artes&LETRAS
La obra de Pepe España en la Fundación Antonio Pérez de Cuenca
Un viaje de ida y vuelta
Por José ángel García
¿Pueden un artista y una producción plástica desaparecer prácticamente de la memoria histórica del lugar en el aquél residiera y aquélla fuera gestada? Tal es el interrogante que se plantea el crítico y teórico de arte Alfonso de la Torre , en el ... comienzo mismo del catálogo de la exposición por él comisariada en la Fundación Antonio Pérez de Cuenca y que muestra, hasta finales del presente mes de octubre, en la propia ciudad en la que su autor, Pepe España, en el comienzo de los setenta del pasado siglo, las creara, y junto a otras piezas de esa misma época, las obras que compusieron su «Serie de la Cinta», realizaciones especialmente significativas para entender su evolución expresiva justo en los momentos previos a su adiós a las hispanas tierras para ir asentarse ya de por vida en Suiza; una exposición que, tras dejar el edificio que otrora fuera el convento de las Carmelitas en la capital conquense, prolongará exhibición, a partir del 12 de diciembre y hasta el 2 de febrero del entrante 2014, en la otra sede de esa misma institución en la villa manchega de San Clemente .
Un acto de justicia
Razón tiene desde luego de la Torre, buen conocedor tanto de la obra de España (José Luis Jimenez España, Málaga, 1930 - Biel, Suiza, 2007) como del propio acontecer artístico de Cuenca a partir de que el asentamiento en ella del Museo de Arte Abstracto, en 1968, la colocara en el centro mismo y como principal punto de referencia del hacer plástico hispano de aquel momento. Porque, en efecto, ¿qué demonios ocurrió para que un pintor que residió en esa ciudad durante todo un decenio – a ella llegó en 1963 y en ella, en el corazón mismo de su casco histórico, instaló ya al año siguiente su estudio – y en ella convivió con gente como Fernando Zóbel, Bonifacio Alfonso, Luis Muro, Antonio Saura, Manuel Viola o Florencio Garrido, haya sido tan repetidamente dejado de lado – hasta el punto de no nombrársele prácticamente nunca salvo por tal o cual especialista – en el repaso del hacer artístico conquense de esos años? Quizá la razón haya que buscarla en quienes, al hacer ese repaso, se dejaron, o nos dejamos, llevar de la comodidad de centrar el relato en los artistas más o menos adscritos a lo que se vendría a llamar «la aventura abstracta» o «la poética de Cuenca», condenando al olvido, al no inventariarla, la importancia de quien, por más que sus anteriores derroteros plásticos y los que luego desarrollaría en tierras helvéticas discurrieran por cauces expresivos diferentes, tuvo sin embargo durante su estancia en la capital conquense una especial relevancia en su vida artística, relevancia de la que de la Torre da, en el ya aludido texto que firma en el catálogo, ejemplos concretos, de la entrega que Zóbel le hiciera de una de las tan sólo cuarenta medallas conmemorativas realizadas para conmemorar la inauguración, en 1968, del Museo por él fundado y sus manifestaciones de aprecio de las extraordinarias condiciones para el dibujo del malagueño, a la realidad de sus cuatro exposiciones individuales o su participación en otras colectivas organizadas en la ciudad a lo largo de esos años, por no mencionar el eco que su presencia tuvo en el mundo informativo local. Por todo ello resulta evidente que la muestra organizada en la Antonio Pérez, bajo el significativo epígrafe de «Pepe España: vuelta al origen» , a partir de la iniciativa en tal sentido de la Fundación que con el propio nombre del pintor custodia su obra y su memoria en la población helvética de Aarau, en colaboración con la propia institución museística conquense y la Diputación provincial que la sostiene, viene a configurarse como un casi obligado acto de reparación y justicia.
También, un acierto histórico-estético
Pero el interés de la exposición no se agota en tal reparación, sino que va más allá para dar testimonio del cambio que precisamente esos años iba a experimentar la trayectoria expresiva del creador malagueño, dando un paso especialmente importante para, volviendo a robarle la palabra a de la Torre, «la construcción de su personalidad como artista», en un proceso en el que sin duda influyeron decisivamente las conferencias dadas en la capital conquense por Simón Marchán Fiz , verdadera ventana informativa sobre las nuevas tendencias plásticas que ya se apuntaban – arte representativo y arte no representativo, pop-art, movimientos ópticos, cool-art… - junto con su continuado contacto con la propia corriente informalista tan presente y actuante esos días en la ciudad. Un proceso que en ese momento iba a unir a la tendencia expresionista de su hacer motivos más abstractos y que iba a concretarse especialmente en su serie de «La Cinta», catorce cuadros – pinturas acrílicas sobre tablero - realizados en 1970, a los que se añadirían luego otras ocho pinturas ya realizadas en Suiza, en 1972, a modo de epílogo de aquélla. Son realizaciones en las que, como señala de la Torre, alejándose de los más tradicionales medios y soportes hasta entonces por él utilizados, «se produce un singular encuentro, muy acertado, entre diversas cuestiones que bullen en las corrientes artísticas esos años: mirada sobre lo pop, aire conceptual, nueva figuración, ecos de la imagen fotográfica, reflexión metafísica sobre el sujeto sometido al cerco de la cinta». Pues bien son precisamente esas obras, de formato en muchos casos cuadrado y algunas de las cuales, desde un primer hallazgo figurativo, devienen en prácticamente abstractas a través de un proceso de reflexión sobre el objeto del arte – el cuadro dentro del cuadro – muy de aquel momento, las que configuran, como su eje central, la actual exposición de la Antonio Pérez, una exposición por tanto no sólo reparadora de un injusticia sino, a la par, poseedora de un claro valor histórico-didáctico y espléndidamente complementada a su vez por su catálogo y especialmente por el cuidado y claro estudio que sobre la trayectoria total del artista firma en él su comisario, el tan repetidamente citado en esta reseña Alfonso de la Torre.
La obra de Pepe España en la Fundación Antonio Pérez de Cuenca
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