Una cueva de Aragón donde las brujas celebraban aquelarres y que fue refugio y prisión
Morada para el ser humano desde época neolítica, albergue de peregrinos medievales, refugio en las Guerras Carlistas y prisión de presos políticos tras la Guerra Civil, pocos saben que la Cueva de las Güixas de Villanúa fue epicentro de la brujería aragonesa
Cuatro pueblos encantados de Navarra que fueron fantásticos reinos de brujas

Aragón fue uno de los territorios -así como Cataluña y Navarra- donde con mayor intensidad se persiguió la brujería, a brujas y brujos, en España. Solo en Huesca, como consta en los archivos, fueron ejecutadas más de cien mujeres -unas ahorcadas, otras quemadas- entre ... los siglos XV y XVII. Quince de esas mujeres eran de una localidad situada en el corazón del bello y agreste paisaje montañoso del Valle Alto del Argón, en la comarca de la Jacetania.
El pueblo de Villanúa fue asentamiento para el ser humano neolítico, después íbero, eje de la calzada romana del puerto de Somport, bastión defensivo visigodo conocido como Señorío de Aruex y urbe clave en la creación y formación del Reino de Aragón y del Camino de Santiago. Le llamaban de los 'hombres libres', estuvo gobernado por once infanzones bajo protección real y fue uno de los epicentros de la brujería aragonesa junto con Tella, Monzón, Laspuales o Trasmoz. Allí está la Cueva de las Güixas, la única visitable de las cincuenta referencias en el municipio, donde se reunían las brujas para celebrar sus aquelarres.
El comienzo de la ruta
«La historia quiso silenciar a las brujas y aquí hemos recuperado su memoria. Este monumento quiere recordar a las quince mujeres que fueron juzgadas, algunas condenadas a la horca y otras a la hoguera, durante los siglos XV y XVI, reza el monolito ubicado junto al Centro de Interpretación Subterránea y la Oficina de Turismo, desde donde da comienza la ruta, siempre en grupo y guiada. A medio kilómetro, al pie del Camino de Santiago, en las faldas del monte Collarada, escondida entre matojos y pequeñas flores de azafrán silvestre -las 'quita meriendas'-, hallaremos la entrada a la conocida por los vecinos como Cueva Vieja, cuya historia se pierde en la noche de los tiempos.
Asentamiento y lugar sagrado para el ser humano desde época neolítica, más de tarde de íberos y romanos, albergue natural de peregrinos medievales, refugio de guerrilleros en las Guerras Carlistas, abierta a las visitas turísticas a principios del siglo XX por el SIPA (Sindicato de Iniciativas y Propagando de Aragón), llegó a ser cárcel de presos políticos durante la dictadura -del denominado 'Batallón de Castigo'-, hasta que durante los años noventa del pasado siglo XX fue reabierta y adaptada para expediciones de espeleología y visitas turísticas.
Estalactitas, estalagmitas, murciélagos y un río subterráneo
Accederemos por una estrecha abertura en la roca de la montaña -protegida por la cancela de hierro forjado que se puso en 1929-, y tras descender quince metros, en las entrañas de la tierra es imposible no sentir un escalofrío, y no solo por el drástico cambio de temperatura. Mientras se agudizan lo sentidos, ante los ojos del viajero surge un mundo onírico de fascinantes formas pétreas. Paso a paso, van apareciendo estalactitas, estalagmitas, coladas y columnas que, como si fueran 'cajas negras', nos cuentan los orígenes de la cueva, que nació al final de las glaciaciones cuaternarias, cuando el agua comenzó a filtrarse y erosionar las rocas calizas del monte Collarada, creando decenas de kilómetros de galerías subterráneas.
Caminamos en silencio, un silencio que solo es roto por el rumor del agua y el aleteo de unas alas. Y es que estamos en una cueva viva y torrencial -de tres niveles, 1.100 metros de longitud y 67 metros de profundidad- que es hoy un laboratorio natural de investigación por sus particulares características geológicas y naturales. Declarada Lugar de Interés dentro de la Red Natura, es la morada de una de las comunidades de murciélagos más grandes e importantes de Aragón, en la que viven quinientos ejemplares de ocho especies diferentes, y recorrida por un río subterráneo cuyo cauce permanente se nutre del agua filtrada entre las rocas. En época de fuertes lluvias y deshielo se inunda, por lo que hay instaladas alarmas sonoras para que, en caso de emergencia, se evacue de inmediato.
A quinientos metros de la entrada, la oscuridad de este subterráneo universo desaparece y todo es luz. Llegamos a la Dolina, a la 'chaminera', la 'chimenea', también conocido como el 'Agujero de Silverio', quiera fuera propietario de estos terrenos. Un gran agujero en la bóveda de la gruta -creado por el agua que provocó su derrumbe-, que hace posible que durante el día entren los rayos de sol, que dentro crezca la vegetación y que, desde el mes de diciembre hasta marzo, la luz de la Luna llena ilumine todo su interior. Y es aquí, en este singular y mágico lugar, donde el viajero descubrirá los nombres e historia de las brujas del Pirineo central.
La 'Chimenea de la Brujas'
Las dos más importantes fueron Guirandana de Lay -apresada y acusada de hechicera, por «pésima, homicida, fetillera y ponzoñera», y Narbona de Cenarbe o Dacal, apresada y acusada de bruja por causar la muerte a niños, mujeres y ganados, dando venenos. Ambas fueron condenadas a muerte, quemadas en la hoguera, la segunda en el Palacio de la Alfajarería de Zaragoza. A ellas habría que sumar los nombres de Vicenta de Lay -madre de Guirandana-, Catalina Ximénez, María Risca, Pascuala Lacabra, Juana Sánchez, Francisca Lardero, Catalina y Monserrat Mayayo, Juana Lacura o Catalina y María Izuel.
A todas se les acusó de dar culto y pactar con el diablo. De celebrar aquelarres, ceremonias y ritos prohibidos en esta cueva. Hoy sabemos que ninguna de ellas era bruja. Que no realizaban cultos y pactos con el maligno. Que eran sanadoras, parteras, santiguadoras, concertadoras de huesos, abortonas o curanderas, oficios con los que sobrevivían. Mujeres sabias, conocedoras de los secretos de la naturaleza, a las que acudían los vecinos en busca de remedios, siempre requeridas cuando se necesitaba ayuda.
Y que en esta gruta, por sus singularidades geológicas y naturales, realizaban las noches de Luna llena los baños lunares, los Esbat, y en los equinoccios y solsticios, los Sabbat, así como reuniones con otras compañeras venidas de todo Aragón, Navarra, País Vasco e incluso Francia para compartir sus conocimientos ancestrales. Todas ellas tuvieron dificultades con el poder establecido. Fueron perseguidas por las dogmáticas instituciones políticas y religiosas -el noventa por ciento de los casos aragoneses no fueron llevados por la Inquisición sino por Concejos Municipales-, y denunciadas, no por oscuras y herejes prácticas, sino por rencillas y envidias vecinales.
Pistas
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Centro de Interpretación Subterránea/Oficina de Turismo. Horario: Abierta todo el año. En caso de inundación, se reserva el derecho de anular o modificar la visita. Aforo limitado. Visita con guía. Hora y media de duración. Se recomienda calzado cómodo y ropa de abrigo.
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Entradas: 8.50 euros / Reducida (niños y mayores) 7.50 euros
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Mas información: www.turismovillanua.es / cuevas@villanua.net
Hoy como ayer, en la Cueva de las Güixas permanece vivo lo mágico e ignoto. Y cuando el viajero recorra sus galerías y salas, sentirá una energía y atmósfera especial, el eco remoto de lo mágico y sagrado. Visitarla nos brinda la oportunidad de descubrir historia y naturaleza, y de realizar un particular viaje al mundo del espíritu. El mismo que hace siglos practicaban las mal llamadas brujas. Y es que las cuevas, al igual que las montañas, eran para todas las culturas desde la más remota antigüedad, templos de lo trascendente, donde moraban los dioses, en las que se entraba en contacto con otra realidad.
Un mundo mágico que también podrá descubrir al recorrer las calles estrechas y empedradas de Villanúa. Y es que el viajero observador contemplará colgada en ventanas y puertas de las casas la protectora Flor del Sol -amuleto llamado Eguzkilore en Navarra y País Vasco-, y en los tejados, las chimeneas 'espantabrujas', cubiertas con signos y símbolos protectores para que no entren en los hogares ni brujas, ni malos espíritus.
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