La España mágica
Los clots de Sant Juliá, memoria en la piedra
Veinte cavidades, situadas en un bosque del Ampurdán, testimonian los ritos de una antigua cultura de la que casi nada sabemos
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Iniciar sesiónLos antiguos pobladores de la Península de hace 4.000 años carecían de escritura, pero tenían a su alcance un poderoso instrumento para dejar testimonio de su cultura: la piedra. Los Clots de Sant Julià, situados en la comarca del Ampurdán en Gerona, forman uno ... de los conjuntos megalíticos más interesantes y enigmáticos de la época.
Clot en catalán significa agujero u hoyo. En este paraje cercano al pueblo medieval de Vulpellac y no muy lejos de Palafrugell, el visitante llega a través de varios senderos en un bosque de pinos y encinas a Sant Julià. Allí puede encontrar 20 cavidades excavadas en la roca por los seres humanos que habitaban el lugar hace miles de años. Hay distintas hipótesis sobre la finalidad de esas excavaciones, que podrían haber sido utilizadas como almacén y haber albergado antiguos ritos de sus pobladores en la Edad del Bronce. Pero poco o nada se sabe con certeza.
Todo indica que los agujeros excavados en la roca no eran canteras, ya que están trazados de forma simétrica y sus paredes se hallan labradas. Su anchura y su profundidad son variables. Algunos tienen una altura de más de nueve metros. Sí que existen serios indicios de que las piedras megalíticas del lugar fueron utilizadas posteriormente para la construcción de las murallas de Peratallada y, tal vez, para las edificaciones de la ciudad romana de Ampurias.
Según reza una antigua leyenda, los primeros cristianos que habitaron Cataluña fueron martirizados en los Clots de Sant Julià, concretamente en el llamado Trono de la Reina o Puente de la Bruja. Se trata de una especie de gruta tallada en la roca, abierta por los dos extremos. Tiene una anchura de casi tres metros y una planta ovalada en su interior. Algunos arqueólogos que estudiaron el enclave apuntan a que probablemente era una sepultura megalítica.
A la izquierda del techo abovedado, hay unos escalones que llevan a una especie de altar plano que conecta con una hendidura en forma de uve que conduce a unas cazoletas. En el interior del recinto, hay grabada una cruz sobre un triángulo, un dibujo que responde posiblemente a la cristianización de Sant Julià durante la Edad Media.
Juan García Atienza en su ‘Guía de los recintos sagrados españoles’ sostiene la hipótesis de que el Trono de la Reina, situado en el centro de una explanada, era un lugar donde se celebraban ceremonias sacrificiales colectivas. Subraya que el monumento tenía un ábside cóncavo orientado hacia Occidente, algo característico de las sociedades megalíticas que adoraban los poderes telúricos de la Naturaleza. García Atienza apunta también que el Trono pudo ser utilizado para oficios cristianos, lo que explicaría la presencia de la cruz.
El historiador decimonónico local José Pella y Forgas, autor de ‘Historia del Ampurdán’, evoca una leyenda que enlaza con el pasado de Sant Julià. Según una remota tradición oral, una gran serpiente vivía en un torrente en el bosque y salía todas las mañanas a bañarse en el mar. Portaba una gran piedra que dejaba en la orilla. La gente creía que esa roca tenía poderes mágicos y, por ello, un joven se atrevió a apoderarse de ella. Luego huyó en una yegua roja. La serpiente se enfureció al darse cuenta de que su piedra había sido sustraída y comenzó una furiosa persecución para atrapar al ladrón. Le acorraló dentro de su propia casa, pero los muros resistieron el acoso y finalmente el monstruo fue tragado por la tierra en medio de terribles maldiciones.
En la Edad Media, la serpiente era signo de conocimientos ocultos y de un saber perdido que custodiaba del alcance de los humanos. Y en la época prerromana abundaban en la cuenca mediterránea los cultos a la serpiente como animal sagrado, algo que se constata en la cultura egipcia.
No hay estudios fiables para poder establecer el significado de los Clots de Sant Julià, pero parece probable que los pozos y el Trono de la Reina fueran excavados como un lugar de culto en el que se adoraba a deidades como el Sol y la Madre Tierra. Habría que retroceder algunos milenios para imaginarse a los habitantes de aquel bosque, que albergaba antaño una laguna, en torno a esas piedras sagradas, vestigios de una cultura desconocida.
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