Actriz
Macarena Gómez: «Pongo mucha verdad en lo que hago»
Se propuso ser actriz con apenas 13 años y ahí la tienen, con una veintena de filmes en su hoja de servicios y una trayectoria camaleónica de mujer todoterreno. «Nunca me he encasillado», afirma
ARIS MORENO
Al otro lado del teléfono, Macarena Gómez se desenvuelve natural y asequible como la chica de provincias que se fue de Córdoba a probar suerte hace ya unos cuantos años. Con 23 películas a sus espaldas, lo que ha terminado por catapultarla a la popularidad ... ha sido la serie televisiva «La que se avecina» y su papel de Lola. Así son los caprichos de un oficio que se mueve a golpe de impacto mediático. Uno puede cimentar durante años una carrera solvente en la gran pantalla que, luego, un simple papel de reparto en televisión te coloca en el firmamento interpretativo. Pues vale.
—Con 13 años le dijo a sus padres que quería ser actriz y lo ha sido. ¿Consigue todo lo que se propone?
—Ojalá. Yo soy de la teoría de que si alguien realmente desea algo lo puede conseguir. Hay que ser perseverante y, sobre todo, te lo tienes que creer.
—Usted se lo cree.
—Yo sí. Si crees que lo puedes conseguir lo consigues.
La teoría de Macarena Gómez (Córdoba, 1978) carece de validación científica pero en su caso ha funcionado como una ecuación matemática. Nació en la ciudad de la Mezquita por elección de sus progenitores. Sus padres, médicos los dos, son de León y, tras la especialidad, tuvieron que escoger destino. Tenían dos opciones: Gerona o Córdoba. De manera que se plantaron aquí para conocer sobre el terreno la ciudad y, después de pasear por la Judería y visitar el Alcázar de los Reyes Cristianos, no tuvieron duda alguna. «Se quedaron prendados de Córdoba», subraya Macarena Gómez, «y se propusieron que sus hijos nacieran aquí». «Hoy son cordobeses hasta la médula. Les gusta mucho la cultura andaluza, el flamenco y la gente. Se adaptaron muy bien y me inculcaron el amor por Córdoba».
—¿Aún lo conserva?
—Claro. Vivo en Madrid porque es la ciudad que me da de comer, pero Córdoba es la ciudad a la que vuelvo siempre.
La pasión por el arte se la debe a sus padres. A los 4 años, su madre la apuntó al ballet de Maruja Caracuel y desde muy pequeña los acompañaba al teatro, a la ópera y a la zarzuela. En su casa cantaba («muy mal», confiesa) y organizaba obras de teatro con las vecinas. «Era muy teatrera», admite sin ambages. Hasta que un buen día con 13 años les dijo que quería ser actriz. «Mis padres, como yo era buena estudiante y confiaban en mí, me dijeron: “Bueno, vale. ¿Dónde quieres estudiar?”. En Londres, les contesté yo, y me mandaron a EEUU para aprender inglés. Cuando regresé, terminé COU y me fui a Inglaterra». Su primer trabajo cinematográfico fue «Padre coraje». Tenía 22 años.
—23 películas y 8 series de televisión. ¿Para usted no existe la crisis?
–En tres años de crisis yo no la he notado. Pero toco madera porque no sé qué va a ser de mí el año que viene. Así ha sido desde que me dedico a esto.
—Ha trabajado ininterrumpidamente desde que empezó.
—Bueno, con baches y parones de seis o siete meses. Esta profesión es así. Sólo digo que soy muy afortunada, porque he trabajado mucho.
—¿Le angustia la incertidumbre?
—Sí. Ahora lo llevo mejor. Cuando era más joven tenía más miedo a no saber qué iba a ser de mí. Y no soy tonta: sé que sólo de la interpretación no se vive y tengo una productora con mi pareja.
—Está diversificando los riesgos.
—Tal como está el panorama en España, que se hacen cada vez menos películas, menos gente va al cine y duran menos en cartelera, hay que hacer otros trabajos para sobrevivir.
—¿El cine español es un cadáver que goza de buena salud?
—Desde que empecé a los 22 años ya se decía que el cine estaba fatal. Pero se está produciendo muchísimo menos. Si antes se rodaban diez películas en verano en Madrid ahora sólo una. A mí me da rabia la gente que dice que el cine español es malo. Aquí hay algunas películas que son obras de arte, otras buenas, otras mediocres y otras malas. Como todo en la vida.
—¿Es una especie en peligro de extinción?
—No sé. Es una realidad que la gente prefiere ver cine en casa. Lo descarga de internet y lo ve en su ordenador. Es así. Hay que tomar medidas legales para que se pague una cuota por las descargas y regularizar todo esto.
—¿Usted se reconoce en toda su obra?
—Hay trabajos que podría haber hecho mejor, pero apruebo todo lo mío.
—¿De qué guión se enamoró?
—Como guión bien escrito, «Padre coraje». «La Dama boba» me parece una película maravillosa y le tengo mucho cariño, porque significó un reto y tuve que hablar en verso. En «Sexykiller», mi primera protagonista, disfruté mucho y el director me dio libertad. Con Antonia San Juan hice «Del lado del verano», con un papel que Antonia pensó para mí.
—¿En qué papel hay más Macarena?
—Hay mucho de Macarena en Lola, en «El calentito» y en «Sexykiller».
—¿Ahí se siente más cómoda?
—No sabría qué decir. Como actriz prefiero personajes que supongan un reto, como el de Tana, de Antonia San Juan.
—Una crítica dice que usted es la actriz más camaleónica de nuestro cine. ¿Exagera?
—Es un halago para mí, claro. He tenido la suerte de que no me han encasillado mucho. Al principio me ofrecían papeles de yonqui, pero luego empecé haciendo mucho drama. Yo me considero una actriz dramática. Antonia lo vio en mí y me volvió a llamar para hacer drama. Manolo Iborra me llamó para hacer «La vida de Rita», que es una comedia, y luego «La dama boba», un drama. Es de los pocos que ha sabido ver en mí los registros que tengo.
—¿El encasillamiento es la muerte de una actriz?
—La muerte no, porque mientras te den trabajo... El problema está en que los directores de casting no saben apreciar que un actor es capaz de hacer algo más de lo que le han visto siempre hacer.
—Usted ha dicho: «Me dedico al cine para divertirme». ¿Solamente?
—Porque me hace inmensamente feliz. Aunque me tenga que levantar todos los días con «La que se avecina» a las 5.30 de la mañana. Los actores somos muy maniáticos. Tememos no gustar al director o ver qué opina el compañero. Yo intento no preocuparme por esas cosas. Llego, ruedo y cuando dicen «corten» me voy a casa más contenta que unas pascuas.
—¿Qué actriz le ha deslumbrado?
–Me gusta mucho la generación que llamo de las actrices espontáneas: Ángela Molina, Victoria Abril, Carmen Maura, Verónica Forqué, Antonia San Juan, María Barranco.
—¿La naturalidad la define?
—Creo que sí. La naturalidad y darle mucha verdad a lo que hago. Yo soy atrevida. Siempre lo ha dicho Chus Gutiérrez: me tiro a la piscina y no me da miedo a equivocarme.
—Ha trabajado con Chus Gutiérrez, Álex de la Iglesia, Garci. ¿Qué director quiere colocar en su currículo?
—Me gustaría trabajar con Almodóvar.
—¿Por qué Almodóvar?
—Su cine me gusta mucho, como también me gusta el de Garci. Y son dos cines que no tienen nada que ver. Almodóvar escribe muy buenos personajes para mujeres.
—También ha dicho usted: «Hacer de mala es un placer». ¿En la vida real también?
—En la vida real no, porque cuando quiero ser mala soy incapaz. Soy muy vulnerable. Estoy viendo los informativos en televisión y me paso todo el rato llorando. A veces, por egoísmo, intento no verlos para no sufrir.
—El mundo le duele.
—A mí sí. Yo sufro mucho con las desgracias que le pasan a los demás.
—¿No se protege?
—Hay gente que me dice que yo me pongo un escudo en mi vida diaria para no mostrar lo susceptible que soy.
—Con 23 películas y es conocida por una serie de TV. ¿Para troncharse de risa o para llorar?
—En verdad, para llorar. La gente me comenta: «Macarena, por fin has llegado a ser actriz». Y yo les digo: «Es que antes de salir en una serie he hecho muchas pelis; el problema es que tú no has ido al cine a verlas». Pero ésa es la realidad: la gente no va al cine.
—¿Cómo se maneja con la fama?
—Hay de todo: gente que es educada y gente que no. Puedes estar comiendo en un restaurante con tu familia, te estás metiendo el tenedor en la boca y vienen a pedirte una foto. Y si le dices «perdón pero estoy en un momento íntimo», encima la borde eres tú. O estás hablando con alguien en la calle y se te quedan media hora al lado escuchando la conversación.
—En su Twitter hay una frase de San Agustín: «La soberbia no es grandeza sino hinchazón». ¿Usted cómo anda del asunto?
—Yo creo que no soy soberbia, porque para mí es el peor pecado capital que existe. No la soporto. A lo mejor habría que preguntárselo a la gente que me conoce, porque uno mismo casi nunca ve sus defectos.
—¿El éxito conduce a la egolatría?
—Eso es una chorrada. Eso de que tal actor desde que se ha hecho conocido es un imbécil y un arrogante, yo pienso que no. El que es imbécil lo es desde la cuna, independientemente de que sea famoso o no.
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