están vinculados a la propia historia de la ciudad de Arnedo, que fue asentamiento para el ser humano desde época prehistórica, después celta, refundada en época romana con el nombre de 'Arentum' (significa 'lugar de arena'). Es en este momento, como señalan los expertos, cuando las grutas de la Peña de Logroño y el Cerro de San Miguel empiezan a ser utilizadas como lugar sagrado. Prueba de ello es la cueva-iglesia rupestre llamada Patio de los Curas, considerada el primer lugar de culto cristiano, del siglo III, que atesora en sus muros dos singulares grabados: uno, de un rostro humano con la palabra 'ROMA', y otro con las iniciales XPI, que corresponden en griego a 'Kristos', que significa 'el ungido'.
Tanto la Peña de Logroño como el Cerro de San Miguel, que rodean y protegen la ciudad riojana, se convirtieron en el enclave elegido por eremitas y anacoretas para vivir su particular religiosidad en soledad, después en templos rupestres visigodos, y más tarde, desde el siglo VIII, tras la invasión musulmana, en refugio y hogar improvisado para los cristianos perseguidos. No es hasta el siglo XI cuando los ermitaños crean las primeras comunidades religiosas y aparece la primera referencia escrita de un monasterio, el de San Miguel, en las Cuevas de los Cien Pilares. En concreto, en el testamento que dejó escrito en 1063 el entonces señor de Arnedo, don Sancho Fortunionis, quien lega el monasterio de San Miguel al monasterio de San Prudencio en Monte Laturce.
Las Cuevas de los Cien Pilares
Legado de aquel tiempo medieval son las numerosas tumbas antropomorfas que el viajero encontrará según se acerque a la entrada del entramado de cuevas, más de doscientas, ubicadas en la ladera sur del Cerro de San Miguel, cuando haga la visita guiada que comienza en la Oficina de Turismo de Arnedo. Tres son las galerías subterráneas de cuevas que se pueden visitar, todas ellas situadas a diferentes alturas, conectadas entre sí, aunque se desconoce la longitud total y las profundidades que alcanzan.
No en vano, cuando fueron acondicionadas hace cuatro años para las visitas, se cerraron varias galerías para que los visitantes no se perdieran en su recorrido. Las dos primeras están en la parte alta. Y para entrar en la que se encuentra en la cima deberemos bajar por una empinada escalera de caracol por la que comienza el entramado subterráneo.
Adentrarse en ellas es hacer un viaje a las entrañas de la tierra. En su interior se percibe algo especial. Son un auténtico laberinto de pasillos y estancias, cuyos rojizos muros arcillosos están repletos de columbarios, pequeños huecos horadados en las paredes que fueron osarios, en los que se depositaban los huesos y calaveras de los eremitas y monjes fallecidos en tiempos medievales. Paso a paso, ascendiendo o descendiendo por túneles, entre luces y sombras, por zonas oscuras y angostas, otras más luminosas acercándose a las escarpadas laderas, el viajero irá sorteando decenas de titánicos pilares tallados en la roca arenisca, los que dan nombre a las cuevas. En ellas pervive el eco remoto de lo ancestral y sagrado. Y en ellas iremos descubriendo, gracias a diferentes recreaciones, cómo vivían aquellos eremitas medievales envueltos por una atmósfera mágica.
Centro de Interpretación de la Vida
Tras recorrer el conjunto rupestre que forman las dos cuevas más altas, se accede a la tercera, la última o la primera en función del orden de la visita guiada que se realice. Una de las cuevas que era parte del originario eremitorio y que se transformó en época moderna en una de las muchas cuevas-casa que había en Arnedo, las etiquetadas como 'casas trogloditas'. Y es que numerosas grutas del eremitorio fueron hasta mediados de los años cincuenta del pasado siglo XX el hogar de más de doscientas familias.
Hasta que llegó la industria del calzado a la ciudad, la economía de la población arnedana estaba basada en la agricultura y ganadería, y las cuevas fueron reutilizadas para multitud de usos y actividades como corrales, abejeras, leñeras, pajares, depósitos de agua, palomares, bodegas, además de viviendas. Esta tercera cueva es una de ellas y hoy es el Centro de Interpretación de la Vida, en el que conoceremos cómo eran aquellos hogares del pasado siglo.
Casas cuevas sin luz eléctrica y agua, encaladas para su limpieza e higiene, así como seguridad, siempre con una temperatura de 15 grados, que tenían una concreta y sencilla distribución -como podrá descubrir el visitante-, aprovechando al máximo el espacio, teniendo cada estancia o recoveco un uso: dormitorio, cocina, bodega y cuadra.
Arnedo, la Capadocia en La Rioja
Como comentábamos al principio de este reportaje, son muchos y numerosos los conjuntos rupestres existentes en nuestro país. Pero solo uno podría etiquetarse, de verdad y con verdad, como la 'Capadocia de España'. Y ese no es otro, como descubrirá amigo lector, que las Cuevas de los Cien Pilares en Arnedo.
Pistas:
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1
A tener en cuenta: la visita a las Cuevas de los Cien Pilares es guiada, con previa cita en la Oficina de Turismo de Arnedo (Paseo Constitución, 38 / Tf 941 380 128 / turismo@arnedo.com )
El asombroso conjunto de grutas y galerías de un valor patrimonial sin igual le han valido formar parte del Itinerario Cultural Europeo 'Caminos de Arte Rupestre'. Su visita es una experiencia que embruja y fascina, que a nadie deja indiferente, que le dejará una mágica huella.
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