Encinasola, un pueblo escondido de Huelva que cautiva en la frontera con Portugal

Además de su impresionante arquitectura defensiva y riqueza paisajística, esta localidad onubense brilla por sus tradiciones, hablas y formas de vida rayanas, que ha sabido conservar e incluso transmitir a otros lugares como al vecino pueblo lusitano de Barrancos

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Vista de Encinasola desde la peña B. M.

J. M. Brazo Mena

Huelva

Dentro de las rutas fronterizas con Portugal, la que conduce a Encinasola, constituye una de las travesías más interesantes de la Sierra de Aracena, en la que una angosta carretera acompañada por la Rivera del Múrtigas, llevará al viajero hasta la bella población marocha, no sin antes, ofrecerle una amplia panorámica junto al Arroyo del Sillo, y los restos de un antiguo puente, mandado a construir por Juan Gualberto, ministro de Fernando VII.

Dentro del casco urbano, llaman poderosamente la atención del visitante los fuertes de San Felipe y San Juan, ambos del siglo XVI, que se levantan en los extremos del pueblo y que hoy se han convertido en privilegiados miradores de la sierra. Además, destacan los restos de un castillo construido en la época de Alfonso X el Sabio, y la iglesia parroquial de San Andrés, templo de estilo gótico mudéjar con tres portadas renacentistas atribuidas a Hernán Ruiz.

Al llegar al barrio de la Peña, junto al fuerte de San Felipe, el espectador puede contemplar una amplia panorámica del casco urbano desde las enormes rocas que lo coronan, donde se ha construido un mirador a más de 400 metros de altitud, al tiempo que puede divisar un hermoso paisaje de sierras surcadas por arroyos, riveras y caminos fronterizos, hollados por numerosos pueblos que ocuparon estos parajes desde época prehistórica.

En el paseo por el caserío, el visitante tiene la sensación de encontrarse en otro tiempo, no sólo por la tranquilidad del recorrido y la buena conservación de las casas antiguas, adornadas con flores, sino también por la hospitalidad de sus habitantes, con su peculiar «habla marocha», y por las costumbres y formas de vida propias del pueblo, que ha sabido conservar e incluso ha transmitido a otros lugares como al vecino pueblo portugués de Barrancos.

Toda esa personalidad de la que disfruta Encinasola, se debe no sólo al aislamiento geográfico del enclave, sino también por ser un crisol donde se mezclan tradiciones como la «danza del pandero», baile del siglo XIII que se ejecuta en las fiestas locales; la artesanía de las alforjas, mantas y romanas, y las antiguas formas de vida rayanas, como la del contrabando y el bandolerismo, en cuyas hazañas destacó el afamado «Juan de la Cruz y su jaca castaña».

La belleza de los cielos nocturnos

Otro de los atractivos de Encinasola y su entorno son sus cielos nocturnos que se muestran limpios y oscuros, y se revelan lejos de la más mínima contaminación lumínica, por lo que han conseguido el reconocimiento Starlight, al igual que otros lugares de Sierra Morena. Así con la llegada del verano, los aficionados al astroturismo disponen de un rincón único para disfrutar de lluvias de estrellas como las 'Dracónidas' o las famosas 'Lágrimas de San Lorenzo'.

Pero además, su belleza paisajística y amplia red de caminos convierten a Encinasola en un lugar idóneo para la práctica del senderismo, pudiéndose disfrutar de excursiones por la Ruta del Caño, arroyo afluente del Sillo que ofrece magníficas panorámicas a la altura del Pico de los Castillos y especialmente en la falda de la Peña de San Sixto; la Ruta de los Pilares y de los Cinco Pinos, pasando por el Puerto del Olivo o la del Camino de la Contienda, tomando el sendero que conduce a la ermita de Roca- Amador(s.XVI), en la finca «Los Claustros».

Construcciçon del fuerte de San Felipe B. M.

Charcas y pozas aptas para el baño, en el camino de Portugal

Otros de los paseos llenos de atractivos se sitúan junto a la Rivera del Múrtigas, principal vía fluvial que, escoltada por una variada flora con abundantes bosques- galería y acompañada de rica fauna, discurre encajada entre sierras. Estas aguas, que discurren camino de Portugal van dejando a su paso bellos rincones, amplias charcas, aptas para el baño, y restos de antiguos molinos que se van sucediendo en su lento curso de sureste a noroeste.

Junto al cauce del Múrtigas, en la frontera con Portugal, a 9 kilómetros del pueblo, se encuentra la otra ermita de Encinasola, la de la Virgen de Flores, que constituye un interesante ejemplo de la arquitectura popular. Según recoge el peculiar fandango marocho, que ya se cantaba y bailaba en el siglo XVI en la romería del Lunes de Albillo, «a orillas de la rivera, está la Virgen de Flores, patrona de Encinasola, reina de los corazones...».

Barrancos, el pueblo alentejano que baila sevillanas

Tras cruzar la Raya, el viajero se encuentra con Barrancos, una vecina localidad portuguesa de casas blancas colgadas entre cerros en la punta del triángulo que forma el Bajo Alentejo con la frontera española del norte de Andalucía y el sur de Extremadura. En este municipio luso, se puede ver la influencia española, en la romería de las Flores, que se celebra en las mismas fechas que la que tiene lugar en Encinasola en honor de su patrona.

Pero, en la excursión a Barrancos, no sólo se aprecia este «parentesco cultural», en las fiestas, en las que los portugueses bailan sevillanas, celebran corridas de toros al estilo español «touradas», (único sitio en Portugal donde desde 2002 es legal la muerte del animal en la arena), sino también en el habla, ya que todos los lugareños además de su lengua materna, hablan español y «barranqueño», un idioma único en el mundo con influencias andaluzas.

Castillo de Noudar en Barrancos B. M.

En este enclave portugués, los lugareños viven intensamente el flamenco -con su festival 'BarrancoOle'- que se celebra en el mes de agosto, y usos y costumbres como la matanza del cerdo ibérico (porco preto) como sus vecinos españoles, destacando la elaboración de sus propios jamones de pata negra con denominación de origen protegida, producto que ha sido señalado por consenso como el mejor jamón del país.

Del mismo modo, los habitantes de Barrancos comparten con los marochos otras especialidades gastronómicas como el típico guisado de morcilla de lustre, las migas (con sardinas asadas, aceitunas y naranjas)y el caldillo de las matanzas y caldereta, así como una exquisita repostería que gira en torno a especias como la matalauva, destacando las perrunillas, las tortas de chicharrones y los exquisitos prestines rebozados en miel (pestiños).

Los antiguos contrabandistas de la Raya

Desde los años 40 del siglo pasado y hasta bien entrados los 60, Barrancos fue uno de los epicentros del contrabando en la frontera, junto a Encinasola. Por el Ardila cruzaron toneladas de café, harina, azúcar, tabaco y carne escondidas en mochilas que cargaban a sus espaldas o en caballerías. Fue una ruta entre dos pueblos fronterizos hermanados desde hace siglos y donde el estraperlo fue parte esencial de su día a día, especialmente en época de carestía.

Dentro de Barrancos, que merece la pena hacer una excursión al Castillo de Noudar, entre la rivera del Múrtiga y el río Ardila, construcción que se terminó en 1307 durante el reinado de Don Dinis, y donde se estableció la aldea del mismo nombre. Hasta el siglo XVIII, Noudar fue la sede del municipio, pero los años precedentes de luchas y despoblación dieron lugar al traslado de la administración a la vecina ciudad de Barrancos.

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