artes&Letras
Ortega y Gasset, pasión y desencanto republicano
Bajo el título de José Ortega y Gasset, diputado, el catedrático toledano Ángel Valero Lumbreras ha publicado un minucioso estudio sobre la labor política que este singular intelectual

La figura y la obra de José Ortega y Gasset conforman un capítulo fundamental del apasionante primer tercio del siglo XX en España. La dimensión de su obra filosófica fue utilizada durante años para desenfocar su compromiso político con el reformismo y su apuesta por el advenimiento de la II República. Bajo el título de José Ortega y Gasset, diputado, el catedrático toledano Ángel Valero Lumbreras (Mora, 1956) ha publicado un minucioso estudio sobre la labor política que este singular intelectual desarrolló en las Cortes Constituyentes elegidas en 1931. La obra ha sido editada dentro de la colección «Cuadernos del Congreso de los Diputados» y será presentada en los próximos días en la Fundación Ortega-Marañón de Madrid.
Es recurrente repetir las palabras que el almirante Aznar, presidente del Consejo de Ministros, dijo a los periodistas en la mañana del 13 de abril de 1931 al ser preguntado sobre si habría crisis de gobierno tras el resultado de las elecciones municipales del día anterior: «¿qué más crisis desean ustedes que la de un país que se acuesta monárquico y se levanta republicano?», contestó. Fue una respuesta muy gráfica, pero no del todo cierta; porque el advenimiento de la II República llevaba tiempo gestándose en la sociedad española y las torpezas políticas y personales del rey Alfonso XIII no hicieron nada más que contribuir a acelerar el cambio de régimen.
Junto a la pujanza del socialismo, cuyos sentimientos antimonárquicos formaban parte de su genética fundacional, los partidos republicanos se nutrían de profesionales liberales, gentes de universidad y clases medias urbanas, en donde anidaban los postulados regeneracionistas y krausistas, acunados y alentados desde la Institución Libre de Enseñanza, la Junta de Ampliación de Estudios y su entorno. En este heterogéneo grupo se encuadra el filósofo Ortega y Gasset , en cuyo árbol genealógico familiar abundaban los cargos políticos.
Desde su incorporación al Partido Reformista de Melquiades Álvarez en 1912 , Ortega mantuvo la tesis de que los intelectuales habrían de ser los constructores de una nueva política, recuperando el tiempo perdido por nuestro país y apostando por una nación europea y moderna. Esa necesidad de conformar una élite dirigente la mantuvo en su prolífica labor como periodista y publicista, hasta que fraguó en los primeros días de 1931 con la creación de la Agrupación al Servicio de la República, donde junto a él figuraban como cabezas visibles Gregorio Marañón y Pérez de Ayala. A ese tránsito, recorrido durante dos décadas, dedica Valero la primera parte de su estudio.
Conocidos estos antecedentes, la parte mollar de este libro se centra en el trabajo parlamentario de Ortega en las Cortes Constituyentes de la II República. Se analizan los discursos que pronunció en el salón de plenos, contextualizando los mismos y analizando los postulados del filósofo respecto a los grandes retos que en aquellos momentos tenían ante sí los diputados: elaboración de una nueva Constitución, definición de la estructura territorial de la nación, el laicismo del Estado o la cuestión catalana. Se apuntan al respecto sus diferencias, crónicas e insalvables, con Azaña y ante ellas es inevitable preguntarse cuál habría sido el devenir de la República si ambos se hubiesen entendido mejor. Se acompaña el estudio c on el texto íntegro de las intervenciones de Ortega, tal y como fueron recogidas en el Diario de Sesiones . Algunas de ellas son piezas notables de la oratoria parlamentaria, cuyo transfondo mantiene actualidad en estos momentos.
Aprobada la Constitución, Ortega inició el repliegue de su actividad política. El desencanto y su rechazo a la dinámica del funcionamiento partidista derivaron unos meses después en la disolución de la Agrupación. Ello no impidió que desde sus tribunas periodísticas manifestase sonoros desencuentros con el devenir republicano. Esta hibernación, que también fue secundada por otros intelectuales, es llamativa y nos sitúa ante el interrogante de cuestionar por qué este grupo pasó de poner tanta carne en el asador para que triunfase la República, como camino hacia la regeneración de la vida nacional [en algunas ocasiones Marañón y él han sido considerados como los «parteros» de la República], y luego en vez de pelear por su consolidación desde dentro se desengancharon del impulso y volvieron a sus cuarteles de invierno en la Universidad u ocupaciones profesionales. Aunque en el estudio de Ángel Valero no se aborda ese aspecto, el catedrático toledano cree que Ortega se retiró de la política bastante harto y hastiado de que no se le hiciera caso. «De todos modos –añade- no estaba dotado para la brega política, para la política práctica, que siempre miró con apreciable desdén».
El catedrático Valero Lumbreras , quien imparte clases de Filosofía en el Instituto de Enseñanza Secundaria «Carlos III” de Toledo y es profesor asociado de Sociología de la Educación en la Universidad de Castilla-La Mancha, conoce bien los entresijos de la actividad política. Ha compaginado su actividad docente con servicios en la Administración Pública, entre ellos la Delegación del Gobierno en Castilla-La Mancha, la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha y el Congreso de los Diputados. Su tesis doctoral, calificada sobresaliente cum laude en el Universidad Complutense en 2006, versó sobre Epistemología social y política del conocimiento: un análisis del programa de investigación de Steve Fuller . En 2008 publicó E l giro político de la epistemología , siendo autor, además, de numerosos artículos, ensayos y conferencias centrados en la filosofía de la ciencia y el pensamiento político español.
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