POR CARRETERAS SECUNDARIAS
Alcuéscar y las obras de misericordia
Hay un rito que repetimos cada vez que vengo a visitar a mi amigo Bosco Esteruelas: ir al pueblo por el camino alto para comprar los periódicos donde Severiana y tomar un café donde Alejandro
Hay un rito que repetimos cada vez que vengo a Alcuéscar a visitar a mi amigo Bosco Esteruelas : ir al pueblo por el camino alto para comprar los periódicos donde Severiana (todos la llaman Seve) y tomar un café donde Alejandro. ... Es mejor ir temprano, cuando el sol todavía se puede desafiar desde la sombra de las encinas y la compañía más adusta de los olivos. El camino es estrecho, de tierra, no apto para coches, y corre entre fincas donde hay perros broncos, cabras indiferentes a la novedad, campesinos industriosos. Uno de los que más esfuerzos ha hecho para que su pequeña huerta se convierta en un vergel –con resultados no demasiado afortunados este año- es albañil, y se ayuda de este pedazo de tierra para completar el jornal.
–Todos tenemos la hora señalada, dice sin darse la menor importancia. Y añade: “Nunca me he tomado la temperatura”. Cuando lo haga será seguramente cuando esté en la tumba.
Menos lacónico –por no cargar la suerte- es el guía de lujo que Bosco nos ha proporcionado para tratar de descifrar el misterio de Alcuéscar, almario de más de 3.000, situado aproximadamente en el centro de Extremadura , no dejos de la linde con Badajoz, entre dos sierras de nombre fácil de recordar: del Centinela y de la Lombriz . Profesor de lengua y literatura, durante años especializado en la educación de adultos, recién jubilado, impulsor del PSOE extremeño desde su primera hora y en tres legislaturas diputado en el parlamento regional, Desiderio Guerra Corrales (Desi para todo hijo de vecino, ex alumnos, familiares, amigos y enemigos) nació en Alcuéscar en 1951 . Es todo un personaje. Tanto que esta crónica, que tanto le debe a su pasión y a su verborrea, se podría haber titulado Desi de Alcuéscar. “Periodista frustrado” , como le gusta definirse, empieza por el principio y a toda mecha, por tres figuras de la historia local, que antes de acabar serán cuatro: Eduardo Hernández Pacheco , el barbudo, uno de los padres de la geología moderna, que fue profesor en Madrid; el doctor Francisco Huertas, hijo de familia muy humilde que estudió el paludismo en su región natal y ejerció la medicina en Madrid (fue médico personal de la élite política de su tiempo: como Castelar, Sagasta, Cánovas... y de la familia real), y el escritor y folclorista Rafael García Plata de Osma (aunque nacido en la provincia de Sevilla hizo de Alcuéscar su lugar de residencia y centro de operaciones artístico-ensayísticas). El padre Leocadio Galán Barrena , aunque llega el último a labios de Desi, acaba llevándose el gato al agua, y no solo porque esté en proceso de beatificación en Roma. No en vano fue quien le inculcó las pasiones que han marcado su vida: el latín, la literatura, la enseñanza, la justicia y la compasión (es uno de esos cristianos socialistas, nunca bien entendidos por parte de la nomenclatura del partido). Porque al padre Leocadio, nacido en una pequeña localidad de Badajoz, hizo de Alcuéscar el centro de todo su ministerio: allí fundó –en otro tórrido mes de agosto, el de 1939- los Esclavos de María y de los Pobres , instituto religioso dedicado a las Obras de Misericordia tanto espirituales como corporales. En esta casa estuvo Desiderio Guerra becado desde los ocho años. A esa edad tan temprana empezó a familiarizarse con el latín, y dos años más tarde con el griego. En la Casa de Misericordia se sigue acogiendo (ahora con ayuda financiera de la Junta de Extremadura) “a los que nadie quiere, desechos humanos, pobres de solemnidad, monstruos dignos de piedad, los más desamparados”, amén de los peregrinos que siguen llamando a su puerta todos los días, y de novicios como Pablo Sunil , nacido hace 33 años en la provincia india de Kerala , a quien le gustaría quedarse en España por encima de todas las cosas.
Mientras se esmera en la elaboración de la que califica de “paella panhispánica”, en cuyo proceso demuestra su capacidad para innovar a la hora de añadir elementos y proceder a su cocción, Desi explica las teorías sobre el origen del topónimo de la villa que le vio nacer. No cabe duda de que se trata de un término árabe, pero hay discrepancias a la hora de determinar si se trató de un caudillo musulmán, si se refiere a “comida de águilas” o –la que mas partidarios suma- de alta cuesta. Alcuéscar es rico en rampas, no en vano buena parte de las calles parecen apuntar hacia el calvario, donde se encuentra la ermita circular de la Virgen. Son cuestas, sin ánimo de abundar, las calles de Pablo Ruiz Picasso (donde el cuartelillo de la Guardia Civil), Antonio Machado, Cristóbal Colón o Hernán Cortes : pintor, poeta, descubridor y conquistador. A cada uno, en azulejos bien cocidos y mejor plantados, se le agrega oficio o beneficio, con su fecha de nacimiento y muerte. Una forma de ilustrar a vecinos y visitantes.
Son varios pasiones encandilan a los alcuesqueños, como los caballos y los toros. Pero entre todas destaca el teatro . Poco antes de nuestro arribo varias decenas de nativos de todas las edades participaron en la recreación popular de la vida del doctor Huertas en el polideportivo de la localidad, con todas las entradas agotadas. Fenómeno parecido suscita la representación de la pasión y muerte de Jesús. Dirigida por dos monjas, se representa en escenarios naturales de Alcuéscar: mientras unos vecinos interpretan a los personajes principales y secundarios de la historia bíblica, el resto corre de plaza en plaza para no perderse ripio. Desiderio Guerra atribuye ese fervor dramático al padre Leocadio, que además le recordaba al Richard Burton de La noche de la iguana: “Gran actor y con un carisma de tal jaez que arrebataba desde el púlpito” . No es de extrañar que se encandile cada vez que lo recuerde: “Fui su alumno favorito”.
No hay vecino que no salude, historia que no conozca, político que no haya tratado, chascarrillo que no descifre, papel que no haya leído, poema que no haya memorizado.
–Estás como nunca. Estás en formol.
–La calle Juan Ramón Jiménez es la calle de las discotecas.
–Per aeternum secundum ordinem Melquisedec.
–Sería mi sueño que me dedicaran una calle en mi pueblo: maestro y poeta.
–En Alcuéscar se dice de quien tiene buen color de cara que tiene mucho mérito.
Son algunas de las expresiones que brotan sin esfuerzo aparente del incansable magín de Desi. Camino del monumento que desde que se descubrió, en 2008, ha puesto a Alcuéscar con más nombradía en el mapa, la basílica visigoda de Santa Lucía del Trampal –“la primera iglesia que en Extremadura reúne las características de la arquitectura prerrománica hispánica”-, pasamos ante la Fuente del Castaño. Junto a la de la Orden, “figuran en las coplas locales, las de Nati, la Cabezota, la poeta local” , tía abuela de nuestro cicerone. Cuenta Desi que Juan Vidal Rosco y su esposa, Luisa Téllez, entonces estudiantes de arte, buscando miliares (restos romanos) descubrieron una tarde de verano de 1980 en medio de la dehesa de Alcuéscar un establo que por sus proporciones ocultaba hechuras remotas y valiosas. Los arcos de herradura (que desde Celanova a Peñalba de Santiago nos han ido acompañando en este viaje sin que hubiéramos trazado antes ninguna clase de fractal ni contraseñas) les hizo pensar que podía tratarse de una basílica visigoda. Por una suave carretera entre viejos alcornoques y olivos milenarios llegamos –¡horreur!- al centro de interpretación. Nunca digas, y menos en un viaje plagado de improvisaciones, de esta agua no beberé. Gracias a los buenos oficios de un ordenanza que se desdobla de guía, Miguel Valle , y el indesmayable Desiderio Guerra, reconstruimos la historia. Nacido en Alcuéscar hace 47 años, Miguel no oculta su fervor por la historia…, ni por el teatro: es uno de los principales actores de cuanta interpretación popular se celebra en el lugar. Lo malo es que, dada su condición de funcionario, todavía no sabe si en enero seguirá teniendo un salario.
En el valle del Trampal , que acaso viene de trampa, se cree que hubo un santuario consagrado a Ataecine , diosa, como Proserpina , de las aguas subterráneas, la muerte y la resurrección. Allí se construyó en torno al año 750 un monasterio aprovechando la riqueza acuífera de la zona. En la iglesia del convento se celebraban ceremonias según el rito visigótico-mozárabe. Tras un siglo de vida monacal y acaso por algo más que roces con la mayoría islámica que dominaba entonces la Península, el cenobio estuvo perdido la friolera de 400 años . Renació en el siglo XV, en el que se añadieron formas góticas y se recuperó la explotación agrícola que implantaron los primeros monjes. La iglesia, cubierta con una armadura sobre nuevos arcos, se dedicó a santa Lucía , cuya advocación se había introducido en España en el siglo XI. Corrieron los manantiales y entró en un nueva fase de decadencia (no olvidemos que estamos hablando de España) en el siglo XIX, durante la guerra de la Independencia. A pesar de que fue estratégico fortín francés durante a batalla de Arroyomolinos, eso no impidió que las tropas de Napoleón fueran derrotadas a manos de un ejército anglo-español. Todos los años se recrea, a medio camino entre Alcuéscar y Montánchez, donde se alza Arroyomolinos, la gesta frente al francés . Otra evidencia de la intensidad del culto a la diosa Talía en estos pagos, no hace falta irse hasta Mérida. El abandono se consagró hasta casi nuestros días, convertida la sobria en establo para el ganado. Un extraño bucle nada melancólico que vincula el nacimiento del Salvador con el destino de esta iglesia humilde, que ahora luce primorosamente restaurada. En cualquier caso, la polémica arqueológica entre galgos visigodos y podencos mozárabes no ha cejado. Hay opiniones fundadas para todos los gustos. Lo que sí está claro es que solo por esta basílica consagrada a la santa veneciana que representa la ceguera ya vale la pena el desvío a Alcuéscar. También por saber que los monjes eran enterrados (según su rango) dentro o fuera del templo, pero siempre con acompañados de sus mínimos enseres, como el plato en el que comían. Al igual que los faraones egipcios, y como a todo hijo de vecino que crea en el más allá, es indispensable a la hora de emprender el último, el más largo viaje.
Antes de regresar al pueblo, Desi nos conduce al manantial de Santa Lucía, “la razón de ser del monasterio y del vergel que lo rodea: naranjos, granados, madroños, moras...” . De él llevaron naranjas a la reina de Inglaterra y el Times de Londres al parecer publicó que la soberana proclamó que las naranjas de la dehesa alcuesqueña eran “las más dulces del mundo”. Se anima el profesor jubilado (condición reciente a la que no acaba de hacerse a la idea), tal vez gracias al agua de un manantial que lleva toda la vida bebiendo, a entonar con buen oído y mejor tono la Jota del candil, “jota oficial de Alcuéscar”, compuesta por Nati, a quien llamaban la cabezota por razones que no hay que explicar, y música nada menos que del padre Leocadio García Barrera, y que reza así:
El pueblo de Alcuéscar tiene
un orgullo bien fundado
porque tiene de patrona
a la Virgen del Rosario
(…)
Brilla la ermita redonda
como el anillo en el dedo
que está llena de diamantes
más brilla la Virgen dentro
No es de extrañar que Desi se reconcoma por la falta de tiempo que nos impide subir a la ermita blanca, la que está al final del Calvario, y que es como un faro de estas tierras alejadas del mar. Pero tras cruzarnos con un muchacho que ayuda a una minusválida con su silla por una de las legendarias cuestas de Alcuéscar, nos abre las puertas del Centro de Atención a Minusválidos Físicos (también conocido en el pueblo como de las grandes minusvalías). Es mañana de domingo y Rosa Mayoral está sola en el taller número III, entretenida pintando abanicos, su especialidad. Nacida hace 59 años en Zarzacapilla, lleva cuatro años en esta institución benemérita. “Estoy contenta de estar aquí. En general puedo decir que me siento satisfecha, aunque a veces tenga días negros, como todos”. Sus padres, jubilados, viven en una residencia. Fue una asistente social de Madrid quien le aconsejó que pidiera plaza en este centro al que, como la inmensa mayoría de los residentes, entrega el 75 por ciento de su pensión. Víctima de una artrogriposis múltiple congénita, de carácter degenerativo, a veces sufre fuertes dolores que palía mediante una medicación que ella misma se administra. “Mi vida ha sido muy bonita. De los 16 a los 18 fueron momentos de rechazo y lo pasé mal. Pero a partir de entonces me han llevado de aquí para allá y he sido una más” . Se vio obligada a servirse de una silla de ruedas desde que en Lleva en el año 2001 sufriera una caída. “Hasta entonces me movía sin muletas. Eso me ha cambiado la vida”. Lo que más le gusta es pintar abanicos, que vende a diez euros. “Algunos me los espabilo en un momento”. Está aprendiendo a encuadernar, pero lo que no le presta es coser: “No cundo”. Dice que ha habido amores entre los internos (son 147), entre internos y personal (más del doble), y también entre internos y gente de fuera: “Algunos se han ennoviado a través de internet”. No se queja del trato de los alcuesqueños, pero asegura que no va mucho más allá de un buenos días o buenas tardes. “No me quejo”. No se queja. Muchos de sus compañeros, en un edificio luminoso, ni siquiera pueden permitírselo. En verano dicen que es más fácil olvidarse de los que sufren. Sobre todo cuando no forman del paisaje y de las evasiones que todos los que pueden cultivamos.
¿Cómo no despedirse de Alcuéscar en su Casa de Misericordia , que para Desiderio Guerra Corrales es su mayor emblema? Allí estudió hasta los 16 años. A la entrada, azulejos pintados recuerdan la consigna preferida del padre Leocadio: “ ¡Todo por sus almas! Nuestras casas. ¡Los palacios de los pobres!”. En la portería lee el periódico, ensimismado, el hermano Julián. Desi se emociona. Fue quien le enseñó a leer. A punto de cumplir 90 años, el padre Julián Sánchez Miranda apenas oye. Nos despedimos sin entrar en el corazón de la casa. No sé muy bien por qué. Una cita en otra parte nos reclama. Llegamos tarde. ¿Por qué hacemos todo lo que hacemos?, nos preguntábamos hace días mucho más al norte, en Santa Cruz del Sil, junto a la boca de una mina. Desi también lo hace cuando nos entrega, dedicado, El pozo de Beatriz, su libro de poemas. En la última página están las dos necrológicas que, previsoriamente, ha escrito para que las pongan en su lápida. Todavía no ha decidido cuál será la buena. Una reza:
Tan antiguo y moderno como un alejandrino
me esforcé en hacer versos con frecuente mal tino,
poeta de lo humano que busca lo divino,
aunque mi obra no valga un vaso de buen vino.
Con la segunda, le decimos adiós y le damos las gracias a Desiderio Guerra Corrales y a su esposa, Marisol , por su amabilidad, y a Bosco Esteruelas, por presentárnoslos. Alcuéscar no sería lo mismo sin ellos. La segunda, dice:
El día que yo me muera
no quiero que llore nadie,
que dejen libre un cometa
que se pierda sobre el aire.
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