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turismo

Timanfaya, un día en la Luna

Lanzarote es una de las islas más antiguas del archipiélago canario y resume el paisaje volcánico como ninguna de las otras

Timanfaya, un día en la Luna Alex Hempton-Smith

guía repsol

Hay un lugar en las Canarias en el que puedes cerrar los ojos a unos kilómetros de la playa y abrirlos a 385.000 kms de ella, disfrutando de lo más parecido a un paseo por la superficie lunar que puedes imaginar. Déjate hechizar por sus abruptos parajes volcánicos y experimenta una visita de fantasía que querrás repetir una y otra vez.

Esta apariencia lunar, con abundancia de cráteres, barrancos y valles de lava solidificada tiene su máxima expresión al oeste de la isla, en el Parque Nacional de Timanfaya, más de 5.000 hectáreas de ancestral tierra de volcanes. Todo un muestrario que concentra el ecosistema de una isla declarada Reserva de la Biosfera.

Paisaje insólito y lunar

Las grandiosas formaciones rocosas que forman el paisaje lanzaroteño se deben a la actividad sísmica registrada entre los años 1730 y 1736 , y posteriormente en 1824. Las erupciones volcánicas de ambos periodos cubrieron las tierras de lava y cenizas, «lapilli», siendo especialmente intenso el fenómeno en lo que actualmente es terreno del parque. Esto le otorgó un aspecto insólito y lunar salpicado de cuevas, conos, hornitos y cráteres, que no ha sido modificado por la mano del hombre.

De hecho, los pocos intrépidos que viven en la zona han tenido que ingeniárselas para conseguir cultivar en secano melones, cebollas, tomates e incluso viñas en la zona de La Geria . Un duro trabajo que los lugareños ven recompensado al contemplar desde el mirador natural de Montaña Rajada el inmenso mar de lava que se extiende hasta el litoral con sus ondulaciones y complicadas formas.

Los turistas quedan hechizados por unos parajes abruptos y recios, llenos de grises y cobrizos que se funden en la lejanía con el límpido cielo. Al parque sólo se puede acceder a pie en la zona litoral, a través de una senda que recorre la costa del recinto. El resto de sus campos rocosos hay que recorrerlos guiados por la organización de los centros de visitantes, siendo e l dromedario el medio de transporte por excelencia , como en todo desierto que se precie.

El visitante ve satisfecha su curiosidad científica por el parque en el Islote de Hilario. Aquí se efectúan unas demostraciones geotérmicas que acercan a la realidad del terreno volcánico. A poca profundidad bajo el suelo, la tierra alcanza los 350º C. Esto se demuestra introduciendo un haz de matorral en alguna cavidad, que arderá en cuestión de segundos. A menos de 10 metros, se llega a los 600º C y si se vierte un cubo de agua en un hoyo profundo, acto seguido brotará un violento chorro de vapor. Otra curiosidad es el restaurante que hay en el propio parque, que ofrece gastronomía típica elaborada con el propio calor de la tierra.

Naturaleza oculta

Aunque el parque pueda ofrecer una impresión de terreno baldío, se contabilizan unas 180 especies vegetales diferentes, principalmente de líquenes, que cubren de un tono blanquecino la superficie volcánica. En los islotes y las laderas de montañas también se encuentran especies evolucionadas como la tabaiba dulce y los juncos, mientras que en los reductos más húmedos se refugian arbustos como la aulaga, la malvarrosa, el almirón, el tazaigo o la ratonera.

A nivel de fauna, lo más reseñable son los reptiles endémicos, como el lagarto de Haría y el perenquén rugoso o majorero. De nuevo los islotes y laderas con mayor presencia de vegetación cobijan aves como el cuervo, el cernícalo, la gaviota, el águila pescadora, etc. Los procesos de adaptación tanto vegetal como animal a este singular entorno paisajístico resultan curiosos incluso para la comunidad científica y son objeto de numerosos estudios.

Los alrededores no son menos espectaculares y no hay que perderse joyas geológicas como el Parque Natural de Los Volcanes , lleno de campos de ceniza o Los Hervideros, acantilados de origen basáltico en los que rompen las olas. Tamvbién en las inmediaciones se encuentran los restos de El Golfo, un crater costero que encierra en su interior a la Laguna Verde, un pequeño lago que también ha sido declarado Reserva Natural. El ra

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