Cáceres a través de cinco de sus castillos más icónicos
Trujillo, Coria o el pueblo abandonado de Granadilla son algunos de los destinos extremeños en los que se levantan imponentes fortalezas con siglos de historia que merece la pena conocer
El pueblo de Cáceres que tiene lengua propia y arquitectura tradicional
Cáceres, una gran desconocida para muchos, atesora una riqueza natural envidiable, pueblos que mantienen con encanto y mimo su arquitectura tradicional, numerosos yacimientos y monumentos de factura romana y una gastronomía de chuparse los dedos. Quizás, lo que muchos no esperan encontrarse por estas ... tierras son castillos, fortalezas que invitan a viajar en el tiempo convertidos en caballeros y doncellas y que funcionan como miradores de excepción sobre esos paisajes de los que presume la provincia. Pero, nada más lejos de la realidadm, pues la geografía cacereña incluye un puñado de estos edificios que merece la pena descubrir. Estos son algunos de los más destacados.
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Castillo de Trujillo
De origen árabe (siglo IX), esta fortaleza, que se ha convertido en uno de los símbolos del pueblo de Trujillo, fue levantada en mampostería y argamasa en la parte más alta del pueblo, sobre el extremo del recinto murado sobre la conocida como Cabeza del Zorro. Su función era puramente defensiva, de ahí que no posea interiores palaciegos o estancias residenciales, ni siquiera una torre de gran altura. El recinto tiene dos partes, la más antigua que es el Patio de armas, un recinto cuadrado con 20 torres prismáticas, puerta de arco de herradura y dos alijbes; y la zona conocida como 'Albacar', que con forma poligonal acoge una ermita del siglo XVI dedicada a San Pablo.
Fue bajo los muros de este castillo donde se refugió Juana la Beltraneja en su disputa con la reina Isabel I, el mismo cuyas obras atrajeron la atención del rey Fernando El Católico a su paso por la zona en su camino a Guadalupe. Uno de sus aspectos más llamativos es la imagen de Nuestra Señora de la Victoria que se encuentra colgada entre las dos torres del castillo. Su ubicación no es fruto de la casualidad, sino que honra la venerable leyenda que cuenta que la Virgen se apareció con el Niño en sus brazos entre dos torres de la muralla y gracias a esto se reconquisto la ciudadela.
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Castillo de Coria
Ubicada al noroeste de la muralla romana y levantada sobre otra fortificación anterior de los Templarios (siglo XII), se encuentra el castillo de Coria, una obra de ingeniería militar declarada Bien de Interés Cultural que, por desgracia, no es visitable ya que actualmente es de propiedad privada. Pese a esto no hay que dejar pasar la oportunidad de admirar desde fuera su esbelta torre del homenaje, trazada por el arquitecto Juan Carrera por mandato de García Álvarez de Toledo –el primer duque de Alba y primer marqués de Coria–. Realizada en sillería granítica, esta presenta planta con figura de pentágono irregular que sobresale del recinto amurallado.
El conocido como 'castillejo', un pequeño cuerpo almenado intramuros en el que se sitúa la puerta en recodo de entrada completa en recinto fortificado. Remata decorativamente el conjunto una cornisa corrida de bolas o pomas alojadas en arquillos ciegos sobre canes que rodea todo el perímetro total de las almenas de estilo gótico final o isabelino. Desde lo alto de su torre se puede divisar todo el pueblo y gran parte de las Vegas del río Aragón.
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Castillo de Granadilla
En el pueblo abandonado de Granadilla se levanta una fortaleza única que, según cuentan, fue mandada construir entre 1473 y 1478 por García Álvarez de Toledo, aunque no se sabe con certeza. Lo que sí está claro es que fueron Juan Carrera, De Troya y Tomás Bretón los que llevaron a cabo las obras. Levantado probablemente sobre las ruinas de alguna fortificación musulmana anterior, está construido junto a la muralla de origen almohade. A simple vista, lo que más llama la atención es su arquitectura, su forma prismática de sección cuadrangular a la que se le añaden donjones semicilíndricos en cada uno de sus lados. Todo el perímetro superior está flanqueado por un almenaje con merlones apuntados y rematados por pequeñas bolas con troneras en el antepecho.
Una de las cosas que más destaca y choca a historiadores y militares es que tiene una barbacana en su interior, estructura defensiva que suele estar en el exterior. La torre principal consta de cuatro plantas en las que se encuentran el sótano con aljibe y mazmorras, dos plantas para ser habitadas y una superior que hace de sala de armas. Actualmente, este castillo se puede visitar, aunque los interiores están vacíos sus torres ofrecen unas vistas espectaculares de la zona.
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Castillo de Belvís de Monroy
Ejemplo de arquitectura militar y palaciega en un solo complejo, el castillo de Belvís de Monroy ocupa un área de unos 5.500 metros cuadrados sobre un escarpado canchal granítico en lo alto de un cerro desde donde domina la localidad. Su origen se remonta al siglo XIII y está realizado con el granito de la zona, principalmente en forma de mampostería concentrada con sillares en esquinas. Aunque lo cierto es que en los siglos posteriores fue modificado y ampliado.
Esta fortaleza, que presenta debido a su dilatada historia diferentes elementos arquitectónicos de varios estilos como barroco o renacentista, se divide en tres partes perfectamente diferenciadas. El primer lugar, está la muralla con torreones defensivos, por otro lado, está el propio edificio del castillo con recinto poligonal. Por último, está la zona más palaciega, las estancias de uso doméstico construidas a mitad del siglo XVI con ladrillo que se presenta estucado y pintado. Es en esta zona donde llama la atención un magnífico patio plateresco de traza casi idéntica al que se conserva en el Monasterio de Yuste. A destacar de todo el conjunto, el cual dispone de dos entradas, una al sureste (la original y más antigua), y otra al oeste, es la Torre del homenaje, la más alta (de unos 24 metros) y grande de todas y planta casi cuadrada.
5
Castillo de Montánchez
Situado en lo alto de un cerro de Montánchez, a más de 900 metros de altitud –lo que revela su importancia estratégica–, se encuentra un castillo que toma su nombre de la localidad a la que custodia, un monumento que se ha convertido también en un mirador excepcional desde el que admirar todos los pueblos de alrededor y un escenario perfecto para eventos culturales como representaciones teatrales o conciertos. El cuerpo principal de esta fortaleza está fechado en la época romana, mientras que el resto de la construcción es del siglo XII y se levantó durante la ocupación almohade de la zona. Buena fe de ello dan los tres aljibes. Posteriormente, cuando cayó en manos de la Orden de Santiago, se haría la muralla que bordea el edificio y la torre del homenaje convirtiéndose en una pieza esencial dentro de su red de fortificaciones.
El recinto exterior, formado por torre de planta poligonal –conservando algunas almenas y lienzos– cuenta con un tramo de sillería granítica romana. Aquí también se encuentran un estanque y una ermita que se construyó durante el siglo XVII. Por su parte, en el interior se puede ver una plaza de Armas con un patio rectangular rodeado de habitaciones, la antigua Sala Capitular, el recinto de la cocina y el patio del homenaje, de planta cuadrada.
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