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Veinte tesoros de Andalucía que hay que conocer pero ya

Las ocho provincias contienen centenares de lugares mágicos y es difícil decantarse por los mejores, pero todos los que están en esta lista son sin duda imprescindibles

Guillermo Ortega

Granada

Andalucía es imprescindible. Sus ocho provincias rebosan de encantos que siempre han conocido los lugareños y que cada vez más visitan los foráneos. No es sólo un destino de sol y playa, por supuesto que no. Tiene un montón de sitios para que el visitante pierda la noción del tiempo contemplando sus paisajes, sus rincones, sus vistas, sus atardeceres… Pura magia. Aquí van algunos ejemplos:

Por decirlo en tres palabras: desequilibra cualquier balanza. Muchas ciudades pueden presumir con razón de sitios bonitos, pero muy pocas, por no decir ninguna, de tener un monumento icónico no ya sólo de Andalucía sino de España, un conjunto que corona la colina de Sabika y que agrupa antiguas fortalezas militares, suntuosos palacios donde se observa el lujo con el que vivían los árabes en su época de esplendor, otro palacio, algo más moderno, el de Carlos V, que es una joya del Renacentismo y cuyo diseño fue absolutamente rompedor en su momento, unos jardines, los del Generalife, que invitan a quedarse allí para siempre…

La Alhambra recibe más de dos millones de visitantes al año, lo que la convierte en el segundo monumento más contemplado de España, sólo por detrás de la Sagrada Familia de Barcelona. Vienen a verla turistas de todos los países del mundo y desde allí se ve a la perfección tanto el barrio del Albaicín, que está justo enfrente, como la catedral –otra joya renacentista- y varios puntos más del centro de la ciudad que son igualmente imprescindibles. Nadie sale decepcionado de la Alhambra, eso es un hecho.

Mezquita de Córdoba

No le va a la zaga. Es el monumento por excelencia de la capital cordobesa y el punto de partida para un agradable paseo por el antiguo barrio de la Judería y su estrechas y bien conservadas callejuelas. Un paseo que, por qué no decirlo, abre el apetito para, una vez finalizado, degustar la espléndida gastronomía del lugar.

La singularidad de la mezquita reside en que une dos templos en uno. La mezquita en sí, del siglo VIII y que deja con la boca abierta. Quien quiera puede contar cuántos arcos de herradura policromados en rojo y blanco hay dentro. Quien no, aquí tiene la cifra: 365. Pero es que, dentro de esa mezquita, los cristianos, al conquistar la ciudad, mandaron hacer una catedral que es puro lujo.

La torre del campanario y el patio de los naranjos son otros elementos imprescindibles de ver en la visita, que por lo demás puede y debe complementarse con un recorrido por la Córdoba más moderna, llena de edificios preciosos y lugares emblemáticos como la Plaza de la Corredera, que recuerda por su estructura a varias plazas mayores castellanas.

Un lujo para la vista y para los demás sentidos. Enclavada en un parque natural –cosa que se agradece, porque de lo contrario estaría ahora saturada de edificios horrendos- está considerada una de las más bonitas de España. Ahora que ha sido descubierta por todos, sus más antiguos usuarios recuerdan la época en la que llegar era una auténtica aventura, recompensada, eso sí, por una ensenada maravillosa con cientos de metros a su disposición.

Sería un error irse sin visitar las ruinas de Baelo Claudia, un pequeño pueblo fundado en el siglo II antes de Cristo que vivía fundamentalmente del gárum, un condimento muy apreciado por los romanos hecho a base de tripas de pescado.

También destaca por sus dunas, que son móviles y que se pueden escalar sin demasiada dificultad. Compensa madrugar para subirse allí y después recorrer la playa de cabo a rabo y ver otro espectáculo poco común: vacas que pasean por la arena y hasta se pegan un baño. Tienen todo el derecho de hacerlo: al fin y al cabo, sus antepasados estaban allí mucho antes de que llegaran los turistas.

Reúne mil encantos. La parte nueva merece un paseo para detenerse en la plaza de toros y su museo o adentrarse en sus calles comerciales. Pero sin duda el verdadero interés de este municipio malagueño es su zona antigua. Por supuesto por el celebérrimo tajo que divide el pueblo en dos, aunque en realidad los une mediante tres puentes a diferentes alturas. Pero también por las casas-palacio de los siglos XVIII y XIX.

Aunque quien quiera, también puede visitar vestigios de la época cristiana, como la Iglesia del Espíritu Santo, mandada construir por los Reyes Católicos, o ir más allá en el tiempo y contemplar restos árabes y romanos. Tiene museos para todos los gustos y un dulce típico irresistible: las yemas del tajo.

Geoparque de Granada

Puede ser lo más parecido que se puede encontrar en España al Cañón del Colorado. Es un paraje casi yermo que hipnotiza y que no nació precisamente de la noche de la mañana, sino como consecuencia de la erosión de la tierra, que desde la época paleolítica cuaternaria ha ido cincelando un paisaje caprichoso, árido, caluroso cuando hay sol y de noches frescas.

Ocupa una extensión de casi 5.000 kilómetros cuadrados y abarca varias comarcas en el norte de la provincia granadina. Allí se pueden hacer innumerables rutas, apuntarse a carreras de atletismo o ciclismo sólo aptas para los más preparados, sumarse a las jornadas de supervivencia que organizan varias empresas –y que incluyen pasar la noche al raso viendo miles de estrellas- o, sencillamente, contemplar el panorama en absoluto silencio.

Playas del Cabo de Gata

¿Con cuál quedarse? En un sitio como el Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, esa elección es muy complicada porque es una zona con innumerables atractivos. Desde las salinas, en la zona más próxima a la capital almeriense, hasta la playa de El Mónsul, que Steven Spielberg inmortalizó en su saga de Indiana Jones, pasando por El Arco, Los Genoveses u otras calas más escondidas.

El Cabo de Gata está lleno de playas impresionantes abc de sevilla

El paisaje fascina desde arriba y también a ras de suelo, pero los amantes del buceo están de enhorabuena porque sus fondos marinos son de los más ricos de España. Mantenerlos en buen estado es una auténtico desafío en un mar tan castigado como el Mediterráneo, de ahí que la zona cuente con una protección especial y que el tráfico rodado esté limitado en determinados puntos para evitar la saturación.

El Rocío

Parece mentira que en una aldea puedan juntarse más de un millón de personas, pero es lo que pasa en El Rocío, un pequeño núcleo dependiente del municipio de Almonte donde, una vez al año, se celebra la romería más multitudinaria del país, en honor a la Virgen del Rocío.

El Rocío está enclavado en el Parque Nacional de Doñana y parte del encanto, para los rocieros, consiste en llegar allí tras varias jornadas a pie transitando por marismas y pinares. Una vez en su destino, su recompensa es ver la imagen de la virgen, a la que llaman la Blanca Paloma.

La noche del Rocío es para los devotos la más importante del año. Sólo los almonteños pueden acercarse a la verja que hay junto a la iglesia y, cuando acaba la madrugada, saltarla y ponerse bajo los varales para pasearla después por la aldea.

Vejer

Si hubiera que designar al pueblo más bonito de la provincia de Cádiz, Vejer figuraría entre los finalistas. Situado en la cima de una colina, es reconocible desde la distancia por su blancura y por la uniformidad arquitectónica de sus casas. Es recomendable visitar monumentos como la iglesia en honor a la patrona del lugar, la Virgen de la Oliva, así como a los restos de su muralla, y también escuchar las viejas historias sobre las Cobijadas, aunque ya nadie lleva las ropas que las caracterizaran.

Pero sin duda es más gratificante darse un buen paseo por sus calles estrechas e intrincadas, sobre todo si no se les tiene miedo a las cuestas. En cada esquina hay una sorpresa agradable y todavía, si se busca bien, hay tabernas y tascas que recuerdan al Vejer antiguo. Y por supuesto es imprescindible bajar a la Barca de Vejer y comer un bocadillo de lomo en la Venta Pinto, antaño lugar de reposo para los caballos que hacían la ruta entre Cádiz y Málaga cuando aún no había coches. Todo eso, por no mencionar las playas que tiene cerca: Caños de Meca, El Palmar, Zahora…

Frigiliana

Nerja ya era un lugar de veraneo antes de que Verano Azul se emitiera, aunque es indudable que la serie televisiva le dio un impulso importantísimo. Por entonces, Frigiliana era poco más que una aldea situada a pocos kilómetros, en el interior. Cuando los primeros turistas empezaron a acudir, apenas podían creer lo que veían.

Porque Frigiliana es un pueblo de casas encaladas, de fachadas decoradas con flores y empinadas cuestas que pueblan un casco antiguo extraordinariamente conservado. Aún en los años noventa, cuando no había infraestructura hostelera, el visitante podía preguntar a la gente de allí dónde podía comer y encontrarse con la grata sorpresa de que les abrían las puertas de sus casas. Porque sus habitantes son su tesoro mejor guardado.

Gruta de las Maravillas

Aracena, Jabugo, Cortegana y toda esa zona de la provincia de Huelva son bien conocidas por sus paisajes, su ambiente sano y respirable y, para qué negarlo, por su extraordinario jamón. Pero sería imperdonable pasar por Aracena y no visitar la Gruta de las Maravillas, una cavidad que tiene bien ganado su nombre.

La descubrieron unos mineros a mediados del siglo XIX y se debieron quedar fascinados por la abundancia de agua y las sorprendentes formaciones rocosas del lugar, que es un auténtico templo subterráneo. Resulta especialmente apetecible verlo cuando el calor aprieta más, porque allí la temperatura es prácticamente estable y no supera los 18 grados.

Marismas del Odiel

Huelva es una provincia llena de contrastes. Tiene un parque nacional, el de Doñana, una de las cuevas más bonitas de España, la Gruta de las Maravillas, un río que dibuja un paisaje más propio de Marte que de la Tierra, el Tinto, y unas marismas, las que forma el río Odiel, que también gozan de una protección medioambiental por la fragilidad del ecosistema que alberga.

Las marismas del Odiel invitan al sosiego y la reflexión abc de sevilla

El humedal se fue formando paulatinamente por los aportes de sedimentos del Odiel y del ya mencionado Tinto, y es un lugar ideal para ver aves migratorias, como lo son también la laguna de Fuente de Piedra, en Málaga, o la desembocadura del Palmones, en Cádiz.

Es un sitio para desconectar, para buscar la paz. Si lo que se pretende es ir a la playa, cerca las hay enormes y fantásticas, a no ser que el viento sople, que entonces la cosa cambia a peor.

Setenil de las Bodegas

La particularidad de Setenil, uno de los pueblos blancos de la Sierra de Cádiz, es que una de sus calles principales está literalmente bajo una roca. La que formó tiempo ha el río Trejo. Pero nunca ha pasado nada, así que se puede transitar por allí con total tranquilidad.

Declarado Conjunto Histórico por la Unesco, es un municipio pintoresco no exento de monumentos interesantes –ahí se lleva la palma la Iglesia de la Encarnación, erigida entre los siglos XV y XVII y que mezcla los estilos gótico y mudéjar- pero en el que lo suyo es buscar la esencia, esos rincones que conocen los que llevan toda la vida allí. De paso, no está de más degustar su gastronomía, a la que en los últimos años incluso se le han unido buenos vinos hechos en la zona.

Arcos

Arcos de la Frontera es otro precioso pueblo de la provincia de Cádiz y está, además, repleto de historia. Su casco urbano está situado entre dos tajos o peñas, así que a poco que el visitante se asome a sus bordes, divisará un precioso panorama del valle que tiene a sus pies, en el que discurre el río Guadalete. Tampoco conviene demasiado que los que padecen vértigo miren hacia abajo del tirón.

Conserva parte de sus murallas, es imprescindible la visita a la Iglesia de Santa María de la Asunción, su principal monumento, y en el casco urbano, muy bien conservado, abundan las casas señoriales de los siglos XVIII Y XIX, algunas con su escudo de armas bien presente en las fachadas. En la campiña que rodea a Arcos se está haciendo también un buen vino de un tiempo a esta parte, así que es un motivo añadido para acercarse.

Osuna

Aunque el protagonismo de la provincia de Sevilla se lo lleva su capital, es indudable que hay pueblos en el interior que tienen muchísimo interés. Uno es Estepa y otro, Osuna, que combina el señorío que le aportan sus casas palaciegas de los siglo XVIII y XIX con un patrimonio muy valioso que incluye su antigua Universidad, que funcionó entre los siglos XVI y XIX.

Es más que recomendable pasear por su casco histórico, pero también subir hasta el antiguo castillo para visitar La Colegiata, su principal templo. La plaza de toros se convirtió en una de las más vistas de España porque salió en un episodio de la exitosa serie Juego de Tronos.

Montoro

Hay pueblos que son bonitos vistos desde lejos, otros que sólo muestran su encanto cuando se entra en ellos y luego están los reversibles, los que son preciosos en cualquier caso. Montoro se sitúa en un promontorio, bajo el que discurre el Guadalquivir en pleno meandro, y ofrece una imagen monumental a quien se acerca.

Pero es que el interior, declarado Conjunto Histórico Artístico en 1969, está lleno de sorpresas agradables. Es una gozada pasear por sus calles y toparse con vestigios de épocas pretéritas, la musulmana y hasta la romana, lo que demuestra que nuestros antepasados ya tenían buen gusto a la hora de asentarse en un lugar.

Por si fuera poco, Montoro es la puerta de entrada de Sierra Morena y enlaza también con la campiña, lo que por un lado lo sitúa junto a un montón de tesoros naturales y, por otro, lo dota de otras joyas, nacidas de la tierra, que son el sustento económico del pueblo. Imprescindible probar su aceite.

Mojácar

Está a sólo unos kilómetros de la concurrida costa almeriense, pero al llegar allí el viajero parece que haya entrado en otro mundo. Mojácar es un pueblo de calles estrechas, encaladas y decoradas con flores, donde se respira el silencio y todo parece discurrir con calma, con la tranquilidad de siempre.

Es más que aconsejable visitar lugares como los yacimientos de Las Pilas, la iglesia de Santa María o el castillo de Macenas, todos ellos sitios declarados Bienes de Interés Cultural. Desde el mirador del castillo, las vistas son impresionantes.

Y si después de eso quedan ganas de playa, está a sólo unos kilómetros. Los fondos marinos de la zona son muy interesantes y todavía se conservan, por fortuna, algunos ejemplares de animales difíciles de ver, como las tortugas bobas.

Cazorla, Segura y Las Villas

Al llegar allí, lo primero que debe hacer el visitante es pararse un rato, contemplar lo que tiene a su alrededor y asimilar tanta belleza. Después, las posibilidades son muchas y todas son recomendables: desde acercarse al nacimiento del Guadalquivir hasta perderse –es una forma de hablar, tampoco está de más llevar una brújula- por esos inacabables bosques de pinos o acercarse al pantano de El Tranco, donde la paz se paladea.

El agua es protagonista en el Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas abc de sevilla

Declarada Reserva de la Biosfera, es una zona de gran diversidad y riqueza paisajística y es posible encontrar allí especies como el gato montés. Es un espacio tan grande –casi 215.000 hectáreas- que puede llegar a abrumar.

Es fundamental andar con cuidado de no maltratar el entorno, especialmente protegido. Mejor pasear que contaminar con el coche, cosa que además de ser más sano sirve para abrir el apetito y degustar después la magnífica gastronomía de este auténtico tesoro.

Sierra de las Nieves

Está como escondida detrás de las imponentes montañas que protegen de los vientos a la Costa del Sol malagueña. Muchos turistas se quedan sólo con esa fachada, pero los que penetran en la sierra se llevan como recompensa la vista de unos paisajes que resisten pocas comparaciones.

Declarado oficialmente Parque Nacional, se sitúa en la parte más alta de la Serranía de Ronda y, siendo interesantísima de por sí, la sierra ofrece además la posibilidad de encajarse por diversas rutas hasta la serranía rondeña, a monumentos naturales como la Cueva de la Pileta e incluso a los pinsapares que hay cerca de Grazalema, ya en la provincia de Cádiz.

La Sierra de las Nieves es para disfrutarla sin prisas, para alejarse del estrés y de las preocupaciones. Abundan los alojamientos rurales y, buscando, se pueden encontrar sitios buenos y baratos donde se come francamente bien.

Almodóvar del Río

Un castillo bien conservado corona un precioso pueblo cordobés en pleno valle del Guadalquivir. Ese pueblo es Almodóvar del Río, que fue puerto fluvial en la época de los romanos y que ahora es un sitio digno de ver. Su casco urbano transporta al viajero a una época anterior. Es uno de esos sitios sobre los que se puede decir que allí se detiene el tiempo.

Conviene tomarse las cosas con calma allí. Recrearse las vistas desde todo lo alto de la fortaleza e imaginar cómo pudo vivirse allí en la época de dominación árabe, en la que Almodóvar del Río tuvo una gran importancia por su lugar estratégico, aunque también se recuerda al pueblo porque allí decapitaron al rey musulmán de Baeza por aliarse con los cristianos.

El turismo juega un papel creciente en la economía de un municipio que ha vivido tradicionalmente del cereal y el olivo. Se agradece que allí no haya llegado aún de manera masiva e invasiva, porque en ese caso se perdería la esencia. Entrar en contacto con los que llevan allí toda la vida e integrarse en sus costumbres es la mejor manera de disfrutar de Almodóvar del Río.

Cerro del Hierro

El norte de la provincia de Sevilla tiene lugares encantadores y Cerro del Hierro incluso supera esa categoría y se sitúa en la de mágico. Porque algo de sobrenatural parece haber en esas caprichosas composiciones que la erosión y el tiempo han causado en las rocas calizas que protagonizan el paisaje.

Las formaciones rocosas del Cerro del Hierro son cautivadoras abc de sevilla

Le llaman la Siberia de Sevilla porque en invierno el termómetro suele bajar de los cero grados. Así que no es difícil imaginar lo placentero que resulta visitarlo en verano. Mientras en la capital se superan con facilidad los cuarenta grados y las noches son tórridas, en Cerro del Hierro muy raro es que se llegue a esas temperaturas tan extremas, por las noches refresca y no es descartable que incluso en agosto llueva.

Las rocas calizas son ricas en hierro y por eso el municipio ha estado ligado desde antaño a la minería a cielo abierto. Ya no se extrae el mineral, pero los restos de la antigua industria pueden verse y, de hecho, constituyen otro de sus atractivos.

Como lo es, por añadidura, la posibilidad de hacer escalada en esas piedras tan peculiares. Eso atrae a un turismo joven, deportista y amante de la naturaleza.

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