Roberto Ranz

El futuro de la educación en la era de la inteligencia artificial

«Nunca antes en la historia de la humanidad la educación como proceso institucionalizado de enseñanza-aprendizaje había sufrido una tensión tan extrema como la sufrida a causa de la pandemia de la Covid-19», reflexiona el autor, quien aboga por asentar una educación líquida

fotolia

Roberto Ranz

«La interrupción, la incoherencia, la sorpresa son las condiciones habituales de nuestra vida». Con estas palabras tan actuales del poeta Paul Valéry abría Zygmunt Bauman hace veinte años su libro «Modernidad líquida». La «fluidez» es una cualidad de los líquidos. A ... diferencia de los sólidos, aquellos no pueden sostener una fuerza tangencial y constante y, por lo tanto, sufren un continuo cambio de forma cuando se los somete a tensión.

Nunca antes en la historia de la humanidad la educación como proceso institucionalizado de enseñanza-aprendizaje había sufrido una tensión tan extrema como la sufrida a causa de la pandemia de la Covid-19. Tampoco antes este proceso había experimentado tantos cambios en tan breve espacio de tiempo y a tanta velocidad. En cuatro meses, y a nivel mundial, hemos visto cómo la educación se ha digitalizado a marchas forzadas gracias a la tecnología como nunca antes en la historia.

Este proceso irreversible ha mostrado también las carencias del sistema educativo en su dimensión más «sólida» o espacial: la falta de infraestructuras, dispositivos y conectividad en condiciones de equidad. De igual modo, el coronavirus -esa realidad invisible tan de actualidad- nos revela de forma aguda no solo la condición líquida de nuestra sociedad -marcada por la disolución de tantos elementos aparentemente «sólidos» en forma de creencias, pautas, seguridades y valores- sino también la índole líquida de la educación.

Así como los líquidos no conservan fácilmente su forma durante mucho tiempo -más aún si son sometidos a gran tensión-, de igual modo la condición líquida de la educación es una metáfora que nos indica que la flexibilidad, la hibridación y la transformación constante mediante la tecnología serán las condiciones de la educación del futuro .

En este sentido, podemos afirmar que la pandemia ha acelerado la tendencia hacia una educación líquida. Más aún, podemos postular que la educación líquida del futuro estará salpicada -por no decir empapada o inundada- de manera irreversible por las tecnologías emergentes, de manera particular, por la inteligencia artificial. Existen ya chatbots que interactúan en múltiples idiomas con alumnos en procesos de enseñanza formal.

De igual modo, la inteligencia artificial permite personalizar el ritmo y velocidad de aprendizaje de los alumnos aportando «feedback» adaptado a las necesidades y capacidad de cada alumno. En consecuencia, la personalización será la principal característica de la educación y el aprendizaje líquidos. A esta característica habrá que sumar la hibridación de entornos presenciales y online con interacciones síncronas y asíncronas, una forma más de la autonomía progresiva del tiempo respecto al espacio que caracteriza a la modernidad líquida y, por tanto, también a la educación del futuro.

La aceleración de estas tendencias ha convivido durante la crisis del coronavirus con la puesta al desnudo de la brecha digital y socio-cultural ya existente antes de la Covid-19. El proceso de licuefacción de la educación no hará sino acrecentar esta brecha a no ser que desde todos los sectores y agentes pongamos sentido y dirección a la política educativa y al compromiso de las empresas e instituciones en este ámbito, incluyendo también la responsabilidad de los alumnos y las familias.

En esta agenda de colaboración público-privada es imprescindible incluir la formación del profesorado y la dotación de equipos e infraestructuras a los centros educativos. De igual modo, se ha de fomentar la autonomía de los centros educativos para que, en el marco de su planificación estratégica, desarrollen proyectos de innovación.

Existían ya tendencias de cambio en la educación como la transformación del rol de los docentes hacia un papel de facilitadores o mentores, y un mayor protagonismo de los alumnos mediante metodologías activas. El proceso hacia una educación líquida debe acelerar ambas dimensiones e influir también en la concepción y modificación de los espacios educativos.

Si bien se observan cambios incipientes en los roles de alumnos y profesores, en las metodologías o en los espacios, la gran transformación pendiente a medio de plazo para lograr una educación más líquida es, sin duda, el cambio del currículo. Nada aparentemente más solido en educación que el currículo: esa «materia» un tanto ubicua que en el pasado estaba en la cabeza del profesor, luego en los libros de texto y ahora también en internet.

Para lograr un currículo «líquido» es preciso que la gran ola de la transformación digital, de la cuarta revolución industrial y de las tecnologías emergentes formen realmente parte del aprendizaje de todos los alumnos en todas las etapas. La nueva alfabetización del siglo XXI pasa por el aprendizaje de la programación, la robótica y la inteligencia artificial, así como por la adquisición de las competencias no automatizables por la inteligencia artificial: la inteligencia emocional, el pensamiento analítico, la innovación, la creatividad, la iniciativa, la originalidad, la empatía, la colaboración y la genialidad.

De ahí la importancia de que contemos con un plan nacional de aprendizaje de las áreas STEM sólidamente construido y desplegado de forma consistente, pero complementado con metodologías de aprendizaje por proyectos que permitan el desarrollo de estas competencias y talento 4.0 que hibrida lo digital y técnico con las habilidades «soft» específicamente humanas. El currículo líquido debe por ende actualizar, vitalizar y dar el protagonismo que merecen a las humanidades. El conocimiento de la lógica, la semiótica, la filosofía, la poesía o la ética son imprescindibles para afrontar los desafíos de la nueva era de la inteligencia artificial.

La cita del poeta Paul Valéry con la que se abre el libro Modernidad líquida concluye con esta lúcida pregunta: «¿Puede la mente humana dominar lo que ella ha creado?». Visto con perspectiva, todo el tema del futuro de la educación líquida en la era de la inteligencia artificial puede reducirse a esta pregunta.

Artículo solo para suscriptores
Tu suscripción al mejor periodismo
Anual
Un año por 15€
110€ 15€ Después de 1 año, 110€/año
Mensual
5 meses por 1€/mes
10'99€ 1€ Después de 5 meses, 10,99€/mes

Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras

Ver comentarios