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Cómo la Costa Brava cambió el corcho por la cultura y la vida social

Recorrido por la historia turística de Sant Feliu de Guíxols, que se reforzará con la apertura del Museo Thyssen

El aspecto actual de Sant Feliu de Guíxols con la ampliación del club náutico y la separación con la playa para los bañistas ABC

Sergi Doria

Toda crónica sobre la Costa Brava ha de incluir a Sant Feliu de Guíxols. La visión del mar desde la ermita de Sant Elm inspiró a Ferran Agulló el artículo «Por la costa brava» (1908) en el que bautizaba el frente marítimo que abarca de Blanes a Port Bou. Un monolito lo recuerda, aunque la genealogía ha sido discutida. Escritores como Pla o Ruyra preferían una costa más serena.

Aquel Sant Feliu conjugaba la próspera industria corchera -era la época dorada del champagne- con la vitalidad cultural. En «Las ruinas de mi convento» (1851) -bestseller sobre los desmanes anticlericales-, Fernando Patxot describió la ermita azotada por la Tramontana que explicaría la «bravura» de la costa: «Casi siempre el viento soplaba con violencia; y, mientras reinaba en la villa una bonanza apacible, parecía que la ermita de San Telmo luchaba con los huracanes para impedir que turbasen la calma de su protegida».

El corcho cimentó el poder económico de familias ampurdanesas como la del editor Vergés en Palafrugell o la del periodista Agustí Calvet («Gaziel») en Sant Feliu. En la Rambla Vidal 37, el rumor de las imprentas de Octavi Viader se confundía con el piano de Marià Vinyas y las sardanas de Juli Garreta. De las minervas de Viader salió un Quijote en hojas de corcho. El librero puso su «imprimatur» el 6 de mayo de 1906… Remató su hazaña bibliófila con una cubierta de corcho esgrafiada al fuego y diseñada por Lluís Domènech i Montaner. Se lanzaron 52 ejemplares, el primero dedicado al Rey Alfonso XIII . Cada ejemplar costaba entre 500 y 700 pesetas de la época. El Quijote de corcho se agotó y no tardó en cotizarse a precios elevados: en 1942, ya se tasaba en 3.000 pesetas.

A mediados de los años veinte, las crónicas del corcho dieron paso a las del turismo que pondría a la Costa Brava en el mapa del cosmopolitismo. Corría 1924 cuando el industrial Josep Ensesa y el arquitecto Rafael Masó planificaron la urbanización de la costa que se asoma a la playa de Sant Pol, entre Sant Feliu y Playa de Aro. Sobre roquedales, viñedos y secano creció S’Agaró. El selecto Hostal de la Gavina devino en emporio de los ecos de sociedad. Allí se alojó Elizabet Taylor y Ava Gardner vivió en abril de 1950 una noche de amor con su «torero» Mario Cabré.

Carmen y Heini Thyssen-Bornemisza en su residencia de Sant Feliu de Guíxols. En 2020 se inaugurará el Museo Thyssen de Carmen Cervera, que albergará 400 obras de artistas catalanes A.Vico

En la primera mitad del siglo XX los mercantes fondeaban en el puerto de Sant Feliu que, por su actividad industrial contaba con ferrocarril desde 1892.

El relevo del corcho por el turismo conllevó la desaparición del tren en 1969 y la conversión del puerto en club náutico . Donde hubo raíles observamos ahora vías verdes para el cicloturismo. El antiguo «tinglado» portuario es hoy un restaurante que alberga una réplica de la locomotora del popular «carrilet» y el puerto, un espacio de ocio y gastronomía.

La vocación internacional de Sant Feliu, que la fiebre amarilla del «procés» ahoga como en otras comarcas gerundenses, cuenta desde hace un año con el Alàbriga Hotel . Con una inversión de 30 millones, el magnate ruso Valery Scherer ha concebido el cinco estrellas más lujoso de la Costa Brava. Como ejemplo, las 30 habitaciones de 80 a 140 metros cuadrados; o los servicios de jet privado y yate de 20 metros de eslora para uso particular con mayordomo. El Alàbriga -que significa «fortaleza del sol»- se asoma al mar con las formas ondulantes de un casco náutico donde hubo un hotel del mismo nombre en los años sesenta y setenta.

La actualización de equipamientos hoteleros permite recobrar una vocación cultural que culminará en 2020 con la inauguración, en el recinto del monasterio, del Museo Thyssen de Carmen Cervera: 400 obras de artistas catalanes. Mientras llega, el Espacio Thyssen nos ofrece, a modo de aperitivo, la exposición «Naturaleza y evolución. De Van Goyen a Pissarro y Sacharoff». Con la cultura, de nuevo, como atracción turística, Sant Feliu de Guíxols volverá a conjugarse en las crónicas de la Costa Brava.

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