Sanidad abre las píldoras postcoitales a las menores sin límite de edad y sin receta
Las ministras de Igualdad y Sanidad tuvieron ayer un encuentro para tratar sobre el anteproyecto de ley de salud sexual y reproductiva e interrupción voluntaria del embarazo que el Gobierno pretende presentar en el Parlamento antes de este verano. La conclusión de tan explosivo encuentro ... sobre una cuestión tan controvertida fue que Bibiana Aído, defensora a ultranza de abrir el aborto a las chicas de 16 años sin necesidad de la autorización ni del conocimiento de sus progenitores, y Trinidad Jiménez decidieron anunciar a bombo y platillo que «dentro de tres meses cualquier persona, sin límite de edad, podrá adquirir la píldora del día después sin necesidad de receta médica y al precio aproximado de 20 euros por dosis, aunque no será financiada por la Seguridad Social».
Método anticonceptivo
La excusa a tan polémica decisión la planteaba Jiménez en lo siguientes términos: «Pretendemos eliminar los obstáculos con los que se encuentran las mujeres, en particular las más jóvenes, para acceder a algunos métodos anticonceptivos». Olvidando que las píldoras postcoitales se consiguen con facilidad en los centros de salud y servicios de urgencia de la práctica totalidad de los hospitales españoles.
Y sustentaba Jiménez la propuesta en un presunto comité de expertos que habría asegurado a la ministra -y así lo expuso públicamente- que «la píldora sólo es eficaz en las primeras 24 horas después del coito, que no es abortiva, que no tiene contraindicaciones ni efectos secundarios ni conlleva ningún riesgo para la salud, que no se va a convertir en un método anticonceptivo más y que ha sido un éxito en los países en los que se ha aplicado».
Una exposición repleta de errores y verdades a medias. Para empezar, las píldoras postcoitales, según señala el prospecto de una de las más utilizadas, Norvelo, «debe tomarse preferiblemente dentro de las primeras 12 horas, y no más tarde de las primeras 72 horas (3 días), después de haber mantenido relaciones sexuales sin protección».
Asegura la ministra que no es abortiva. Sin embargo, en el estudio de un firme defensor de la píldora del día después como el doctor Horacio Croxatto, que lleva más de 50 años investigando la reproducción y la fertilidad, se señala que «con la píldora del día después se evita la ovulación en un 66 % de las ocasiones. En grupos de mayor riesgo este porcentaje es del 58%». Es decir, que entre un 34 y un 42 % de las veces la píldora actuaría por un mecanismo antiimplantatorio, por tanto, claramente abortivo.
Insiste Jiménez, de una forma algo irreflexiva, en asegurar que esta píldora carece de contraindicaciones y riesgos. Pues bien existen investigaciones contrastadas que la califican de «bomba hormonal» que puede provocar, según detalla el profesor de Deontología Farmacéutica de la Universidad de Navarra, José López Guzmán, «náuseas (en el 42% de las mujeres que la toman), vómitos (16%), sangrado vaginal (31%), vértigos o mareos (20%), dolor abdominal (15%), fatiga (13%), dolor de cabeza (10%), sensibilidad mamaria (8%), retraso de la menstruación (5%) y diarreas (3%) a parte de poder a llegar a ser causante de insuficiencia hepática o aumentar el riesgo de cáncer de hígado y páncreas». Todos estos efectos secundarios los puede leer la ministra y su comité de expertos en, por ejemplo, el prospecto del Postinor, otro de los nombres comerciales de la famosa píldora.
Por último, defiende Jiménez que la medida ha sido un éxito allí donde se ha implantado, por ejemplo en Gran Bretaña. En esta nación se puso en marcha hace el tiempo suficiente como para que se hayan realizado varios estudios sobre las consecuencias. Uno de ellos, de enero de 2004, advierte de que «no sólo no ha reducido el número de embarazos entre adolescentes, sino que lo ha aumentado, además de incrementar el riesgo de enfermedades de transmisión sexual».
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