Por qué es el momento de visitar La Tahá, la zona desconocida de la Alpujarra granadina
El pueblo, dividido en varios minúsculos núcleos de población, conserva la esencia de la zona y las casas de antaño y ofrece paz, sosiego y tranquilidad al viajero
Además, desde Pitres, Mecina Fondales, Mecinilla, Atalbéitar y Capileirilla se pueden iniciar unas rutas senderistas muy interesantes
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Guillermo Ortega
Granada
En realidad el titular se contesta por sí solo: es el momento porque La Tahá es Alpujarra pura y virgen, dos circunstancias que por desgracia ya no se pueden aplicar a otros puntos de esa mágica comarca granadina. La Tahá, en cambio, conserva la ... esencia y permite al viajero disfrutar de la paz, el sosiego y la tranquilidad que atesora un lugar único.
El acceso no es fácil, pero es lo que ocurre con todos los pueblos que están aislados de los grandes núcleos de población. Eso es parte de su encanto, de hecho. La carretera que conduce desde Órgiva hasta el interior de la Alpujarra llega en un momento dado a un cruce que hace cavilar al viajero.
Porque si gira a la izquierda podrá ver los dos pueblos más altos del Valle del Poqueira: Bubión y Capileira. Los dos son muy bonitos e interesantes, merecen sin duda una visita. Pero si en lugar de desviarse prefiere seguir adelante rumbo, por ejemplo, a Trevélez, famoso por su jamón, en el camino se encontrará con Pitres, el núcleo central del municipio de La Tahá.
Porque La Tahá, en rigor, se divide en varias pedanías: Pitres, Capileirilla, Mecina Fondales, Mecinilla y Atalbéitar. El primero es el que tiene más sitios para alojarse –son recomendables el Hotel Rural San Roque y los apartamentos La Oveja Verde- y más bares y restaurantes para avituallarse.
Pero no es buena idea hacer todo eso y seguir camino. Porque los otros pequeños núcleos representan la verdadera Alpujarra, la que permanece inalterada desde hace un siglo.
Especialmente bonito es el recorrido hasta Mecina Fondales, Mecinilla y Atalbéitar, tres minúsculos pueblos que no albergarán más de cien habitantes cada uno y en los que se conservan los célebres tinaos, las casas típicas alpujarreñas con una planta baja que servía para guardar trigo, cereales y demás mercancías, así como aperos de labranza y hasta animales, y una superior donde vivían sus propietarios. Casas de un blanco casi cegador que se rematan con una pintoresca chimenea.
No todo el camino se puede hacer en coche, y esa es otra ventaja. Llega un momento en el que las calles son tan estrechas que no caben, así que hay que dejarlos en alguna plaza o anchurón que se encuentre y seguir la ruta andando. El silencio se palpa y el viajero sólo se encontrará algunos vecinos enfrascados en sus cosas –hay talleres y tiendas de bisutería, por ejemplo- y no deberá sorprenderle que les hablen con acento extranjero. Si no fuera por ellos, que optaron por trasladarse allí, probablemente esos pueblos habrían desaparecido.
En Mecina Fondales hay un hotel llamado como el pueblecito y también una más que curiosa pizzería, La cueva de mora luna. Aunque obviamente, pasar por la zona y no degustar el contundente plato alpujarreño tendría delito.
Desde esos pueblos, además, parten numerosos senderos que llevan por caminos preciosos, con abundante vegetación y fuentes esporádicamente dispuestas para beber un agua cristalina. En la web del Ayuntamiento de La Tahá hay abundante información sobre esos senderos, casi todos ellos aptos para todos los públicos.
En definitiva, y por si aún no ha quedado claro, es un sitio para olvidarse de las prisas, para disfrutar de cada segundo, para desconectar. Es posible que en algunos puntos el móvil no tenga cobertura. Pero, con franqueza: ¿es necesario estar siempre alerta?
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