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La Silla del Papa, el lugar de Cádiz donde casi puedes tocar África con la punta de los dedos
Este enclave arqueológico ofrece una panorámica impresionante de las ensenadas de Bolonia, Barbate y Zahara de los Atunes, además de albergar restos enterrados de antiguas civilizaciones
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A.T.
Sevilla
En lo más alto de la imponente sierra de la Plata, en el corazón del parque natural del Estrecho, se encuentra un tesoro arqueológico que nos conecta con los misterios del pasado: La Silla del Papa. Este enclave arqueológico, situado a ... 457 metros sobre el nivel del mar, no solo ofrece una panorámica impresionante de las ensenadas de Bolonia, Barbate y Zahara de los Atunes, sino que también alberga los secretos enterrados de antiguas civilizaciones que alguna vez prosperaron en esta tierra.
Desde las alturas de la Silla del Papa, se despliega un conjunto que abarca desde la costa hasta Medina Sidonia, con una extensión de aproximadamente doce hectáreas.
Historia
El origen de la Silla del Papa se remonta a la historia púnica y más allá. Se cree que este lugar fue la sede de la antigua ciudad bástula de Bailo, de origen púnico o, posiblemente, bástulo en el siglo VI a.C. Bailo, el asentamiento más occidental de los bástulos, que allanó el camino para la posterior fundación de Baelo Claudia en la costa de Bolonia. El abandono de Bailo en el siglo II a.C. coincide con la aparición de la ciudad romana de Baelo Claudia, marcando una transición significativa en la historia de la región.
Las excavaciones lideradas por el arqueólogo alemán Adolf Schulten en 1937 revelaron los cimientos de esta intrincada conexión histórica. Schulten identificó la Silla del Papa con el Mons Belleia, el lugar donde Sertorio convocó a sus aliados lusitanos en el 80 a.C. después de cruzar el Estrecho. Esta revelación añade capas de complejidad a la narrativa, demostrando que la historia de La Silla del Papa se entreteje con figuras históricas y eventos que han dejado una huella duradera.
Arte tallado en la roca
La Silla del Papa no solo es un yacimiento arqueológico; es un lienzo donde la historia se inmortaliza en la piedra. El santuario prehistórico, con su silla esculpida en la roca, da nombre a todo el yacimiento. De hecho, el topónimo de «silla» se debe a que en su cumbre hay una roca con forma de silla. Y «del Papa» es la manera en que los lugareños o campesinos pretendían explicar la monumentalidad o religiosidad de este lugar.
Además, las primeras exploraciones en la zona revelaron muros de mampostería a hueso, con bloques y sillares toscamente tallados sobre la arenisca. De esta forma, la arquitectura rupestre exhibe una planificación urbana meticulosa, con mechinales, vanos, hornacinas y escalones tallados en la roca. Prospecciones más recientes, en 2007, 2008 y 2009, documentaron áreas con diversas funciones, desde actividades artesanales hasta sectores funerarios.
En 2014, una prospección reveló los cimientos de un imponente edificio de bloques de piedra fuera de las murallas del santuario. Este gran edificio, identificado como una iglesia visigótica, data del siglo VI al VII. Es un testimonio tangible de la continuidad histórica en la Silla del Papa, subrayando la persistencia de la vida y la cultura a lo largo de los siglos.
Un enlace con el pasado que brilla en el presente
La Silla del Papa no es simplemente un conjunto de ruinas antiguas; es un portal que nos lleva a través del tiempo y el espacio. Desde sus alturas, donde casi puedes tocar África con la punta de los dedos, este lugar invita a reflexionar sobre la intrincada conexión entre el pasado y el presente. Cada piedra, cada tallado en la roca, cuenta historias olvidadas y nos recuerda que la esencia de nuestra cultura se construye sobre los cimientos de aquellos que nos precedieron.
La Silla del Papa sigue siendo un faro que ilumina la riqueza y la complejidad de la historia enterrada bajo nuestros pies. Este viaje a través del tiempo nos insta a apreciar la herencia de quienes poblaron estas tierras hace miles de años y a contemplar la continuidad de la vida a lo largo de los siglos. La Silla del Papa se erige como un testimonio perdurable de la inagotable capacidad del ser humano para dejar una huella en el mundo que perdura a lo largo de las eras.
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