Los secretos del café (y de las haciendas) de Colombia

Viaje al corazón del Eje Cafetero para desentrañar los secretos de la bebida que cambió el mundo

Los secretos del café (y de las haciendas) de Colombia juan serrano corbella

a. arranz

Todo viajero que se precie sabe que hay cosas que tienen un sabor distinto cuando se prueban en su lugar de origen. Esta máxima se cumple siempre sin excepción pero, por si acaso y ante una materia prima tan potente, hemos vuelto a hacer la ... prueba. Y sí, el café que humea ahora mismo en la taza desprende un aroma delicioso y sabe a gloria como era de esperar, pero las sensaciones que despierta hoy no son ni de lejos tan intensas como en aquella mañana nubosa de noviembre en la terraza del Café San Alberto, aunque fuese allí mismo donde lo compramos. Será porque falta ese paisaje delante en el que la vista se perdía a lo lejos entre suaves ondulaciones cubiertas del verde intenso de las plantaciones infinitas.

Somos muchos los amantes del buen café que hemos soñado alguna vez con remontarnos al punto de partida. Aunque los libros especializados ofrecen distintas versiones sobre sus raíces más remotas, nos cuentan que la más aceptada las sitúa en Etiopía hace más de mil años, si bien fueron los árabes los precursores de su propagación .

En cuanto a su implantación en Colombia, queda atribuida a los jesuitas españoles quienes trajeron las semillas a principios del XVIII y difundieron su cultivo imponiéndolo a modo de penitencia. En la actualidad, el café es la bebida más consumida en el mundo por detrás del agua y el té. Nada menos que el 70% de la demanda se satisface con la variedad arábiga, la única que se cultiva en Colombia durante todo el año.

Quienes todavía alberguen dudas sobre si es Colombia el destino idóneo para sumergirse de lleno en ese universo maravilloso han de saber al menos un par de cosas básicas. La primera es que damos fe de que el eslogan que reza que «el riesgo es que te quieras quedar» no puede ser más acertado cuando se conocen sus atractivos y más todavía cuando se trata a su gente, que no puede ser más encantadora.

En segundo lugar, hay que tener en cuenta también que este es uno de esos viajes que quedará engrandecido si quien le acompañe comparte la misma pasión que usted . Si no es el caso, tampoco hay que preocuparse demasiado ya que esta región contiene otros tantos alicientes como para emocionar al más insensible de los seres humanos.

Turismo rural

Una vez tomada la decisión de embarcarse en esta ruta, hágase a la idea de que todo lo interesante está fuera de las ciudades. El Eje o el Triángulo Cafetero , que recibe ambos nombres indistintamente, queda enmarcado en las faldas de la cordillera de los Andes y comprendido en los confines de los departamentos de Caldas, Quindío y Risaralda. Manizales, Armenia y Pereira son sus tres capitales, respectivamente. Sólo si hay tiempo de sobra, merecerá la pena dedicarles algo de atención.

Por el contrario, prepárese para vivir todo un rosario de experiencias únicas como perderse por paisajes que son patrimonio cultural de la humanidad, alojarse en haciendas cafeteras centenarias reconvertidas en hoteles con encanto o descubrir pueblos con muchísimo carácter que evocan con tremenda claridad a las novelas de García Márquez. Filandia y Salento son dos buenos ejemplos, con sus características casas de balconadas de madera de vivos colores y sus plazas arboladas y jalonadas de terrazas en las que hacer un alto en el camino para degustar un café recién tostado.

Desde el propio Salento parten los willys, esos incombustibles jeeps de la Segunda Guerra Mundial que se hicieron muy populares en los 50 y que lo mismo sirven para transportar mercancías que personas, con lo que se utilizan también para acercar a los turistas al Valle del Cocora, un paraje de una belleza abrumadora en el que despuntan cimbreantes las altísimas palmas de cera, el árbol nacional de Colombia, y en el que cabe la posibilidad de toparse con algún doble del mismísimo Juan Valdez.

Los secretos del café (y de las haciendas) de Colombia

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