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Rafael Nadal entra en otra dimensión, aupado a un altar donde solo está él. Campeón del Abierto de Australia por segunda vez y Grand Slam número 21, por encima de Roger Federer y Noval Djokovic, con quien ha mantenido una pelea por la eternidad desde hace más de una década. Alcanza el balear la inmensidad y lo hace, además, con otro capítulo de lo que significa Rafael Nadal para el mundo del tenis, para el mundo del deporte: un ejercicio de pasión, fe y remontada . Como solo él sabe hacer. Y tras cinco horas y 24 minutos. Aunque no lo haya hecho nunca, levantar dos sets en contra en la final de un Grand Slam, y contra un Daniil Medvedev que fue una máquina perfecta durante tres horas y media. Hay buenos jugadores, hay campeones y está Rafael Nadal.

Con 1-1 en el primer set, Rafa tuvo un tercer juego de partido, el segundo con el saque a su favor, bastante complicado. Levantó dos bolas de break y comenzó con un 0-30 que pudo ser 0-40 si no llega a ser por uno de esos golpes mágicos.

No fue una explosión instantánea. Nada más saberse en la leyenda. Rafa Nadal soltó la raqueta y puso ambas manos sobre la boca. «Madre mía, lo que acabo de hacer», debió pensar. Después puso los brazos en jarras y miró a la grada, donde sí lloraban y saltaban de alegría aquellos quienes siempre le acompañan alrededor del planeta. El español les señaló con el dedo en un gesto entre la incredulidad y el orgullo. Después, ya sí, soltó toda la rabia acumulada, puntapié a una pelota incluido, y celebró por todo lo alto el triunfo tras recibir la felicitación tanto de Medvedev como del juez de silla. Una euforia acorde con el momento, pues delante tenía ya su segundo trofeo del Open de Australia y el ansiado vigesimoprimer Grand Slam.

Con 5-3 a favor de Rafa en el segundo set, y servicio del balear, se vivió el momento más tenso de la final. Una espectadora saltó a la pista del Rod Laver Arena , justo en el fondo en el que en esos momentos estaba Medvedev.

El español Rafael Nadal ha hecho historia este domingo con la conquista en el Open de Australia de su título número 21 de Grand Slam al derrotar al ruso Daniil Medvedev en la final por 2-6, 6-7 (5/7), 6-4, 6-4, 7-5 en 5 horas y 24 minutos.

«Son idiotas. No tienen cerebro. Seguramente les debe ir muy mal en sus vidas. Por favor no es suficiente. Decir 25 veces por favor no es suficiente». Con estas palabras de mosqueo y fuera de tono se dirigió de nuevo Medvedev al juez de silla, como ya hiciera en la semifinal ante Tsitsipas.