LA ESPAÑA MÁGICA

Cuevas de Ojo Guareña: el príncipe perdido y hallado

El complejo subterráneo alberga pinturas rupestres y una ermita del siglo VIII vinculada a viejas leyendas

Cueva Palomera, en el complejo de Ojo Guareña, en Burgos Ricardo Ordoñez

Uno de los pocos eslabones que quedan en la Península y que nos conectan con el Paleolítico son las cuevas de Ojo Guareña en la merindad de Sotoscueva, en el límite de Burgos con Cantabria, donde se conservan pinturas antropomórficas y de animales, datadas ... en el Magdaleniense, con una antigüedad en torno a 15.000 años.

Las cuevas son uno de los mayores complejos kársticos de Europa con una red de galerías de unos 110 kilómetros de extensión. Se sabe que estuvieron habitadas. Por su interior corren regatos subterráneos de aguas filtradas desde los dos ríos de la superficie.

Hace más de medio siglo, los espeleólogos hallaron en su interior el esqueleto de un hombre joven, apoyado sobre el suelo con los brazos cruzados en el pecho. Conservaba los restos de una capa de lana tejida, un broche de bronce y un cinturón metálico que acreditaban su noble condición. Había huellas cercanas y los restos de una antorcha apagada, por lo que se interpretó que se había extraviado en la oscuridad. Los arqueólogos que examinaron el cadáver determinaron que se trataba de un caudillo que había vivido en el 600 antes de Cristo , seguramente de origen cántabro. Muy probablemente ‘El Príncipe’, como se le bautizó, se quedó atrapado en el lugar e intentó sobrevivir construyendo una pequeña represa para guardar el agua que se filtraba por las paredes de la cueva.

El complejo de Ojo Guareña contiene decenas de pinturas rupestres, muy primitivas, en las que se representan ciervos, urogallos, cabras y caballos, datados en fechas similares a las halladas en Altamira, aunque más imperfectas. Hay también signos antropomórficos y algunos triángulos que podría ser signos de fertilidad. En la llamada Galería Sepulcral, se encontraron unos bellos pendientes de bronce de doble aro, tal vez pertenecientes a una noble cántabra. A la entrada, se construyó en el siglo VIII una ermita, dedicada a San Tirso. Posteriormente el recinto fue consagrado a San Bernabé. La bóveda del templo es la propia roca caliza de la montaña que alberga las galerías. Y hay pinturas en el techo que ilustran el martirio de San Tirso y sus milagros que guardan un curioso parecido con algunas de las inscripciones de las cuevas. Era costumbre depositar exvotos de cera en el altar.

La imagen del santo patrono está representada en el ábside de la ermita con una sierra en las manos y acompañado de los arcángeles San Miguel y San Rafael. Dice la tradición que San Tirso expulsó a las brujas y los diablos que habitaban en las cuevas. El Maligno rugía de rabia durante las tormentas por haber abandonado su morada.

Hay también un grabado en los muros en los que se consigna que un tal Pedro Gómez fue salvado de una caída sobre la nieve por la intercesión de San Bernabé. Y también se atribuía el poder de curar las enfermedades al agua de la pila bautismal del templo.

Dice una tradición que seguramente data de la Edad Media que era costumbre que un habitante del lugar hiciera sonar un cuerno desde la ermita para llamar a la lluvia . Hay también un sepulcro vacío en la nave del templo que algunos han interpretado como un signo esotérico, sugiriendo que allí se celebraban ritos iniciáticos antes de su cristianización.

Otra leyenda habla de un hombre de larga barba, llamado Lan, que compartía sus alimentos con una osa y varios monstruos que habitaban en las sierras de la comarca. Podía domesticar a los animales salvajes . Lo que parece seguro es que los habitantes de los pueblos de la merindad se reunieron en el siglo XIX a la entrada de la ermita para discutir los asuntos comunes y pedir la protección de San Tirso, un ermitaño frigio martirizado en los tiempos de Trajano Decio, cuyos restos fueron llevados a Constantinopla. La tradición duró hasta 1924.

Las cuevas estuvieron habitadas durante siglos, como prueban los restos humanos y los depósitos de grano, construidos con arcilla para protegerlos de la humedad. Pero la leyenda se confunde con la historia en este enclave mágico donde durmió durante más de 25 siglos un príncipe del que no sabemos casi nada.

Artículo solo para suscriptores
Tu suscripción al mejor periodismo
Anual
Un año por 15€
110€ 15€ Después de 1 año, 110€/año
Mensual
5 meses por 1€/mes
10'99€ 1€ Después de 5 meses, 10,99€/mes

Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras

Ver comentarios