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Nómadas digitales: cómo vivir cuando el mundo y la pantalla son tu única casa

Informáticos, expertos en marketing y creadores están aprovechando la creciente digitalización y el teletrabajo para convertirse en nómadas, dejarlo todo y dedicarse a dar tumbos

Carla, empresaria venezolana de 27 años, durante un viaje al Algarve portugués Cedida a ABC
Rodrigo Alonso

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A Carles el Covid le pilló en Indonesia cuando nadie sabía muy bien lo que era el Covid. Corría enero de 2020, y, después de tres años cambiando de casa cada dos semanas, el fotógrafo catalán se encontraba en Asia tachando países de la lista. En unos pocos días, saltó de Singapur a Tailandia, y de ahí a Malasia, donde consiguió coger el último vuelo disponible con destino a Barcelonal antes de que la pandemia obligase a echar el cerrojazo. Lo que vino después, en pleno marzo, fueron 90 días de encierro forzado en casa de su madre. Algo que al joven de 34 años, que recogió por primera vez los bártulos en 2006 para pasar más de una década en Nicaragua , le resultó especialmente insoportable. «Me resultó mega difícil, supongo que como para todo el mundo. Lo que pasa es que yo ni siquiera estaba en mi casa. Estaba en casa de mi madre, con la que no había convivido durante los últimos 15 años», recuerda ahora, en conversación con ABC.

Cuando las restricciones sanitarias comenzaron a suavizarse, pero lo de coger el avión seguía estando complicado, Carles se hizo con una furgoneta con la que dedicó los siguientes meses a continuar con sus viajes aunque, en esta ocasión, por Europa. Dando tumbos, que, como tantos otros millones de nómadas digitales que campan por el mundo a día de hoy, es lo que le gusta: su auténtica y absoluta pasión. Y es que, si la pandemia nos encerró en casa, también trajo el teletrabajo. Y con su llegada, muchas personas que no tenían necesidad de trabjar de forma presencial -que podían cumplir con sus obligaciones desde cualquier rincón del mundo con conexión a Internet- decidieron dejarlo todo, abandonar el sedentarismo y dedicarse a conocer nuevos sitios mientras la vida lo permite. Solo en Estados Unidos, potencia absoluta en eso de que la gente derribe los muros de la oficina, la cifra de nómadas pasó de 7.3 millones en 2019 a 15.5 millones en 2021 . En España estamos en décimo lugar, según Statista .

Carles durante una visita al volcán Masaya, en Nicaragua Cedida a ABC

«La mayoría de los que lo hacemos tenemos un perfil parecido. Yo me dedico a la fotografía, soy emprendedor, tengo mi propia academia de fotografía en Internet, un podcast y un blog. Puedo cambiar de sitio sin problema las veces que quiera», dice Carles. El barcelonés señala que, a día de hoy, no hay una edad tipo de nómada digital , durante sus viajes se ha encontrado, incluso, con gente que comenzó a abrazar esta forma de vida a los cincuenta: «Luego están los chavales jóvenes, que prácticamente van de mochileros y se quedan en cualquier pensión». Según sus cálculos, en los últimos cinco años ha tenido la oportunidad de vivir, aproximadamente, en una treintena de países. Su curiosidad le impide pasar en el mismo sitio más de 15 días seguidos :«La rutina me desmotiva completamente. Viajando he conseguido libertad y me he encontrado a mí mismo ».

Evidentemente, no todos los nómadas digitales tienen una experiencia tan dilatada como la de Carles. Como decíamos, muchos comenzaron a vivir en remoto al calor de la pandemia. Ese es el caso de Carla , venezolana de 27 años dedicada a la venta por Internet y a la creación de contenido en redes sociales (en Instagram la puede encontrar como Carlaconwiffi ). Lleva recorriendo Europa junto a su hermano desde septiembre de 2020. Hasta ahora, ha pasado por España, Portugal, Polonia o Croacia, entre otros países. Todo gracias a que su abuela es española, y eso facilita mucho la burocracia. «El negocio iba muy bien. Empecé a trabajar casi en exclusiva desde mi casa. Así que decidí probarlo», explica.

La primera parada del ‘tour’ fue Madrid , donde se encontró con una ciudad en la que los movimientos estaban muy limitados. La experienca fue sorprendente, aunque no perfecta. «Fue un bombardeo incesante de cosas nuevas, Me costó ser tan productiva como me hubiese gustado. Cuando eres nómada digital es importante encontrar el equilibrio entre las obligaciones y el turismo», señala.

Carla junto a la casacada Skógafoss, en Islandia Cedida a ABC

A diferencia de Carles, la venezolana intenta quedarse uno o dos meses en el mismo sitio para exprimirlo todo lo posible. Por el momento no tiene planes de aventurarse fuera de Europa, pero sabe donde le apetecería dejarse caer si llega el momento: «Estoy viendo opciones, igual me gustaría probar en Asia para finales de año, pero no estoy segura».

Precisamente, por Asia es por donde le gustaría a Olga , madrileña de 29 años, comenzar sus correrías en remoto por el extranjero. Aunque, por el momento, sigue limitando sus movimientos a España. Trabajadora del marketing y la publicidad a cuenta propia -con podcast y newsletter-, lleva desde el verano pasado asentando su base en ciudades costeras de la geografía nacional . Desde Cádiz, hasta las Islas Canarias . «Mi pareja, con quien viajo, y yo estábamos en un piso en alquiler en Madrid en el que pagábamos bastante. Aprovechando que ninguno de los dos trabajamos de forma presencial, decidimos probar en otros sitios para mejorar la calidad de vida y pagar menos», dice la madrileña.

Olga en su base de Lanzarote Cedida a ABC

Olga remarca que España es un país fantástico : lleno de sitios que merecen la pena y, además, cerca de la playa, «que es algo que en Madrid nos falta». Respecto al tiempo que suele pasar en el mismo destino, apunta que, «como mínimo un mes» y que, de todos los que ha estado visitando hasta la fecha, su favorito, sin duda, es Lanzarote.

A pesar de que la joven está encantada con la vida nómada, y destaca que no la abandonaría aunque estuviese soltera, reconoce que, como todo, tiene su lado negativo : «Quizá lo peor que tiene esto es que a veces te sientes un poco sola. Echas de menos a tus amigos de toda la vida y a la familia. Conocer gente también puede resultar difícil». También afirma que, a día de hoy, no ve el final de la aventura, pero tiene claro y meridiano que habrá un final: «No me veo haciendo esto toda la vida. Es una etapa. No creo que sea escalable para siempre».

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