La cinta de casete sigue viva y quiere 'petarlo' como el vinilo
El formato está saliendo del olvido aupado por la nostalgia y su bajo precio, lo que facilita que bandas emergentes puedan lanzar sus trabajos en físico. El sonido que ofrece le va como anillo al dedo a géneros como el rap o el punk
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A finales de los noventa, cuando todavía era un niño pequeño, Dani quería independencia musical. Andaba frito con lo que oían sus padres; por eso, cada vez que iba a la casa de sus abuelos, se ponía a trastear con una vieja pletina que permitía ... pasar grabaciones de una casete a otra. Picando de aquí y de allá la música que le hacía más gracia y montándose 'mixtapes' en las que igual sonaba The Doors que Estopa o Jarabe de Palo. Luego, cogía el batiburrillo y se lo pasaba a sus amigos del barrio. Y él también recibía. A los 13 años cayó en sus manos una cinta de Cypress Hill, grupo referente del rap californiano noventero, y la vida le dio un vuelco. Se metió de lleno en la cultura hip hop. Se puso a rapear y a producir y empezó a utilizar el sobrenombre artístico de Surekid. En 2017 quiso ponerle cuerpo a su primer álbum, y se decantó por el formato con el que empezó: la cinta.
«Funcionó extremadamente bien. Mucho mejor de lo que esperábamos. Y fue así como nació nuestra empresa, Tapes4Us. En principió iba a ser una productora de casetes y, al final, ha acabado siendo un sello independiente de rap que saca de casi todo una versión en cinta«, explica Dani a ABC.
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Su caso no es único. Porque la cinta de siempre, la que llenaba estantes en gasolineras y resonó con fuerza durante décadas en todas las carreteras españolas, está mucho más viva de lo que se piensa. Y todo indica que va a ir ganando cada vez más popularidad y peso en el mercado.
En Reino Unido, cuna del pop, las ventas de casete alcanzaron las 195.000 copias en 2022, según el estudio más reciente de la patronal del país. Se trata del mejor dato que ha cosechado el formato desde 2003; además, la comercialización ha ido creciendo de forma constante durante los últimos diez años. Puede que, llegado el momento, incluso llegue a plantarle cara al disco de vinilo, que en varios países, entre ellos España, se ha colocado como el rey del mercado físico. Principal alternativa en un negocio muy copado por la ingente oferta en 'streaming'.
Diez años de crecimiento
En Reino Unido, las ventas de casete se encuentran en su punto más alto desde 2003
«La cinta está de moda porque lo retro se lleva mucho. Pasó lo mismo hace unos años con el vinilo. Ahora se está subiendo mucha gente al carro y hay cada vez más empresas fabricando casetes. Hay mucha oferta», dice Luis González, dueño de La Cassettería, empresa que igual hace ediciones en cinta de álbumes de bandas emergentes, que relanza exitazos de Miguel Ríos o Mónica Naranjo en este formato a petición de la discográfica de turno. También vende casetes, nuevas y antiguas, y reproductores.
'Stranger things'
Las multinacionales no son ajenas al casete. Algunas, como Universal, están lanzando versiones en cinta de los álbumes de sus artistas más punteros. Pasa, por ejemplo, con Taylor Swift y Ariana Grande, pero también con clasicazos, como Camarón de la Isla, Sex Pistols o Bon Jovi. Eso sí, que nadie se piense que se pillan los dedos cuando apuestan por el formato. «A nivel comercial, el casete funciona sobre todo con dos tipos de artistas. El primero sería ese que es una gran estrella con legiones de fans que lo quieran tener absolutamente todo. Esto también vale para los nostálgicos», señala González. «El segundo grupo es el de las bandas emergentes que hacen música más alternativa. Suelen tener seguidores que buscan tener una experiencia auditiva diferente», remata.

Si las cintas no han muerto, desde luego, tampoco lo han hecho los reproductores. Actualmente, es fácil encontrar en internet, por unos 20 euros, máquinas muy parecidas a los walkman de toda la vida, que, además de entrada para cintas, cuentan con bluetooth, para que el usuario pueda utilizarlos con cascos inalámbricos, entrada USB para la música digital y batería para ahorrar el engorro de las pilas. Pero, al menos para el melómano, no son la mejor opción. «Ninguna máquina ofrece la calidad de sonido que las de antes, aunque sea extraño. Un walkman Sony de los noventa es mejor que cualquiera de los que hay», apunta González.
Sonido estigmatizado
«Lo que pasa es que antiguamente la gente grababa directamente de lo que sonaba en la radio y eso se escuchaba fatal»
Actualmente, el precio medio de un reproductor de cintas en buen estado, de los ochenta o los noventa, se mueve entre los 40 y los 50 euros. Pero siempre hay excepciones. Por ejemplo, el primer walkman de Sony, el TPS-L2 de 1979, ahora cuesta en sitios de compraventa digital, fácil, 600 euros o más. Y todo porque apareció en 'Los guardianes de la galaxia', saga de películas de Marvel. Lo mismo ocurrió hace un par de años con el Sony WM-8 después de salir en la serie de Netflix 'Stranger Things'. Ahora cuesta unos 500 euros de segunda mano.
Con las casetes pasa un poco lo mismo. Hay ediciones raras, como la cinta de 'Geidi Primes' de Grimes, artista de música electrónica y pareja de Elon Musk, por la que se están pidiendo 60.000 euros. La del álbum 'Black Bastards', lanzada en 1993 por el grupo de rap 'K.M.D.' –el mismo en el que MF Doom, leyenda del género, hizo sus primeros pinitos musicales– alcanza precios de 10.000 euros. Todo según el portal especializado en compraventa Discogs. Pero que nadie se confunda y piense, atendiendo a estos precios, que tiene un Potosí barnizado de polvo en el trastero. Lo normal es que el precio de la cinta, incluso la antigua, se mueva en el orden de los 20 o 30 euros como mucho. Y seguramente menos.
Al punk le va bien
El casete es más barato de fabricar que el CD y el vinilo, además de más portable y fácil de almacenar. Tradicionalmente su sonido ha estado mal conceptuado. Sin ninguna razón, de acuerdo con González: «Lo que pasa es que antiguamente la gente grababa directamente de lo que sonaba en la radio y eso se escuchaba fatal. Pero cuando la grabación es buena la cinta suena genial».
El formato, además, es muy bueno para los graves y le pega mucho a determinados géneros musicales, como al garage o al punk. Así lo explica Jaume, dueño del sello Polze de la mort, dedicado a grabar a bandas 'underground' del punk valenciano. Y solo en casete: «El otro día vendí más de 100 euros en cintas a China». «Empezamos hace 13 años. Las bandas en las que tocaba no le interesaban a ninguna discográfica. Llegué a la conclusión de que si quería salir en formato físico me lo tenía que hacer yo. Y lo hice en casete en parte también porque el vinilo es mucho más caro de fabricar», prosigue el jefe del sello.

Más o menos, lo mismo le ocurrió a Dani, o Surekid. Y no solo a él, también a muchos raperos jóvenes que son de lo mejorcito que ha dado el género en lo que llevamos de siglo; como es el caso de los madrileños Ill Pekeño y Ergo Pro, que suman cerca de medio millón de reproducciones mensuales cada uno solo en Spotify. O de Saske, miembro del colectivo Space Hammurabi. Todos con un sonido muy callejero, que es como debe sonar el rap, y todos editados en físico por Tapes4Us, el sello de Surekid. «Tenemos muchos lanzamientos que son 'sold out' en los que se pueden llegar a agotar 500 cintas o más. Y luego están el resto de formatos. El artista puede ganar más dinero con esto que con el 'streaming'», señala Dani.
Y si al punk le va bien el casete –así es como se compartía en los ochenta y los noventa la música de grupos como Dead Kennedys o los Ramones– lo mismo pasa con el rap. En los ochenta, los barrios neoyorquinos del Bronx y Harlem eran un hervidero de mesas de mezclas, pero también de grandes radiocasetes de tipo Ghetto Blaster que retumbaban en parques y pistas deportivas. Si el formato sigue creciendo, puede que verlos vuelva a ser común.
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