Burgos verde y 'monumental'

Si buscamos la sombra son numerosos los recorridos que se pueden realizar bajo los árboles 'paseando' parques y jardines de la ciudad. Especialmente destacados son los recorridos urbanos del río Arlanzón y el cerro del Castillo, el lugar que vio nacer a la ciudad el año 882 por voluntad del conde Diego Porcelos. El castillo es el mejor mirador de la ciudad y de su catedral, rodeado de un gran parque forestal. Además de poder recorrer la muralla que aún permanece intacta y su patio de armas, conserva su pozo medieval revestido de sillares en perfecto estado de conservación y su enigmática escalera de caracol que lo envuelve hasta casi los 63 metros de profundidad, además de las mejores panorámicas para los amantes de la fotografía.

A los pies del cerro se pueden visitar tres notables monumentos muy apreciados por los burgaleses: el arco de San Esteban, antigua puerta de la muralla de estilo mudéjar, la magnífica iglesia gótica de San Esteban que alberga el museo del retablo con impresionantes obras artísticas de toda la provincia, y el Centro de Arte Caja Burgos (CAB), un contrapunto contemporáneo y rabiosamente moderno en el que poder hacer un alto en nuestro camino y disfrutar de espectaculares vistas de la ciudad desde su terraza.

Un buen inicio de un paseo por el centro -con compras incluidas- es el arco de Santa María. Construido hacia 1540 quiso ser un homenaje al emperador Carlos I. En su interior puede visitarse gratuitamente la mudéjar sala de Poridad y una bella sala adaptada como museo de farmacia.

La mejor manera de sentirse burgalés en la ciudad es pasear por El Espolón. Hay que saber demorarse entre las hileras de entrelazados plátanos de sombra que festonean su andén principal y mirar y dejarse ver, como se ha venido haciendo ininterrumpidamente en sus 200 años de historia. A través de sus elegantes arcos se descubre la plaza Mayor con el neoclásico Ayuntamiento, presidida por una estatua en bronce de Carlos III. Sus soportales aún cobijan interesantes negocios decimonónicos.

La 'ruta' culmina en la plaza del Cid y el puente de San Pablo, decorado por ocho grandes esculturas relacionadas con El Cantar de Mío Cid. Este lugar se ha convertido en el centro neurálgico de la ciudad: desde aquí parten las calles más comerciales. Gracias a la peatonalización de los últimos años, esta zona es ahora un auténtico centro comercial al aire libre.

Como contraste y en lo que ya es plena naturaleza, aparecen unidos entre sí por los frondosos y longitudinales parques de La Isla, La Quinta y Fuente del Prior, que escoltan el tramo del río Arlanzón, dos monumentos imprescindibles: el monasterio de Las Huelgas Reales y la Cartuja de Miraflores. El primero es conocido por todos los burgaleses, además de por su historia y arte, por la fiesta más querida en la ciudad, El Curpillos, que congrega a la sociedad burgalesa el primer viernes después del Corpus Christi para contemplar el Pendón de las Navas de Tolosa, tela del siglo XIII.

De lo urbano al 'verde' y de allí al pasado más remoto. Para conocer a nuestros antepasados más lejanos, nada mejor que el Museo de la Evolución Humana de Burgos, (MEH), referente científico y turístico de relieve internacional, que en lugar destacado recrea la magia de los yacimientos y expone los fósiles originales de homínidos encontrados en Atapuerca.

Más información: turismo.aytoburgos.es