El abrazo al apóstol y otros ritos que emocionan a los peregrinos del Camino de Santiago
Muchos tienen origen medieval. Otros son más recientes, ligados al turismo. En la catedral de Santiago, al final del Camino, el 'abrazo al apóstol' ha vuelto tras la pandemia
El camino en primera persona: los peregrinos, las rutas, sus historias
Fran Contreras
Será un día especial para miles de personas en Compostela. Peregrinos y viajeros –venidos de toda España y del mundo– llegarán a la plaza del Obradoiro, entrarán a la catedral, se dirigirán al altar mayor, subirán los escalones que dan acceso al camarín, y ... abrazarán la imagen pétrea del apóstol Santiago que talló el maestro Mateo. Silencio y emoción llenan ese instante. Un abrazo que –tras tres años prohibido por medidas sanitarias– todos podrán volver a dar, y que es uno de los rituales más populares del Camino de Santiago... pero no el único.
A lo largo de los doce siglos de historia de peregrinaciones jacobeas se han fraguado numerosos ritos, costumbres y tradiciones, y no solo religiosas o espirituales, sino también gastronómicas y culturales. Unos tienen orígenes medievales, aunque ahora no se puedan realizar para proteger el patrimonio, y otros se han incorporado en las últimas décadas. Solo en los últimos doscientos kilómetros por tierras gallegas del Camino de Santiago –Primer Itinerario Cultural Europeo, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco–, desde O Cebreiro, el primer pueblo en Galicia, a Compostela y Finisterre, encontraremos un gran número. Estos son algunos de los que hoy, como ayer, siguen haciendo los peregrinos, caminantes y viajeros.
Cebreiro
En la 'Puerta de Galicia', a 1.500 m de altura, en los Ancares, está la iglesia de Santa María, uno de los primeros hospitales y monasterios de peregrinos. Allí es tradición poner una vela en la tumba de Elías Valiña –sacerdote vertebrador del moderno Camino y creador de la Flecha Amarilla, hoy símbolo universal–, así como en la capilla del Cáliz del Milagro, y asistir a la bendición del peregrino que hace fray Paco. Bajo el Canto de Ultreia entrega una pequeña piedrecita pintada con la flecha amarilla que recuerda los valores del Camino.
Fonfría
Tras ascender el Alto del Poyo y pasar por la imagen de San Roque, llegaremos a Fonfría, citada como Fons Frígida, que albergó el hospital de peregrinos de Santa Catalina. Aquí es tradición parar en la Palloza de Reboleira, antigua casa gallega prerromana, donde asistiremos a otra liturgia, ésta pagana. Tras una cena comunitaria, Miguel bendice con queimada a peregrinos y viajeros contra meigas y malos espíritus, todo ello acompañado por los populares y artesanales quesos frescos de las montañas lucenses.
Triacastela y Samos
La senda milenaria prosigue por O Biduedo, As Pantes, hasta Triacastela –donde muchos peregrinos recogen una piedra, como en el medievo hacían los caminantes para contribuir a la construcción de la catedral compostelana– para llegar por bellas corredoiras hasta Samos y su monasterio. Parada y visita de referencia es el cenobio que fuera hogar del rey Alfonso II el Casto, corazón del Reino de Galicia, morada del ilustre padre Feijoo, donde descubriremos la botica de los monjes alquimistas y en uno de sus claustros, una frase interrogativa que arranca una sonrisa: «¿Qué miras, bobo?».
Sarria
En la entrad a la ciudad fundada por Alfonso IX, encontraremos un Peto de Ánimas (pequeña capilla dedicada a las almas del purgatorio, protectora contra la Santa Compaña), en el que antaño se ponía una vela y hoy se deja una pequeña piedra como ofrenda a los difuntos. La ciudad es el comienzo del llamado 'Camino de Corto Recorrido', que empieza, como es tradición, subiendo los escalones de la Escaleira da Fonte, la 'Escalinata del Peregrino' que conduce hasta el Monasterio de la Magdalena y al Ponte de Ápera, salida de la localidad.
Portomarín
Antes de recorrer el viaducto que salva el río Miño y entrar a la villa que fuera encomienda de la Orden del Temple y de la Orden de San Juan de Jerusalén, donde se alza la iglesia-fortaleza de San Juan, hay que acercarse a un pequeño mirador donde haremos tocar la Campana de la Libertad, para después acceder a la villa subiendo las escaleras de la Capilla de las Nieves.
Castromaior
Al pie del Camino, tras pasar Gonzar, el peregrino llegará a un lugar de visita obligada en el que descubrirá el pasado más remoto de Galicia, el Castro de Castromaior. Asentamiento de la Cultura Castreña, habitado desde el siglo V a.C. hasta el siglo I, recorrer las calles, murallas y viviendas es un auténtico viaje en el tiempo.
Melide
Después del gótico puente de San Xoan de Furelos, el peregrino llega a Melide, la 'Ciudad del Pulpo'. Aquí es tradición hacer parada para disfrutar de la gastronomía gallega en sus dos pulperías: Casa Ezequiel y A Garnacha. En ambas se apilan las mochilas y bastones, y cientos de peregrinos se distribuyen en grandes mesas de madera para comer pulpo y tomar vino.
Lavacolla y Monte do Gozo
Paso a paso, dejando Arzúa y Pedrouzo, llegaremos a Lavacolla, el lugar donde los peregrinos medievales lavaban sus cuerpos, de donde deriva su nombre, y donde hoy es tradición entre los caminantes mojar sus cuerpos, brazos, piernas y caras, con las aguas del arroyo, de tradición curativa. Más tarde alcanzaremos el antaño llamado Mons Gaudí, la séptima montaña mágico-sagrada del Camino, el Monte do Gozo, donde los peregrinos medievales caían extasiados de alegría y gozo entonando el Ultreia et Suseia al contemplar las torres de la catedral. Y donde hoy, como ayer, los peregrinos hacen parada para sellar su credencial observando la ciudad, con la misma emoción y sano pellizco que en la Edad Media.
Compostela
Llegar a la ciudad, a la plaza del Obradoiro y a la catedral es ya en sí mismo un ritual, el mismo que han hecho millones de personas a lo largo de los siglos. Entraremos al templo por la Puerta Santa, si es Año Santo, o por la Puerta de Platerías. Durante siglos se accedía por el Pórtico de la Gloria, donde los peregrinos se arrodillaban, ponían su mano en el Santo dos Croques, ubicado en el parteluz, y daban tres golpes con la cabeza, ritual que hoy por protección al patrimonio ya no puede hacerse. Tras el abrazo al apóstol, bajaremos a la cripta para mostrar nuestro respeto al Arca Santa, que guarda los restos del apóstol, y más tarde nos dirigiremos a la capilla de la Corticera, en la que dejaremos un deseo escrito en papel en un cesto, que luego es quemado en el botafumeiro durante la misa del peregrino. No se puede abandonar Compostela sin realizar otro ritual, este más terrenal: acudir al Mercado de Abastos para degustar la alquimia gastronómica gallega.
Dumbría
Son muchos los que prosiguen el camino hasta su auténtico final, Muxía y Finisterre. La senda discurre por Ponte Maceira, Negreira, A Pena, el Monte Aro y Puente Olveiroa, llegaremos al Territorio Vakner, el recuerdo de una mítica figura que aterrorizaba a los peregrinos. Se decía que en los caminos donde merodeaba un lobishome (licántropo), que ya fuera descrito (y con el que tuvo un encuentro) por el peregrino obispo Mártir Arzandjan en el siglo XV.
Muxía
A orillas del Atlántico se levanta el Santuario de la Virgen de la Barca, el lugar en el que según la leyenda se apareció la Virgen en una barca al apóstol Santiago, y donde es tradición acudir a las Piedras Santas, antiguo santuario lítico vinculado a cultos a la madre tierra, sanación y fertilidad formadas por la Pedra de Abalar y La Vela, por las que hay que pasar nueve veces.
Finisterre
El camino termina en el antiguo Fin del Mundo, donde los romanos levantaron el Templo del Sol, el Ara Solis. En Fisterra entraremos a la templaria Iglesia de Santa María, si es Año Santo, por la última Puerta Santa de la ruta jacobea, donde nos recibe el 'Capitel del Diablo', que saca su lengua a todos los que entran, y en la que es tradición dejar una vela al Cristo de la Barba Dorada, talla articulada, realizada con piel de búfalo y pelo humano, que según la leyenda llegó flotando por las aguas. Después ascenderemos hasta el cabo, primero a las Piedras Santas y ermita y tumba de San Guillermo –santuario lítico de tradición curativa y sanadora–, y más tarde, al faro, al hito del Km 0, a los 'Quemadores' –en los que antaño se quemaba la ropa siguiendo una tradición celta–, para realizar los dos último ritos del Camino de Santiago: acariciar la 'Bota del Fin del Mundo' contemplando el atardecer y después bañarse en las playas atlánticas, dejando pasar siete olas, que purificarán cuerpo y alma para emprender un nuevo camino, el de la vida.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete