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Fotografiando magia

«Después vinieron los mirlos acuáticos, las pequeñas ranas tímidas, y el martín pescador...esa belleza azul, salvaje y precisa», según las palabras del fotógrafo Antonio Manzanares

Fotografiando magia

por maría antonia ricas

Porque el tiempo fluye y quizá sea inexacta su medida en abril, a finales del año 2001 la revista National Geographic publicó una extraordinaria imagen de la planta llamada Puya Raimondii, también conocida como Titanca. Antonio Manzanares fue el fotógrafo que capturó el momento mágico que sucede cuando esta pariente de la piña, columna gigante en el paisaje andino, cumple cien años y, de pronto, comienza a mostrar su inflorescencia de cinco mil flores, alcanzando así los diez metros de altura.Estábamos rodando un documental, te contaba Antonio, en el Valle del Colca, cuando un pastor de llamas nos avisó que había visto un grupo de estas plantas. Llegamos y todas eran fustes carbonizados salvo una, verde e inmensa. Y seguisteis hablando de la secreta inteligencia vegetal, de cómo parecen ponerse de acuerdo especies concretas, repartidas por todo el mundo, para florecer a la vez, para morir a la vez. Después vinieron los mirlos acuáticos, las pequeñas ranas tímidas y el martín pescador, tu pájaro preferido, casi imposible de fotografiar cuando caza en los arroyos limpios; esa belleza azul, salvaje y precisa, según sus palabras.

Probablemente él no te recuerde pero tú sí sabes que comenzó como maestro en Albacete. Que poco a poco fue elaborando proyectos fotográficos relacionados con la Naturaleza hasta llegar a la publicación de maravillosos libros sobre la flora y la fauna de Castilla-La Mancha, a colaborar con las más prestigiosas revistas y a la sucesión de importantes exposiciones de sus trabajos por todo el país…

Seguro que Antonio Manzanares Palarea aún mantiene aquel gesto tranquilo, también entusiasmado, cuanto te explicaba que la mejor manera de conocerse consiste en comprender que el tiempo se hace humano si se equilibra con los ciclos naturales y, entonces, su fluir ya no necesita sino vivir, vivirse, respirar. Y es posible que el azar, el lado antojadizo de la medida, quiera que volváis a encontraros. Seguirías escuchándole asombrada, seguirías aprendiendo a mirar y a estar atenta a las respuestas.

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