Los pueblos y paisajes más bonitos de la provincia de Zaragoza

La provincia de Zaragoza atesora una larga lista de edificios mudéjares, un excepcional inventario al que la Unesco le concedió el selecto sello de Patrimonio de la Humanidad. Las comarcas de Calatayud, Valdejalón y las tierras ribereñas del Ebro ofrecen múltiples y espléndidos ejemplos de este arte en el que se fundieron las culturas cristiana y musulmana. Iglesias-fortaleza, monumentales atalayas, policromías únicas, alarde decorativo en filigranas a base de yeso y ladrillo... Tobed, Cervera de la Cañada o Torralba de Ribota atesoran algunos de esos excepcionales ejemplos de arquitectura mudéjar.

La provincia de Zaragoza también es una auténtica potencia termal en España. Cuenta con seis balnearios, situados en el triángulo termal que forman Paracuellos de Jiloca, Alhama de Aragón y Jaraba. El agua se hace turismo a lo grande en estos enclaves. Y el agua también es protagonista en el núcleo turístico de Nuévalos, junto al embalse de La Tranquera y al Monasterio de Piedra, cerca de Jaraba y de Alhama. Desde allí se puede conectar también con la zona de la Laguna de Gallocanta , otro espacio natural único, espléndido refugio de aves, con las grullas como grandes protagonistas. Cerca de la Laguna de Gallocanta, la monumental Daroca , sublime patrimonio medieval.

El Campo de Cariñena, uno de los emblemas del sector vitivinícola nacional, atesora también un rico patrimonio cultural. Desde allí se puede partir en ruta hacia Fuendetodos -cuna de Goya y sede de su casa natal-, acercarse a Muel -con sus famosos talleres de cerámica- y alcanzar Belchite , donde las ruinas de su Pueblo Viejo se alzan con imponente gallardía: testigo vivo de lo que fue la Guerra Civil.

El Campo de Borja es también tierra de vino, otra de las denominaciones de origen vitivinícolas de la provincia -junto a Cariñena y Calatayud-. Borja es paisaje de viñedos y de larga historia, espacio vecino de la comarca de Tarazona y el Moncayo. La ciudad turiasonense merece en sí misma una escapada. Cerca de ella, el bello monasterio cisterciense de Veruela, ante el que se alza el Moncayo, naturaleza a lo grande.

Mención aparte merecen las Cinco Villas. Patrimonio medieval cuidado con mimo en múltiples rincones. Cascos urbanos convertidos en museos al aire libre. Juderías; románico y gótico espléndidos; Camino de Santiago; Pirineo a la vista; el Roncal navarro a la vuelta de la esquina. Y mucha historia. Tanta, como que allí, en Sos, nació quien le dio nombre al municipio, Fernando de Aragón, el Rey Católico.

Seguir el curso del Ebro aguas abajo de Zaragoza, y distraerse también hacia los Monegros zaragozanos, es otra ruta llena de contrastes y atractivos. La Cartuja Aula Dei (Peñaflor), los galachos del Ebro, Alfajarín, Bujaraloz, los pueblos del Gállego ... Y en el rincón este de la provincia el Ebro se hace «mar», en Caspe y Mequinenza. Allí se localiza el mayor embalse de toda la cuenca del Ebro, el Mar de Aragón: deportes acuáticos y pesca de fama internacional.

La trufa, estrella gastronómica. La producción agroalimentaria y su gastronomía son otro de los patrimonios destacados de la provincia de Zaragoza. La trufa negra sobresale cada vez con más fuerza y renombre. El Moncayo da fe de ello, entre otras zonas.