Nuestro primer objetivo en El Calafate era el mas famoso de los glaciares. Cuando llegamos al pequeño pero moderno aeropuerto de este destino turístico argentino de primer orden, lo primero que hacemos es coger un taxi (vulgo 'remís', que es como se le conoce a un coche alquilado con chófer) para que nos deje en las Cabañas de Nelly, unas curiosas casas triangulares de madera al más puro estilo patagónico. Como es temporada baja, podemos hasta elegir cualquiera de las confortables y acogedoras cabañitas. Una de las ventajas de viajar fuera del tiempo de la máxima afluencia de visitantes...
EL 'REMISES' SE PONE AL MANDO
Aunque pensábamos contratar el transporte con la señora que regentaba el alojamiento, finalmente 'el hablador' o podría decir vendedor del remís ya nos había explicado con detalle el historial del glaciar, casi con diferentes teorías científicas (entre ellas la suya propia). Ante esta exhibición de conocimiento... difícil decirle que no, a pesar de que la encargada de Nelly trataba de ahuyentarle. "¿Ya os está ofreciendo transporte el Remises?", me decía irritada. Más tarde, durante el camino hacia el Perito Moreno el Remises (no hubo manera de no llamarlo por este nombre) no paraba de hablar y pasó a contarnos incluso historias personales.
Quizás no se dio cuenta que las seis de la mañana era muy temprano para prestarle atención: nos percatamos de que cuando en un principio hablaba tanto, aparte de pretender vendernos sus servicios, nos quería demostrar que era un porteño muy pesado, un porteño que se llevó a su mujer e hijo al sur de la Patagonia evitando así las malas experiencias sufridas en la capital bonaerense.
Lo malo es que en este paraíso natural su mujer no se hallaba cómoda y echaba de menos el ajetreo de una gran ciudad, una pena para un padre e hijo que disfrutan al máximo la naturaleza helada del Gran Sur, ¿que pasaría si a su hijo calafateño le quitas los patines para siempre?, privándole de deslizarse en cualquiera de los inmensos lagos helados de la zona, los domingos se convertirían en gigantescas pistas de patinaje atestadas por los vecinos de Calafate. Nos parece increíble que alguien se pueda aburrir en este paraíso blanco, quizás no fuera la mujer de su vida, pero... ¿quién es el guapo que se lo dice?
UN POCO DE CHAMPÁN ES LO SUYO
Ya ha amanecido y la primera parada es para ver el Glaciar desde la orilla del Lago Argentino, pero esta maravilla natural hay que verla desde más cerca. Después de una aproximación en barco a la impresionante pared vertical, la amable tripulacion 'pesca' un trozo de iceberg que utilizan para llenar la cubitera del bar de abordo. Qué mejor que un Moët & Chandon con hielo del Perito Moreno para celebrar el impagable momento...
Después de la navegación paseamos por la Península de Magallanes frente al Glaciar, su gran masa de hielo avanza continuamente provocando auténtica acumulación, con ruptura y desprendimiento de gigantescos bloques de hielo a lo largo de sus cinco kilómetros de ancho, todo acompañado por estruendosos sonidos comparables a un trueno. Cuando su avance culmina en la unión con la península, forma un enorme dique que provoca el crecimiento del Lago Argentino. Al no poder sus aguas continuar su camino, la enorme presión por el desnivel del caudal termina rompiéndolo, lo que acaba en un espectáculo visual y sonoro del que muy pocos afortunados pueden disfrutar. Cuando fui yo, había ocurrido apenas un mes antes de nuestra visita, por primera vez en invierno durante más de medio siglo. Con el creciente cambio de las temperaturas, cualquier sabe qué depara el futuro.



















