Cualquier libro antiguo, o no tanto, definirá Albania como una peligrosa tierra de forajidos, anclada dos siglos más atrás que sus países vecinos. Totalmente alejada de la actual realidad, esta visión corresponde, afortunadamente, al pasado. Un paseo por su capital ayudará a entender mejor qué esconde estos días tan misterioso país. Porque misterioso sigue siéndolo y mucho.
Ir al centro de Tirana es sinónimo de llegar a la Plaza Skanderbeg: un enorme espacio abierto, herencia de la época comunista, rodeado de los edificios más emblemáticos de la ciudad. Es aquí donde debe empezarse la visita. Músicos en la calle, vehículos que cuesta creer que sigan rodando, jubilados que aún conservan los trajes típicos e improvisados espectáculos y mercadillos dan vida a este particular enclave.
De colosales dimensiones, la fachada del Museo Histórico Nacional preside la Plaza, y sostiene un enorme mural sobre las varias puertas de entrada, mostrando la imagen del pueblo albanés que el ex dictador Enver Hoxha defendía. Su interior, con excasas explicaciones en otros idiomas más que el albanés, muestra una enorme cantidad de cuadros de gran tamaño enfatizando la labor de todo tipo de oficios (vendedor, agricultor, artesano, forjador...). Lamentablemente, pese a lo rico de su pasado, la presencia de objetos históricos, al igual que ocurre en otros museos de países contiguos, es ciertamente escasa.
Si se tiene la suerte de estar a una hora en punto en la Plaza, no dejará de escucharse la característica melodía del reloj "Kulla e Sahatit", que además es uno de los edificios más antiguos del país, fechado en 1820. De la misma época (sus construcciones comenzaron a la par), y contigua a él, la mezquita de Et'hem Bey no sólo destaca por su refinado interior, sino que da una oportunidad única al visitante avispado para conocer a los fieles que continuamente descansan en su patio, quienes contarán los entresijos de la vida religiosa y día a día durante la dictadura de Hoxha.
Sorprenderá encontrar en mitad de esta capital una avenida llamada "George Bush". Nada más lejos de la realidad, la criticada visita de este presidente en el año 2007 rebautizó una de las arterias principales de la urbe. Quedan aún en pie varias de las marquesinas publicitarias que atestiguan las horas que el político pasó en Albania. Al final de la misma avenida se levanta un edificio cuya arquitectura contrasta con el resto de la ciudad. El conocido como 'La Pirámide', nombre que evidentemente alude a la forma física del mismo, fue diseñado por la hija del mismo Enver Hoxha y tras la muerte del dictador sirvió como museo a la memoria de éste. Hoy es una sala de exposiciones temporales.
Tabaco al peso en el mercado
Pero lejos de querer juzgar la ciudad por sus edificios, hay que dirigirse a sus gentes para conocerla de raíz. El mercado es la oportunidad perfecta para ello. Tabaco al peso, pescaderos que llevan la mercancia, aún viva, en sus propios maleteros, quesos de toda clase, gallinas y pavos correteando en círculos atados a un cordel y hasta corderos se entremezclan con puestos de ropa o telas, en un ordenado caos de tenderos que, como es costumbre en los países del Este, pasan la mañana jugando al ajedrez.
Albania lucha, con bastante éxito, por desprenderse del pasado dictatorial y la imagen exterior que ésta ha dado. Cuanto menos curioso resultará, al pasear entre sus calles, ver la nueva ola de edificios que decoran sus fachadas con miles de colores. Muchos de los diseños son obra de artistas nacionales y extranjeros. No pocos albaneses afirman que este proyecto urbanístico se lo inspiró a Edi Rama, urbanista del gobierno albanés, una visita a Girona, poco después de que la democracia llegase al país. El barrio donde más hincapié se hizo con esta tan peculiar como colorida reforma es aquél en que el residieran los altos mandos del gobierno de la época comunista.
Aunque cada vez más visitantes extranjeros acuden a conocer Albania, hay que considerar que la oferta de hospedaje no es excesivamente amplia, pues hasta hace bastante poco ni siquiera existía. Por ello conviene reservar algún alojamiento antes de llegar, o usar una de las tantas habitaciones que familias locales ofrecen en sus casas particulares para tener un sobresueldo.
Las mujeres que las ofertan suelen estar en los lugares céntricos y estaciones de autobús, resultando además la opción más económica, aparte de permitir conocer de cerca la vida familia albanesa. Llegado el momento de abandonar la ciudad, puede tomarse uno de los autobuses que salen de la misma Plaza Skanderber hacia Kosovo, o desde la céntrica estación de buses, hacia el Sur, para conocer la fortaleza de Girokastra o el Lago Ohrid, ambos declarados Patrimonios de la Humanidad.



