Tras los pasos de Washington Irving en Granada
El autor norteamericano viajó a la provincia en dos ocasiones y su estancia supuso un antes y un después en la capital
Allí escribió sus famosos 'Cuentos de la Alhambra' tras residir durante meses en la fortaleza nazarí
Álvaro Holgado
Granada
Antes de que el entorno de la Alhambra estuviera lleno de turistas estuvo lleno de viajeros. Románticos, en concreto. En el siglo XIX y principios del XX, Granada tenía muy poco que ver con la que hoy conocemos. Fue precisamente la visita de esos viajeros ... la que la puso de nuevo en boga y la que, a través del interés que transmitían por el legado árabe y su misterio, revalorizó una ciudad que no pasaba, ni mucho menos, por su mayor momento de esplendor.
Uno de los más recordados es, sin duda, Washington Irving. Sobretodo por sus 'Cuentos de la Alhambra', escritos en 1829 durante su estancia en la ciudad y que pusieron el nombre de la fortaleza nazarí en las librerías de todo occidente. El escritor norteamericano quedó fascinado por la cultura ancestral de la capital granadina y, según sus propios textos, se fue de mala gana de la que era su segunda visita a la misma.
En la primera dejó su rastro por buena parte de la provincia, desde Loja a Santa Fe. Las huellas han quedado finalmente como patrimonio para los granadinos del siglo XXI, que pueden recorrer, ya sea a través de rutas o visitas a enclaves concretos, el camino de un escritor referencial para entender Granada y la visión que dejó de ella al mundo.
Alhambra
La Alhambra es el lugar irvingniano por excelencia. En su segunda visita a Granada, Irving decidió hospedarse en la ciudad. Lo hizo primero en la posada de la Espada, en la calle Alhóndiga en la capital, pero a la semana el viajero tenía decidido que quería pasar las noches en la misma Alhambra.
Viajaba junto a su amigo el príncipe de Dolgorouki, embajador ruso en España en aquella época y conocido, a la postre, por ser quien creó el libro de firmas de la Alhambra con el fin de acabar con los graffitis.
El monumento para entonces estaba abandonado y en unas condiciones pésimas, pero era de difícil acceso a determinadas horas. Tras realizar algunas gestiones, tanto él como el príncipe ruso consiguieron la autorización para poder hospedarse allí y, sobre todo pasar las noches, el momento más mágico e interesante para un romántico como él.
Esa primera habitación la tuvo en el Palacio de Carlos V, pero tardó escaso tiempo en cambiar de hospedaje. A las pocas semanas, una noche mientras curioseaba entre los palacios, encontró unas habitaciones cerradas a cal y canto que abrió forzando la puerta. Se trataba de las llamadas Salas de las Frutas, unas estancias que Carlos V mandó construir en torno a los palacios musulmanes tras su célebre visita a Granada en 1526, en su luna de miel.
La estancia de Irving fue entretenida para él y, aparte de escribir y tomar notas, según narra en una carta a su amigo Dolgorouki, desayunaba «al estilo de los reyes nazaríes» en el Patio de los Leones. Además de este lugar, el Salón de Embajadores era otro de los sitios preferidos para desayunar y almorzar.
Entre sus pasatiempos, proseguía en su correspondencia, estaba el de subirse a lo alto de la Torre de Comares y desde allí arriba, con sus prismáticos, observar meticulosamente el día a día de la ciudad y el caminar de los granadinos por las calles.
Tal fue la trascendencia tras aquellas semanas que, ya consolidado como periodista, hispanista y diplomático, escribió artículos en los que explicaba la necesidad de la recuperación de la misma y de darle el lugar en la historia de Granada y de la Humanidad que le correspondía.
En pleno bosque de la Alhambra se encuentra además el Hotel Washington Irving. 63 habitaciones tienen cabida en este hotel de cinco estrellas, inspirado en la vida y obra del autor de los 'Cuentos de la Alhambra'. El propio Irving llegó a alojarse durante unos días, en 1829, en los aposentos de este edificio situado frente a la Puerta de los Siete Suelos.
La Alhambra no sería hoy por hoy lo mismo sin aquellos escritos ni sin, por supuesto, los Cuentos de la Alhambra. Por ello, pasada la puerta de las Granadas, en la entrada a la Alhambra, la cuesta que se emprende por el camino de la izquierda, la que da a la Puerta de la Justicia, tiene una estatua del propio Irving esculpida en bronce. Se hizo en conmemoración del 150 aniversario de su muerte y su postura, como no podía ser de otra manera, es la del posado con su cuaderno de notas y la predisposición del viajero atento que fue en los palacios nazaríes.
Ruta Washington Irving
Si bien el lugar más conocido y más amado para Irving en Granada estuvo indudablemente en al Alhambra, también viajó por la provincia en su primer viaje, en 1928. Existe, actualmente, una ruta Washington Irving, que cruza toda Andalucía, tal y como lo hizo él, desde Sevilla hasta Granada.
El trayecto une las capitales de las dos Andalucías tradicionales, la Baja y la Alta; dos llanuras, la campiña y la vega, separadas por un sugerente y variado paisaje. La llegada a Granada se produce en Loja, de quien Irving señaló que «es agreste y pintoresca». Describía el viajero que «por encima de la ciudad todo es salvaje y estéril, mientras que en su parte inferior medran la más rica vegetación y el más fresco verdor que imaginar cabe».
Desde Loja, en torno al valle por donde baja el cauce del Genil, se emprende, pasando por Huétor Tájar y Moraleda de Zafayona, el camino hasta la Alhama de Granada.
La siguiente parada se encuentra en Montefrío, uno de los más bellos pueblos de Andalucía según National Geographic año tras año, con razón de sus incomparables vistas. Por encima de su característica peña, coronándola, aguarda la iglesia de la Villa.
De ahí se toma el sendero hacia Íllora y luego hacia Fuente Vaqueros, pueblo natal de Federico García Lorca y donde se puede visitar su casa-museo. A pocos kilómetros de ella se encuentra otra de las paradas imprescindibles, también para Irving como estudioso del personaje histórico de Cristóbal Colón, que es Santa Fe, donde se firmaron las Capitulaciones.
En ellas, los Reyes Católicos el 17 de abril de 1492 en esta misma localidad, ya a las afueras de Granada, se recogen los acuerdos alcanzados con Colón relativos a su expedición planeada por el mar hacia occidente. Se trata de la penúltima parada, siendo el final del viaje en la provincia, cómo no, la capital granadina, donde se debe proceder a la visita al monumento alhambreño y sus alrededores.
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